En Guatemala y Centroamérica los pagos digitales avanzan como estrategia para reducir la informalidad y ampliar el acceso financiero. Transforman el consumo y competencia en los mercados.
Por qué importa. La inclusión financiera ya es una herramienta de competencia en la región. Lindsay Lehr, directora de PCMI, expone que el 60 % del gasto en Latinoamérica es electrónico.
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En Centroamérica, por el contrario, apenas llega al 52 %, lo que refleja un rezago con respecto al resto del continente.
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Este menor nivel de digitalización no solo limita el acceso a servicios financieros, también ralentiza la expansión de los negocios, especialmente pequeños.
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La falta de infraestructura, interoperabilidad y regulaciones flexibles impide que los pagos digitales escalen con la rapidez necesaria en mercados como Guatemala y Honduras.
En el radar. El ecosistema en Centroamérica debe crecer y sofisticarse, con soluciones que atiendan al consumidor y al pequeño comercio, eliminando barreras e impulsando incentivos reales.
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“No es solo pasar del efectivo al plástico, sino agregar valor” dice Lehr. Asimismo, destaca tres pilares: pagos estatales electrónicos, más aceptación de tarjetas y fintech más fuertes.
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Muchos pequeños comercios quieren pagos virtuales, pero no reciben ofertas viables. Sin acceso a POS o plataformas interoperables, quedan fuera del sistema.
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Aunque el 75 % de la población usa servicios financieros, solo el 25 % de comercios acepta tarjetas, frenando la cadena de valor.
Datos clave. Las cifras muestran el avance y la desigualdad en el uso de esta herramienta. Comprender los porcentajes actuales ayuda a definir prioridades y ajustar políticas.
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En Centroamérica, los pagos instantáneos solo representan un 15 % del total. Costa Rica lidera; por su parte, Guatemala aún está en fase de infraestructura.
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En Latinoamérica, el 58 % usa cuentas fintech, superando al 42 % bancarizado y consolidando su papel en la inclusión financiera.
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Más de 3M de comercios en el istmo son informales. Pero incluso 1M de formales no están aún plenamente atendidos por el ecosistema digital.
Lo indispensable. Guatemala empieza a destacar en la región con soluciones como Cuik, que promueven interoperabilidad real. El avance no es la tecnología, sino su aplicación a lo local.
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Este sistema, impulsado por Neonet, permite pagos instantáneos bancarios y con tarjeta en una misma red, sin sesgo entre métodos.
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El modelo, según Lehr, es único en la región por su neutralidad y libertad de elección para el usuario.
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Sin embargo, aún falta integrar estas soluciones en apps bancarias, mejorar la experiencia de usuario y fomentar la seguridad entre los actores del sistema.
El otro lado. La informalidad no es solo un obstáculo, sino una oportunidad para innovar. Las fintech deben aprovecharla para ampliar mercados y generar confianza.
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Lehr subraya que más del 70 % de los ingresos en Centroamérica proviene de actividades informales, una realidad estructural que no se resolverá solo con regulación.
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La propuesta: que las fintech asuman el reto con soluciones como onboarding digital, calculadoras fiscales y herramientas para simplificar tributos.
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“Necesitamos redefinir lo que significa formalidad”, detalla Lehr. No como un castigo, sino como una vía hacia crecimiento, estabilidad y bienestar.
En conclusión. El desafío ya no es solo escalar tecnología, sino rediseñar las reglas. Guatemala y la región enfrentan una disyuntiva: resolver sus cuellos de botella o quedar atrás en inclusión y competitividad. La sostenibilidad del ecosistema exige regulación moderna, alianzas público-privadas y una nueva visión de la formalidad. Bancos, fintech, gobiernos y comercios deben unirse.
En Guatemala y Centroamérica los pagos digitales avanzan como estrategia para reducir la informalidad y ampliar el acceso financiero. Transforman el consumo y competencia en los mercados.
Por qué importa. La inclusión financiera ya es una herramienta de competencia en la región. Lindsay Lehr, directora de PCMI, expone que el 60 % del gasto en Latinoamérica es electrónico.
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En Centroamérica, por el contrario, apenas llega al 52 %, lo que refleja un rezago con respecto al resto del continente.
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Este menor nivel de digitalización no solo limita el acceso a servicios financieros, también ralentiza la expansión de los negocios, especialmente pequeños.
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La falta de infraestructura, interoperabilidad y regulaciones flexibles impide que los pagos digitales escalen con la rapidez necesaria en mercados como Guatemala y Honduras.
En el radar. El ecosistema en Centroamérica debe crecer y sofisticarse, con soluciones que atiendan al consumidor y al pequeño comercio, eliminando barreras e impulsando incentivos reales.
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“No es solo pasar del efectivo al plástico, sino agregar valor” dice Lehr. Asimismo, destaca tres pilares: pagos estatales electrónicos, más aceptación de tarjetas y fintech más fuertes.
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Muchos pequeños comercios quieren pagos virtuales, pero no reciben ofertas viables. Sin acceso a POS o plataformas interoperables, quedan fuera del sistema.
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Aunque el 75 % de la población usa servicios financieros, solo el 25 % de comercios acepta tarjetas, frenando la cadena de valor.
Datos clave. Las cifras muestran el avance y la desigualdad en el uso de esta herramienta. Comprender los porcentajes actuales ayuda a definir prioridades y ajustar políticas.
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En Centroamérica, los pagos instantáneos solo representan un 15 % del total. Costa Rica lidera; por su parte, Guatemala aún está en fase de infraestructura.
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En Latinoamérica, el 58 % usa cuentas fintech, superando al 42 % bancarizado y consolidando su papel en la inclusión financiera.
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Más de 3M de comercios en el istmo son informales. Pero incluso 1M de formales no están aún plenamente atendidos por el ecosistema digital.
Lo indispensable. Guatemala empieza a destacar en la región con soluciones como Cuik, que promueven interoperabilidad real. El avance no es la tecnología, sino su aplicación a lo local.
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Este sistema, impulsado por Neonet, permite pagos instantáneos bancarios y con tarjeta en una misma red, sin sesgo entre métodos.
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El modelo, según Lehr, es único en la región por su neutralidad y libertad de elección para el usuario.
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Sin embargo, aún falta integrar estas soluciones en apps bancarias, mejorar la experiencia de usuario y fomentar la seguridad entre los actores del sistema.
El otro lado. La informalidad no es solo un obstáculo, sino una oportunidad para innovar. Las fintech deben aprovecharla para ampliar mercados y generar confianza.
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Lehr subraya que más del 70 % de los ingresos en Centroamérica proviene de actividades informales, una realidad estructural que no se resolverá solo con regulación.
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La propuesta: que las fintech asuman el reto con soluciones como onboarding digital, calculadoras fiscales y herramientas para simplificar tributos.
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“Necesitamos redefinir lo que significa formalidad”, detalla Lehr. No como un castigo, sino como una vía hacia crecimiento, estabilidad y bienestar.
En conclusión. El desafío ya no es solo escalar tecnología, sino rediseñar las reglas. Guatemala y la región enfrentan una disyuntiva: resolver sus cuellos de botella o quedar atrás en inclusión y competitividad. La sostenibilidad del ecosistema exige regulación moderna, alianzas público-privadas y una nueva visión de la formalidad. Bancos, fintech, gobiernos y comercios deben unirse.