La economía circular en Latinoamérica y el Caribe avanza entre oportunidades y barreras que no se pueden ignorar. Aun cuando crecen las iniciativas de ecodiseño y reciclaje, persisten vacíos críticos: sistemas de recolección insuficientes, marcos regulatorios débiles y una cultura de consumo que sigue priorizando lo desechable.
Incorporar un modelo circular no es un cambio menor para las empresas. Implica rediseñar productos desde el origen, modificar procesos industriales, renegociar con proveedores y explicar al consumidor por qué un envase es distinto. Estos ajustes suelen enfrentar resistencia, requieren inversión y, en muchos casos, no generan beneficios inmediatos.
Para Eduardo Venegas Villanueva, gerente corporativo de comunicación y sostenibilidad de Industria San Miguel, el mayor reto es cultural. Gran parte del reciclaje regional aún depende del sector informal, lo que complica su integración a cadenas de valor formales. “El cambio real ocurre cuando empresa, gobierno y comunidad trabajan juntos”, declara. Asimismo, subraya la necesidad de articular esfuerzos para que las soluciones no se queden en proyectos aislados.
Otro riesgo es el greenwashing. Acciones superficiales, sellos verdes sin respaldo técnico o campañas sin trazabilidad han erosionado la confianza en algunas marcas. “Es fácil cambiar un empaque y ponerle un sello verde, pero eso no transforma el sistema”, recalca Venegas. Para él, la única forma de evitarlo es con compromisos auténticos, medición de impacto y transparencia.
A pesar de los obstáculos, en la región existen ejemplos de innovación que demuestran que es posible equilibrar sostenibilidad y rentabilidad. Envases más ligeros y reciclables han reducido la huella de carbono sin aumentar los precios para el consumidor, mientras programas educativos y alianzas comunitarias fomentan hábitos de reciclaje en las nuevas generaciones.
El futuro de la economía circular en el área dependerá de algo más que de intenciones. Harán falta inversión, voluntad política y una visión empresarial que vea la sostenibilidad como ventaja competitiva. En un mercado donde ya no se compite solo en precio, sino en propósito, el reto es claro: dejar atrás la lógica de lo desechable y apostar por el valor duradero.
La economía circular en Latinoamérica y el Caribe avanza entre oportunidades y barreras que no se pueden ignorar. Aun cuando crecen las iniciativas de ecodiseño y reciclaje, persisten vacíos críticos: sistemas de recolección insuficientes, marcos regulatorios débiles y una cultura de consumo que sigue priorizando lo desechable.
Incorporar un modelo circular no es un cambio menor para las empresas. Implica rediseñar productos desde el origen, modificar procesos industriales, renegociar con proveedores y explicar al consumidor por qué un envase es distinto. Estos ajustes suelen enfrentar resistencia, requieren inversión y, en muchos casos, no generan beneficios inmediatos.
Para Eduardo Venegas Villanueva, gerente corporativo de comunicación y sostenibilidad de Industria San Miguel, el mayor reto es cultural. Gran parte del reciclaje regional aún depende del sector informal, lo que complica su integración a cadenas de valor formales. “El cambio real ocurre cuando empresa, gobierno y comunidad trabajan juntos”, declara. Asimismo, subraya la necesidad de articular esfuerzos para que las soluciones no se queden en proyectos aislados.
Otro riesgo es el greenwashing. Acciones superficiales, sellos verdes sin respaldo técnico o campañas sin trazabilidad han erosionado la confianza en algunas marcas. “Es fácil cambiar un empaque y ponerle un sello verde, pero eso no transforma el sistema”, recalca Venegas. Para él, la única forma de evitarlo es con compromisos auténticos, medición de impacto y transparencia.
A pesar de los obstáculos, en la región existen ejemplos de innovación que demuestran que es posible equilibrar sostenibilidad y rentabilidad. Envases más ligeros y reciclables han reducido la huella de carbono sin aumentar los precios para el consumidor, mientras programas educativos y alianzas comunitarias fomentan hábitos de reciclaje en las nuevas generaciones.
El futuro de la economía circular en el área dependerá de algo más que de intenciones. Harán falta inversión, voluntad política y una visión empresarial que vea la sostenibilidad como ventaja competitiva. En un mercado donde ya no se compite solo en precio, sino en propósito, el reto es claro: dejar atrás la lógica de lo desechable y apostar por el valor duradero.