La reciente conferencia en Londres de la Alianza por una Ciudadanía Responsable reunió a unos 4000 delegados. Objetivo: continuar la “labor vital de restaurar y renovar nuestras sociedades”.
Se presentó el informe Reindustrializar: Crear capacidad, seguridad y prosperidad en un mundo desglobalizado. Sus autores, Austin Bishop y Blake Seitz, examinan las causas profundas de la desindustrialización de Occidente en las últimas décadas y el impacto en economías y sociedades. Cleveland (Ohio) en el “Cinturón del Óxido” estadounidense y Birmingham (Gran Bretaña) son ejemplos paradigmáticos de lo que está sucediendo en muchos lugares.
El declive de la aptitud para fabricar bienes en abundancia no solo ha provocado pérdida de empleo, decadencia urbana y disfunciones sociales. Ha socavado la capacidad de disuadir agresiones y apoyar eficazmente a los aliados. Todo ello debilita a los países occidentales.
En el documento se afirma que los responsables políticos han ignorado y restado importancia a los problemas de producción de Occidente durante muchos años.
Se señalan las recientes crisis mundiales: pandemia, guerra de Ucrania y ataques a la navegación mercante en el Mar Rojo. Estos hechos han demostrado los peligros de la dependencia de la fabricación en China. La reducción de las capacidades de fabricación de Occidente se ha traducido en la incapacidad para fabricar las armas necesarias para ganar una guerra moderna. La “dependencia” de Occidente de las importaciones extranjeras durante el covid provocó una “grave escasez de equipos de protección, medicinas y muchas otras cosas”. La fragilidad de las cadenas de suministro mundiales alertó a los occidentales sobre una pérdida significativa de soberanía.
Además, Europa “lleva años cerrando centrales nucleares, aumentando la dependencia del gas natural de Rusia”. Desde la invasión en 2022, tanto por la coacción rusa como el sabotaje del gasoducto Nord Stream II, ese suministro se ha evaporado. Un informe de la Unión Europea calcula que sus empresas pagan de dos a tres veces más por la energía que las de EE. UU., y de cuatro a cinco veces más por el gas natural.
El declive industrial fue consecuencia de malas decisiones políticas y una ideología errónea. Desde la década de 1960, esto ha sido causado por una combinación de exceso de regulación, coste añadido de energía y globalización. La construcción de plantas se convirtió en lenta, difícil y cara. Un entorno empresarial poco competitivo en EE. UU. provocó oleadas de cierres de fábricas y externalización de la producción.
Tomarse en serio la reconstrucción “requerirá una variedad de políticas, de las que algunas no encajan en moldes ideológicos preexistentes ni tienen un grupo de interés natural para defenderlas”.
¿Cuál debe ser el objetivo de esas políticas? Permitir la fabricación de bienes en casa, a escala y a precios competitivos a nivel mundial. Esto requerirá, a su vez, reducir el coste de los insumos para la fabricación, redirigir la inversión hacia la manufactura y reconstruir los ecosistemas industriales esenciales para innovación y producción en masa.
Una agenda de reindustrialización exitosa tendrá que hacer frente a las limitaciones y al mal diseño de las políticas. Y, más importante, abordar las causas profundas del exceso de regulación y globalización.
Cinco pasos ofrecen la vía para reconstrucción, renovación, productividad y crecimiento:
Reforma y desregulación.
Rápido despliegue de nuevas fuentes de energía para contener el precio de la electricidad de los clientes industriales.
Política proactiva y cambios en la estructura de incentivos a la inversión en la industria manufacturera.
Inversión en ingeniería y formación profesional (vocacional) para crear una mano de obra viable.
Y diversificación de cadenas de suministro, reduciendo la dependencia de China y robusteciendo relaciones comerciales con democracias afines.
Una primera victoria es haber tomado conciencia del problema. Serán necesarios cambios políticos, apoyo público e inversión de capital. El potencial de renovación industrial existe.
La reciente conferencia en Londres de la Alianza por una Ciudadanía Responsable reunió a unos 4000 delegados. Objetivo: continuar la “labor vital de restaurar y renovar nuestras sociedades”.
Se presentó el informe Reindustrializar: Crear capacidad, seguridad y prosperidad en un mundo desglobalizado. Sus autores, Austin Bishop y Blake Seitz, examinan las causas profundas de la desindustrialización de Occidente en las últimas décadas y el impacto en economías y sociedades. Cleveland (Ohio) en el “Cinturón del Óxido” estadounidense y Birmingham (Gran Bretaña) son ejemplos paradigmáticos de lo que está sucediendo en muchos lugares.
El declive de la aptitud para fabricar bienes en abundancia no solo ha provocado pérdida de empleo, decadencia urbana y disfunciones sociales. Ha socavado la capacidad de disuadir agresiones y apoyar eficazmente a los aliados. Todo ello debilita a los países occidentales.
En el documento se afirma que los responsables políticos han ignorado y restado importancia a los problemas de producción de Occidente durante muchos años.
Se señalan las recientes crisis mundiales: pandemia, guerra de Ucrania y ataques a la navegación mercante en el Mar Rojo. Estos hechos han demostrado los peligros de la dependencia de la fabricación en China. La reducción de las capacidades de fabricación de Occidente se ha traducido en la incapacidad para fabricar las armas necesarias para ganar una guerra moderna. La “dependencia” de Occidente de las importaciones extranjeras durante el covid provocó una “grave escasez de equipos de protección, medicinas y muchas otras cosas”. La fragilidad de las cadenas de suministro mundiales alertó a los occidentales sobre una pérdida significativa de soberanía.
Además, Europa “lleva años cerrando centrales nucleares, aumentando la dependencia del gas natural de Rusia”. Desde la invasión en 2022, tanto por la coacción rusa como el sabotaje del gasoducto Nord Stream II, ese suministro se ha evaporado. Un informe de la Unión Europea calcula que sus empresas pagan de dos a tres veces más por la energía que las de EE. UU., y de cuatro a cinco veces más por el gas natural.
El declive industrial fue consecuencia de malas decisiones políticas y una ideología errónea. Desde la década de 1960, esto ha sido causado por una combinación de exceso de regulación, coste añadido de energía y globalización. La construcción de plantas se convirtió en lenta, difícil y cara. Un entorno empresarial poco competitivo en EE. UU. provocó oleadas de cierres de fábricas y externalización de la producción.
Tomarse en serio la reconstrucción “requerirá una variedad de políticas, de las que algunas no encajan en moldes ideológicos preexistentes ni tienen un grupo de interés natural para defenderlas”.
¿Cuál debe ser el objetivo de esas políticas? Permitir la fabricación de bienes en casa, a escala y a precios competitivos a nivel mundial. Esto requerirá, a su vez, reducir el coste de los insumos para la fabricación, redirigir la inversión hacia la manufactura y reconstruir los ecosistemas industriales esenciales para innovación y producción en masa.
Una agenda de reindustrialización exitosa tendrá que hacer frente a las limitaciones y al mal diseño de las políticas. Y, más importante, abordar las causas profundas del exceso de regulación y globalización.
Cinco pasos ofrecen la vía para reconstrucción, renovación, productividad y crecimiento:
Reforma y desregulación.
Rápido despliegue de nuevas fuentes de energía para contener el precio de la electricidad de los clientes industriales.
Política proactiva y cambios en la estructura de incentivos a la inversión en la industria manufacturera.
Inversión en ingeniería y formación profesional (vocacional) para crear una mano de obra viable.
Y diversificación de cadenas de suministro, reduciendo la dependencia de China y robusteciendo relaciones comerciales con democracias afines.
Una primera victoria es haber tomado conciencia del problema. Serán necesarios cambios políticos, apoyo público e inversión de capital. El potencial de renovación industrial existe.