María Montenegro viajó a El Salvador para asistir a un concierto de la cantante Karol G. El mismo evento estuvo en cartelera en Guatemala, aunque USD 100 más caro. No es extraño que guatemaltecos viajen al extranjero, atraídos por espectáculos con mejor experiencia y a menor precio.
Visto y no visto. Son pocos los recintos en el país que pueden albergar conciertos masivos (más de 20 000 asistentes). En muchas ocasiones, las condiciones no compensan el valor de la entrada: suelos de tierra —con riesgo de volverse un lodazal si llueve—, sillas y mesas plásticas, poca visibilidad del espectáculo y músicos, etc.
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Las promotoras de conciertos argumentan que, además del pago al artista, deben instalar el escenario, equipo de sonido profesional, pantallas, luces, baños portátiles, alimentación, camerinos… Cada uno eleva los gastos. Todo termina inflando el precio final del ticket.
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“Tenemos los costos más altos de producción en la región. El precio de los boletos sube por tres variables: falta de infraestructura, limitaciones en aforo y permisos”, explica Roberto Pineda, CEO de CH Promotions.
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Actualmente, solo se tienen dos espacios —ubicados en las zonas capitalinas 5 y 16— que pueden albergar alrededor de 20 000 personas. Son los que más emplean las promotoras con celebridades de talla mundial.
Ecos regionales. Otros países del istmo son una competencia directa en la industria del entretenimiento y conciertos, pero con una clara ventaja. Recintos de mayor capacidad nos ponen “en jaque”.
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Ejemplos notorios son Costa Rica y Panamá. Se permiten aforos de 35 000. Honduras no se queda atrás, con estadios de fútbol acondicionados para recibir hasta 30 000 asistentes.
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“En el Estadio Cuscatlán hacen todos los conciertos. Fui allí porque te ofrece vistas desde todas las localidades al escenario”, comenta Montenegro, al recordar su experiencia en San Salvador. Ese día asistieron unas 30 000 personas, aunque la capacidad era de 45 000.
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Alan Mejía, gerente general de Blessure Guatemala, considera que la falta de infraestructura y disponibilidad reduce la oferta de conciertos en el país. Esto último es un factor que motiva los traslados al extranjero.
En perspectiva. El 29 y 30 de mayo, Taylor Swift se presentó en el remodelado Santiago Bernabéu. Se estima que el impacto económico —generado por locales y visitantes— para la capital española ronda los EUR 150M. Para el Real Madrid, significó un ingreso de unos EUR 9M.
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Para Mejía, este recinto multifuncional —en el que se invirtieron unos EUR 370M en 2023— es una referencia “ideal”. Su capacidad de 65 000 permite cumplir con el punto de equilibrio que requieren estos conciertos (50 000). Con las actuales condiciones guatemaltecas sería inviable traer una artista del quilate de la estadounidense.
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Además, la nueva tecnología del Bernabéu permite resguardar el césped natural en diferentes sótanos, dejando en lugar una superficie para las localidades en pista. La ingeniería incluye un techo retráctil y una espectacular insonorización. El club español espera sacar, en bruto, unos EUR 400M anuales de su nuevo coliseo.
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“Guatemala fácilmente vendería dos fechas completas de Taylor Swift. El problema es que no hay un estadio adecuado en capacidad, infraestructura, mantenimiento y especificaciones de ese calibre. No nos voltean a ver”, asegura Pineda.
Lo que sigue. Un productor guatemalteco, que solicitó el anonimato, asegura que la infraestructura es lo primero que se piensa al momento de realizar un concierto. El propósito es determinar si el cupo permite un retorno de inversión.
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“Necesitamos un lugar con tecnología, estructura, acústica, logística y seguridad. Creo que hay que salir de la ciudad para tener un espacio lo suficientemente amplio y óptimo. Es una incógnita quien hará esa inversión”, expresa.
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Pineda asegura que la mayoría de los shows que demanda el país son pequeños o medianos. Recomienda construir tres establecimientos “tipo auditorios” para 7 000 asistentes.
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“No estaría mal contar con una arena, que tenga las condiciones necesarias, para espectáculos masivos; arriba de 20 000 personas”, agrega.
Balance. Luego de la pandemia se revalorizaron los espectáculos en vivo, que tienen el beneficio de una derrama económica. Los artistas están anuentes a ampliar su ruta de presentaciones. Pero ser un destino eventos requiere infraestructura. Guatemala debería tener un recinto con las características mencionadas. Mientras tanto, el “show continuará”. Sea aquí o en otro país.
María Montenegro viajó a El Salvador para asistir a un concierto de la cantante Karol G. El mismo evento estuvo en cartelera en Guatemala, aunque USD 100 más caro. No es extraño que guatemaltecos viajen al extranjero, atraídos por espectáculos con mejor experiencia y a menor precio.
Visto y no visto. Son pocos los recintos en el país que pueden albergar conciertos masivos (más de 20 000 asistentes). En muchas ocasiones, las condiciones no compensan el valor de la entrada: suelos de tierra —con riesgo de volverse un lodazal si llueve—, sillas y mesas plásticas, poca visibilidad del espectáculo y músicos, etc.
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Las promotoras de conciertos argumentan que, además del pago al artista, deben instalar el escenario, equipo de sonido profesional, pantallas, luces, baños portátiles, alimentación, camerinos… Cada uno eleva los gastos. Todo termina inflando el precio final del ticket.
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“Tenemos los costos más altos de producción en la región. El precio de los boletos sube por tres variables: falta de infraestructura, limitaciones en aforo y permisos”, explica Roberto Pineda, CEO de CH Promotions.
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Actualmente, solo se tienen dos espacios —ubicados en las zonas capitalinas 5 y 16— que pueden albergar alrededor de 20 000 personas. Son los que más emplean las promotoras con celebridades de talla mundial.
Ecos regionales. Otros países del istmo son una competencia directa en la industria del entretenimiento y conciertos, pero con una clara ventaja. Recintos de mayor capacidad nos ponen “en jaque”.
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Ejemplos notorios son Costa Rica y Panamá. Se permiten aforos de 35 000. Honduras no se queda atrás, con estadios de fútbol acondicionados para recibir hasta 30 000 asistentes.
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“En el Estadio Cuscatlán hacen todos los conciertos. Fui allí porque te ofrece vistas desde todas las localidades al escenario”, comenta Montenegro, al recordar su experiencia en San Salvador. Ese día asistieron unas 30 000 personas, aunque la capacidad era de 45 000.
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Alan Mejía, gerente general de Blessure Guatemala, considera que la falta de infraestructura y disponibilidad reduce la oferta de conciertos en el país. Esto último es un factor que motiva los traslados al extranjero.
En perspectiva. El 29 y 30 de mayo, Taylor Swift se presentó en el remodelado Santiago Bernabéu. Se estima que el impacto económico —generado por locales y visitantes— para la capital española ronda los EUR 150M. Para el Real Madrid, significó un ingreso de unos EUR 9M.
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Para Mejía, este recinto multifuncional —en el que se invirtieron unos EUR 370M en 2023— es una referencia “ideal”. Su capacidad de 65 000 permite cumplir con el punto de equilibrio que requieren estos conciertos (50 000). Con las actuales condiciones guatemaltecas sería inviable traer una artista del quilate de la estadounidense.
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Además, la nueva tecnología del Bernabéu permite resguardar el césped natural en diferentes sótanos, dejando en lugar una superficie para las localidades en pista. La ingeniería incluye un techo retráctil y una espectacular insonorización. El club español espera sacar, en bruto, unos EUR 400M anuales de su nuevo coliseo.
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“Guatemala fácilmente vendería dos fechas completas de Taylor Swift. El problema es que no hay un estadio adecuado en capacidad, infraestructura, mantenimiento y especificaciones de ese calibre. No nos voltean a ver”, asegura Pineda.
Lo que sigue. Un productor guatemalteco, que solicitó el anonimato, asegura que la infraestructura es lo primero que se piensa al momento de realizar un concierto. El propósito es determinar si el cupo permite un retorno de inversión.
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“Necesitamos un lugar con tecnología, estructura, acústica, logística y seguridad. Creo que hay que salir de la ciudad para tener un espacio lo suficientemente amplio y óptimo. Es una incógnita quien hará esa inversión”, expresa.
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Pineda asegura que la mayoría de los shows que demanda el país son pequeños o medianos. Recomienda construir tres establecimientos “tipo auditorios” para 7 000 asistentes.
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“No estaría mal contar con una arena, que tenga las condiciones necesarias, para espectáculos masivos; arriba de 20 000 personas”, agrega.
Balance. Luego de la pandemia se revalorizaron los espectáculos en vivo, que tienen el beneficio de una derrama económica. Los artistas están anuentes a ampliar su ruta de presentaciones. Pero ser un destino eventos requiere infraestructura. Guatemala debería tener un recinto con las características mencionadas. Mientras tanto, el “show continuará”. Sea aquí o en otro país.