Como expone Fernando Savater, desde el punto de vista ético, toda fuente de riqueza es social. Por lo tanto, implica responsabilidades. En Ética para la empresa, el filósofo español ofrece una reflexión sobre la necesidad de incorporar principios éticos al ámbito empresarial.
La ética se diferencia de la deontología. Esta última consiste en una serie de pautas de funcionamiento para los miembros de la organización. La primera es una práctica individual, intransferible, íntima. La decisión personal es la principal.
Se distingue, asimismo, de las leyes. Estas son reactivas: tratan de minimizar o impedir los daños. Por el contrario, aquella es proactiva. Transforma la convivencia y la colaboración dentro de la compañía, innovando hacia lo mejor.
Todo empresario debe ser audaz. Responder ante cualquier situación de crisis o pérdidas. No puede quedar estancado. Ni actuar solo cuando la empresa se encuentra en auge. La audacia no está reñida con la prudencia.
Como subraya el autor, la ética no debe ser vista como adorno opcional, sino parte inherente al funcionamiento corporativo. Integridad y responsabilidad social, más que deseables, son fundamentales para el éxito sostenible de las mismas.
Entre los valores que considera primordiales enumera la comunicación, autoridad, motivación. Y la responsabilidad social, en la que tiene que fundar todos sus movimientos.
El fin de una empresa es la productividad. Por supuesto, el objetivo es sacar el mayor provecho y beneficio frente a la competencia. Sin embargo, debe hacerlo exigiendo compromisos sociales y contribuir a un estado general de bienestar. ¿Cómo? Estableciendo mínimos éticos sociales como justicia, equidad y libertad. Una vez establecida la ética de mínimos, se tienen dos magnitudes. Por un lado, el capital económico y de inversión, instrumentos y medios. Por otro, los recursos humanos.
En cuanto al cliente, ha de obtener el producto que espera. No vale “hacer trampa… para tener cierto éxito”. Así pues, elemento imprescindible es la confianza. Si esta desaparece, también lo hace la compañía.
Enfatiza la importancia del consecuencialismo. Es decir, evaluar las acciones no solo por sus intenciones, sino por resultados concretos. Las buenas intenciones deben traducirse en acciones que generen consecuencias positivas.
Basado en conferencias impartidas por Savater a empresarios en Bogotá, el libro cuestiona el mito del “hombre nuevo” en las organizaciones modernas. Defiende un necesario nivel de experiencia como ineludible. Los tiempos modernos están obsesionados con una “visión juvenil”. Es precisamente la decadencia de la noción “experiencia” uno de los problemas actuales. Estudia cómo va a repercutir en las acciones comerciales y laborales en cuanto a valores y normas.
Para Savater, en la ética ya está casi todo inventado. No hace falta tanto concebir una nueva, como cumplir la que ya existe.
Es de suma importancia redescubrir la ética en tiempos en que el empresario es una figura social central. Aunque publicada hace una década, la obra está de permanente actualidad.
Como expone Fernando Savater, desde el punto de vista ético, toda fuente de riqueza es social. Por lo tanto, implica responsabilidades. En Ética para la empresa, el filósofo español ofrece una reflexión sobre la necesidad de incorporar principios éticos al ámbito empresarial.
La ética se diferencia de la deontología. Esta última consiste en una serie de pautas de funcionamiento para los miembros de la organización. La primera es una práctica individual, intransferible, íntima. La decisión personal es la principal.
Se distingue, asimismo, de las leyes. Estas son reactivas: tratan de minimizar o impedir los daños. Por el contrario, aquella es proactiva. Transforma la convivencia y la colaboración dentro de la compañía, innovando hacia lo mejor.
Todo empresario debe ser audaz. Responder ante cualquier situación de crisis o pérdidas. No puede quedar estancado. Ni actuar solo cuando la empresa se encuentra en auge. La audacia no está reñida con la prudencia.
Como subraya el autor, la ética no debe ser vista como adorno opcional, sino parte inherente al funcionamiento corporativo. Integridad y responsabilidad social, más que deseables, son fundamentales para el éxito sostenible de las mismas.
Entre los valores que considera primordiales enumera la comunicación, autoridad, motivación. Y la responsabilidad social, en la que tiene que fundar todos sus movimientos.
El fin de una empresa es la productividad. Por supuesto, el objetivo es sacar el mayor provecho y beneficio frente a la competencia. Sin embargo, debe hacerlo exigiendo compromisos sociales y contribuir a un estado general de bienestar. ¿Cómo? Estableciendo mínimos éticos sociales como justicia, equidad y libertad. Una vez establecida la ética de mínimos, se tienen dos magnitudes. Por un lado, el capital económico y de inversión, instrumentos y medios. Por otro, los recursos humanos.
En cuanto al cliente, ha de obtener el producto que espera. No vale “hacer trampa… para tener cierto éxito”. Así pues, elemento imprescindible es la confianza. Si esta desaparece, también lo hace la compañía.
Enfatiza la importancia del consecuencialismo. Es decir, evaluar las acciones no solo por sus intenciones, sino por resultados concretos. Las buenas intenciones deben traducirse en acciones que generen consecuencias positivas.
Basado en conferencias impartidas por Savater a empresarios en Bogotá, el libro cuestiona el mito del “hombre nuevo” en las organizaciones modernas. Defiende un necesario nivel de experiencia como ineludible. Los tiempos modernos están obsesionados con una “visión juvenil”. Es precisamente la decadencia de la noción “experiencia” uno de los problemas actuales. Estudia cómo va a repercutir en las acciones comerciales y laborales en cuanto a valores y normas.
Para Savater, en la ética ya está casi todo inventado. No hace falta tanto concebir una nueva, como cumplir la que ya existe.
Es de suma importancia redescubrir la ética en tiempos en que el empresario es una figura social central. Aunque publicada hace una década, la obra está de permanente actualidad.