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Santiago Bolaños Torrebiarte: “Hacer negocios y ayudar a la comunidad, deben ir de la mano”

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Braulio Palacios
24 de marzo, 2025

Desde su experiencia en el mercado europeo de biocombustibles, Santiago Bolaños Torrebiarte —30 años— vio una oportunidad para traer la economía circular a Latinoamérica, impulsando la creación de Kolibrie Energy —comercializadora de materias primas renovables—, con un enfoque sostenible desde 2021. Es cofundador y el actual CEO. 

Además de liderar esta empresa, su compromiso social lo llevó a convertirse en copresidente de Safe Passage. Aquí, promueve un modelo educativo integral. Para este joven guatemalteco, el emprendimiento y la responsabilidad social se complementan: no se puede velar por la utilidad a cualquier costo. 

¿Qué te inspiró a fundar Kolibrie Energy?

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— Una serie de eventos afortunados. Después de la universidad, fui a trabajar a Europa en una empresa de trading de commodities. Fue en un momento en el cual muchas empresas de biocombustibles estaban empezando a incorporar comercializadores en este sector.  

Mis colegas y yo teníamos una participación en el mercado y trabajábamos con petroleras y compañías dedicadas a biocombustibles. En Europa, todo este tema de la regulación ambiental se toma muy en serio. Entonces, pese a algunos cambios recientes, creo que la tendencia sigue firme. Así que nos preguntamos: ¿cómo aprovechar esta economía circular y traerla de regreso a Latinoamérica?  

Con mi socio de Países Bajos decidimos emprender. Queríamos crear un negocio alineado con estas nuevas demandas y los retos del sector energético.

Fotos: Victor Leal / República

Llama la atención el rol que tienes en Safe Passage, ¿qué te motivó a unirte?

— Safe Passage/Camino Seguro empezó hace 25 años como una guardería. La fundó una estadounidense que llegó a Guatemala y vio la pobreza extrema en el basurero. Aunque las condiciones han mejorado, sigue siendo un lugar impactante. 

Yo tenía experiencia en economía circular y residuos, y quería involucrarme en este ecosistema complejo. Mi mamá, que formaba parte de la junta directiva, me presentó al director de la fundación. Me pareció un modelo de lo que un non-profit puede hacer en Guatemala.

Tanto Kolibrie Energy como Safe Passage tienen un componente sostenible, ¿te consideras un emprendedor social?

— Sí, creo que esa es la línea en la que me he encaminado. Me apasiona el tema de la circularidad. No solo por la generación de utilidad y empleo, sino porque sin sostenibilidad financiera no hay impacto duradero. 

Más allá de ganar dinero, me motiva saber cuál será mi legado. La clave es encontrar oportunidades que generen un impacto real. 

¿Cómo equilibras tus roles en Kolibrie Energy y Safe Passage?

— Es demandante, tengo un buen equipo en las dos organizaciones. Safe Passage es una organización muy robusta. Tiene una excelente directora, con un extraordinario staff. Al final, se trata de dar seguimiento y velar por los intereses de la junta directiva y los donantes.

¿Cómo manejas la dualidad de dirigir una empresa con fines comerciales y, al mismo tiempo, una ONG?

— Es complejo. Safe Passage ha sido financiada históricamente por donantes privados estadounidenses, sin asociaciones con grandes organizaciones. Aun así, es una institución conmovedora y relativamente fácil de apoyar. La organización no es solo una escuela, sino un proyecto integral con 250 niños, desde la guardería hasta la secundaria.  

En casa nos inculcaron la responsabilidad de retribuir a la comunidad. Si bien hemos tenido todos estos privilegios, hay que estar comprometido con el lugar natal. Hacer negocios y ayudar a la comunidad no son cosas separadas; deben ir siempre de la mano.

.

Has mencionado la palabra “privilegios”. ¿Qué le dirías a quienes creen que el emprendimiento social, desde el privilegio, es una forma de “limpiar la conciencia empresarial”? 

— Hay de todo. El greenwashing sí es algo de lo que ya nos hemos vuelto más escépticos. El hecho de emprender en sí es social: poner un negocio nuevo, generar trabajos, especialmente en contextos tan complejos como Guatemala, Latinoamérica o el Gran Caribe. 

Ya no podemos solo velar por la utilidad a todo costo. Es algo que mi generación ha dejado. Hay empresas en Centroamérica muy comprometidas con el impacto que tienen. Vivimos en situaciones complejas y si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?

¿Has sentido que tu origen familiar te ha facilitado las puertas al mundo empresarial, o, por el contrario, ha sido un reto demostrar tu propio mérito? 

— Nadie es profeta en su tierra. Mi operación principal está en la Ciudad de México. Soy un guatemalteco en una ciudad con 23 millones de personas.  

Comenzar en México, sin duda, pone en perspectiva las ventajas que a veces ofrece el legado familiar y su trayectoria a lo largo de los años. Pero también nos ha tocado “talachar” (trabajar duro), empezar de cero, sin un arreglo previo. Es bueno porque este es un negocio en el que tienes que estar muy involucrado.  

Comercializamos aceite de Guatemala, El Salvador y Honduras, exportándolo hacia el mercado de biocombustibles. Mi ambición es escalar, replicar el modelo de México en el resto de la región. 

¿Alguna vez has cuestionado si realmente estás transformando vidas con tu impacto social?

— Son cosas pequeñas. Como que mis trabajadores estén bien, cómodos, que se sientan apreciados, escuchados, etc. Eso para mí es primordial. No estoy diciendo que soy el mesías de la equidad, pero creo que hay conceptos básicos que podemos respetar y mantener para que se empiece a generar un cambio. 

Kolibrie es, principalmente, una comercializadora de materia prima para biocombustibles. Suena complejo, pero somos “recolectores de residuos”. Recogemos aceite de cocina usado en restaurantes y lo procesamos.

¿Qué les dirías a los emprendedores sociales que quieren generar impacto, pero temen ser rentables?

— Creo que tienes que ver dónde está la oportunidad. Todos los emprendimientos tienen un impacto social. Si tu visión es únicamente generar trabajos, es válido. 

Pero hay que ir un poco más allá. No solo cómo impacto, sino reconocer las oportunidades. Hay tantas en temas de circularidad, reciclaje o energía renovable.

.

En un sector tan competitivo, ¿cómo haces para que también lo sea Kolibrie Energy? 

— Trabajamos en commodities, entonces las utilidades son marginales. Es un producto que cualquier persona puede comercializar y conseguir. Nos diferenciamos en hacer las cosas muy al pie de la letra. Eso nos ha costado clientes o proveedores potenciales, pero también nos permitió conseguir socios de talla mundial.  

Ahí está la diferencia: si haces las cosas bien, generas impacto. En este nuevo mundo y economía, hay capital disponible para empresas como esta.

¿Cuál ha sido el mayor desafío para escalar el negocio sin comprometer tu visión? 

— Como cualquier emprendedor, hemos batallado. En términos de financiamiento de capital, todos en algún momento tuvimos la soga en el cuello. Este negocio es sumamente intensivo en capital de trabajo porque estás comprando básicamente en sectores informales que necesitan cash para recolectar. No puedes simplemente llevarte el aceite y luego esperar 90 días a que el cliente te pague. 

Hemos llegado a buenos acuerdos con nuestros clientes (petroleras), pero sí ha sido de seguir una línea muy específica. Solo vendemos a biocombustibles. La parte interesante del aceite de cocina usado es que le puedes dar un segundo uso. Hay mercados que pueden ser más rentables, pero no necesariamente son los más éticos. 

Si pudieras dejar un mensaje a los futuros emprendedores sociales, ¿cuál sería? 

— Resiliencia. Sí se pueden hacer las cosas bien. Hay oportunidades y financiamiento. No hay que seguir haciendo las cosas como siempre.

Existen sectores en crecimiento y modelos exitosos en otras partes del mundo que podemos aplicar. Ser emprendedor social significa adaptarse, innovar y encontrar un balance entre impacto y sostenibilidad.

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Santiago Bolaños Torrebiarte: “Hacer negocios y ayudar a la comunidad, deben ir de la mano”

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Braulio Palacios
24 de marzo, 2025

Desde su experiencia en el mercado europeo de biocombustibles, Santiago Bolaños Torrebiarte —30 años— vio una oportunidad para traer la economía circular a Latinoamérica, impulsando la creación de Kolibrie Energy —comercializadora de materias primas renovables—, con un enfoque sostenible desde 2021. Es cofundador y el actual CEO. 

Además de liderar esta empresa, su compromiso social lo llevó a convertirse en copresidente de Safe Passage. Aquí, promueve un modelo educativo integral. Para este joven guatemalteco, el emprendimiento y la responsabilidad social se complementan: no se puede velar por la utilidad a cualquier costo. 

¿Qué te inspiró a fundar Kolibrie Energy?

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— Una serie de eventos afortunados. Después de la universidad, fui a trabajar a Europa en una empresa de trading de commodities. Fue en un momento en el cual muchas empresas de biocombustibles estaban empezando a incorporar comercializadores en este sector.  

Mis colegas y yo teníamos una participación en el mercado y trabajábamos con petroleras y compañías dedicadas a biocombustibles. En Europa, todo este tema de la regulación ambiental se toma muy en serio. Entonces, pese a algunos cambios recientes, creo que la tendencia sigue firme. Así que nos preguntamos: ¿cómo aprovechar esta economía circular y traerla de regreso a Latinoamérica?  

Con mi socio de Países Bajos decidimos emprender. Queríamos crear un negocio alineado con estas nuevas demandas y los retos del sector energético.

Fotos: Victor Leal / República

Llama la atención el rol que tienes en Safe Passage, ¿qué te motivó a unirte?

— Safe Passage/Camino Seguro empezó hace 25 años como una guardería. La fundó una estadounidense que llegó a Guatemala y vio la pobreza extrema en el basurero. Aunque las condiciones han mejorado, sigue siendo un lugar impactante. 

Yo tenía experiencia en economía circular y residuos, y quería involucrarme en este ecosistema complejo. Mi mamá, que formaba parte de la junta directiva, me presentó al director de la fundación. Me pareció un modelo de lo que un non-profit puede hacer en Guatemala.

Tanto Kolibrie Energy como Safe Passage tienen un componente sostenible, ¿te consideras un emprendedor social?

— Sí, creo que esa es la línea en la que me he encaminado. Me apasiona el tema de la circularidad. No solo por la generación de utilidad y empleo, sino porque sin sostenibilidad financiera no hay impacto duradero. 

Más allá de ganar dinero, me motiva saber cuál será mi legado. La clave es encontrar oportunidades que generen un impacto real. 

¿Cómo equilibras tus roles en Kolibrie Energy y Safe Passage?

— Es demandante, tengo un buen equipo en las dos organizaciones. Safe Passage es una organización muy robusta. Tiene una excelente directora, con un extraordinario staff. Al final, se trata de dar seguimiento y velar por los intereses de la junta directiva y los donantes.

¿Cómo manejas la dualidad de dirigir una empresa con fines comerciales y, al mismo tiempo, una ONG?

— Es complejo. Safe Passage ha sido financiada históricamente por donantes privados estadounidenses, sin asociaciones con grandes organizaciones. Aun así, es una institución conmovedora y relativamente fácil de apoyar. La organización no es solo una escuela, sino un proyecto integral con 250 niños, desde la guardería hasta la secundaria.  

En casa nos inculcaron la responsabilidad de retribuir a la comunidad. Si bien hemos tenido todos estos privilegios, hay que estar comprometido con el lugar natal. Hacer negocios y ayudar a la comunidad no son cosas separadas; deben ir siempre de la mano.

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Has mencionado la palabra “privilegios”. ¿Qué le dirías a quienes creen que el emprendimiento social, desde el privilegio, es una forma de “limpiar la conciencia empresarial”? 

— Hay de todo. El greenwashing sí es algo de lo que ya nos hemos vuelto más escépticos. El hecho de emprender en sí es social: poner un negocio nuevo, generar trabajos, especialmente en contextos tan complejos como Guatemala, Latinoamérica o el Gran Caribe. 

Ya no podemos solo velar por la utilidad a todo costo. Es algo que mi generación ha dejado. Hay empresas en Centroamérica muy comprometidas con el impacto que tienen. Vivimos en situaciones complejas y si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?

¿Has sentido que tu origen familiar te ha facilitado las puertas al mundo empresarial, o, por el contrario, ha sido un reto demostrar tu propio mérito? 

— Nadie es profeta en su tierra. Mi operación principal está en la Ciudad de México. Soy un guatemalteco en una ciudad con 23 millones de personas.  

Comenzar en México, sin duda, pone en perspectiva las ventajas que a veces ofrece el legado familiar y su trayectoria a lo largo de los años. Pero también nos ha tocado “talachar” (trabajar duro), empezar de cero, sin un arreglo previo. Es bueno porque este es un negocio en el que tienes que estar muy involucrado.  

Comercializamos aceite de Guatemala, El Salvador y Honduras, exportándolo hacia el mercado de biocombustibles. Mi ambición es escalar, replicar el modelo de México en el resto de la región. 

¿Alguna vez has cuestionado si realmente estás transformando vidas con tu impacto social?

— Son cosas pequeñas. Como que mis trabajadores estén bien, cómodos, que se sientan apreciados, escuchados, etc. Eso para mí es primordial. No estoy diciendo que soy el mesías de la equidad, pero creo que hay conceptos básicos que podemos respetar y mantener para que se empiece a generar un cambio. 

Kolibrie es, principalmente, una comercializadora de materia prima para biocombustibles. Suena complejo, pero somos “recolectores de residuos”. Recogemos aceite de cocina usado en restaurantes y lo procesamos.

¿Qué les dirías a los emprendedores sociales que quieren generar impacto, pero temen ser rentables?

— Creo que tienes que ver dónde está la oportunidad. Todos los emprendimientos tienen un impacto social. Si tu visión es únicamente generar trabajos, es válido. 

Pero hay que ir un poco más allá. No solo cómo impacto, sino reconocer las oportunidades. Hay tantas en temas de circularidad, reciclaje o energía renovable.

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En un sector tan competitivo, ¿cómo haces para que también lo sea Kolibrie Energy? 

— Trabajamos en commodities, entonces las utilidades son marginales. Es un producto que cualquier persona puede comercializar y conseguir. Nos diferenciamos en hacer las cosas muy al pie de la letra. Eso nos ha costado clientes o proveedores potenciales, pero también nos permitió conseguir socios de talla mundial.  

Ahí está la diferencia: si haces las cosas bien, generas impacto. En este nuevo mundo y economía, hay capital disponible para empresas como esta.

¿Cuál ha sido el mayor desafío para escalar el negocio sin comprometer tu visión? 

— Como cualquier emprendedor, hemos batallado. En términos de financiamiento de capital, todos en algún momento tuvimos la soga en el cuello. Este negocio es sumamente intensivo en capital de trabajo porque estás comprando básicamente en sectores informales que necesitan cash para recolectar. No puedes simplemente llevarte el aceite y luego esperar 90 días a que el cliente te pague. 

Hemos llegado a buenos acuerdos con nuestros clientes (petroleras), pero sí ha sido de seguir una línea muy específica. Solo vendemos a biocombustibles. La parte interesante del aceite de cocina usado es que le puedes dar un segundo uso. Hay mercados que pueden ser más rentables, pero no necesariamente son los más éticos. 

Si pudieras dejar un mensaje a los futuros emprendedores sociales, ¿cuál sería? 

— Resiliencia. Sí se pueden hacer las cosas bien. Hay oportunidades y financiamiento. No hay que seguir haciendo las cosas como siempre.

Existen sectores en crecimiento y modelos exitosos en otras partes del mundo que podemos aplicar. Ser emprendedor social significa adaptarse, innovar y encontrar un balance entre impacto y sostenibilidad.

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