Era inevitable ver las audiencias, sintonizar la radio, entrar a twiter y seguir los posteos de cualquier medio y enterarse de lo que sucedía en el juzgado. Atentos con sed de justicia. La sociedad observaba los gestos del expresidente y la vice, escondidos detrás de sus abogados. Fueron testigos del disgusto por ser capturados. En las redes comentaban cómo se veía su cinismo y su falta de vergüenza. Las frases tipo Baldetti, la necedad de no renunciar de Pérez Molina. Todo era para vomitar rabia y desorbitar cólera.
Hartos ya de ese sistema de saqueo por parte de los políticos de turno, la ciudadanía decidió buscar otras posibilidades en los partidos de bajo perfil. Imploraron el regreso de Eduardo Suger, un académico de renombre que huyó de la política al conocer el sistema espurio de tranzas. Por su integridad era requerido pero se negó y evitó apoyar a los finalistas. Y así vieron uno a uno. Sabían que Manuel Baldizón estaba descartado. Los señalamientos de derechos de autor en su librejo “Rompiendo Paradigmas”, el respaldo de la USAC serpenteante sobre su tesis doctoral y la arrogancia durante toda su campaña electoral al no presentarse frente a medios independientes era causa suficiente para hundirlo.
A lo lejos apareció el primerizo Jimmy Morales quien luego de una publicación que le favorecía empezó a repuntar. La sociedad encontró de alguna manera el anticandidato apolítico favorito que podría dirigir su país.
Los ciudadanos usaban las redes sociales para acercarse a los candidatos. Hubo un interés genuino por el ciudadano de a pie. Cuestionaba nexos, futuras alianzas, financistas, integrantes, cada quetzal que llegaba al río de la contienda electoral y opinaba sobre las “malas juntas”.
Señaló con autoridad a los medios vendidos que regalaban espacios pese a prohibiciones del TSE. Las viejas tácticas eran aburridas y las “cancioncitas” de fácil rima eran desechadas. Poco se habló del proceso electoral durante el año en que la sociedad fue la protagonista.
Un voto estratégico
Después de las caídas del presidente y la vicepresidente, los guatemaltecos estaban preparados. con más dudas que certezas, para elegir un nuevo mandatario que le devolviera la poca dignidad que le quedaba al gobierno. Otra vez la sociedad estaba alerta a movimientos sospechosos, acarreados, disturbios antes y durante las elecciones. Las denuncias de cualquier movimiento fuera de ley eran publicadas por las redes sociales y los medios.
La sociedad presionó por conocer planes de gobierno de los finalistas. Foros fueron preparados en las televisoras y ya con la calma del caso y sin candidatos intrusos, la segunda vuelta entre Jimmy Morales y Sandra Torres fue motivo de serios e inclementes cuestionamientos que abarcaron desde gobiernos anteriores hasta experiencia politica. El pasado de los candidatos estaba expuesto, es decir, no hubo campañas negras, panfletos tirados por avionetas, la ciudadanía ya no se creía esas artimañas. Quería verdad sobre verdad y nada más, eso era lo que contaba.
La segunda vuelta del domingo 25 de octubre que según informes tuvo una participación del 67 por ciento y según se informó fueron las más concurridas de la historia del país.
Y así ganó Jimmy Morales del FCN. En primera oportunidad llega a la primera magistratura. Celebraron algunos y bajo la mirada de todos está antes de tomar posesión. La presión es tal que, escudado por la ley, no menciona su gabinete de gobierno. Espantado como mosca se fue José Ramón Lam que por plagiar varios ensayos fue bajado de la palestra política inmediatamente. La presión es grande. La cuerda alrededor del cuello no da ventajas de nada.
El país espera a que la sociedad despierte porque hay mucho por hacer. La injusticia trabaja todos los días sin descanso. Puede ocurrir que el despertar de la República vuelva a invernar. Los himnos entonados, el ondeo de las banderas en la Plaza de la Constitución, la solidaridad de los manifestantes claman por regresar.
¿Qué hará falta para motivar a la nación, otra vez? La plaza sigue a la espera.
Era inevitable ver las audiencias, sintonizar la radio, entrar a twiter y seguir los posteos de cualquier medio y enterarse de lo que sucedía en el juzgado. Atentos con sed de justicia. La sociedad observaba los gestos del expresidente y la vice, escondidos detrás de sus abogados. Fueron testigos del disgusto por ser capturados. En las redes comentaban cómo se veía su cinismo y su falta de vergüenza. Las frases tipo Baldetti, la necedad de no renunciar de Pérez Molina. Todo era para vomitar rabia y desorbitar cólera.
Hartos ya de ese sistema de saqueo por parte de los políticos de turno, la ciudadanía decidió buscar otras posibilidades en los partidos de bajo perfil. Imploraron el regreso de Eduardo Suger, un académico de renombre que huyó de la política al conocer el sistema espurio de tranzas. Por su integridad era requerido pero se negó y evitó apoyar a los finalistas. Y así vieron uno a uno. Sabían que Manuel Baldizón estaba descartado. Los señalamientos de derechos de autor en su librejo “Rompiendo Paradigmas”, el respaldo de la USAC serpenteante sobre su tesis doctoral y la arrogancia durante toda su campaña electoral al no presentarse frente a medios independientes era causa suficiente para hundirlo.
A lo lejos apareció el primerizo Jimmy Morales quien luego de una publicación que le favorecía empezó a repuntar. La sociedad encontró de alguna manera el anticandidato apolítico favorito que podría dirigir su país.
Los ciudadanos usaban las redes sociales para acercarse a los candidatos. Hubo un interés genuino por el ciudadano de a pie. Cuestionaba nexos, futuras alianzas, financistas, integrantes, cada quetzal que llegaba al río de la contienda electoral y opinaba sobre las “malas juntas”.
Señaló con autoridad a los medios vendidos que regalaban espacios pese a prohibiciones del TSE. Las viejas tácticas eran aburridas y las “cancioncitas” de fácil rima eran desechadas. Poco se habló del proceso electoral durante el año en que la sociedad fue la protagonista.
Un voto estratégico
Después de las caídas del presidente y la vicepresidente, los guatemaltecos estaban preparados. con más dudas que certezas, para elegir un nuevo mandatario que le devolviera la poca dignidad que le quedaba al gobierno. Otra vez la sociedad estaba alerta a movimientos sospechosos, acarreados, disturbios antes y durante las elecciones. Las denuncias de cualquier movimiento fuera de ley eran publicadas por las redes sociales y los medios.
La sociedad presionó por conocer planes de gobierno de los finalistas. Foros fueron preparados en las televisoras y ya con la calma del caso y sin candidatos intrusos, la segunda vuelta entre Jimmy Morales y Sandra Torres fue motivo de serios e inclementes cuestionamientos que abarcaron desde gobiernos anteriores hasta experiencia politica. El pasado de los candidatos estaba expuesto, es decir, no hubo campañas negras, panfletos tirados por avionetas, la ciudadanía ya no se creía esas artimañas. Quería verdad sobre verdad y nada más, eso era lo que contaba.
La segunda vuelta del domingo 25 de octubre que según informes tuvo una participación del 67 por ciento y según se informó fueron las más concurridas de la historia del país.
Y así ganó Jimmy Morales del FCN. En primera oportunidad llega a la primera magistratura. Celebraron algunos y bajo la mirada de todos está antes de tomar posesión. La presión es tal que, escudado por la ley, no menciona su gabinete de gobierno. Espantado como mosca se fue José Ramón Lam que por plagiar varios ensayos fue bajado de la palestra política inmediatamente. La presión es grande. La cuerda alrededor del cuello no da ventajas de nada.
El país espera a que la sociedad despierte porque hay mucho por hacer. La injusticia trabaja todos los días sin descanso. Puede ocurrir que el despertar de la República vuelva a invernar. Los himnos entonados, el ondeo de las banderas en la Plaza de la Constitución, la solidaridad de los manifestantes claman por regresar.
¿Qué hará falta para motivar a la nación, otra vez? La plaza sigue a la espera.