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Construcción segura, lecciones de un terremoto no ocurrido

.
Braulio Palacios
25 de febrero, 2025

La resistencia de los diferentes tipos de inmuebles en Guatemala no ha sido probada ante un terremoto. Un ejemplo fue el temblor de magnitud 5.5, ocurrido la madrugada del pasado 5 de febrero, que provocó unos 33 gal —unidad de medida de aceleración sísmica—. Aunque interrumpió el sueño de miles, no se compara con los 600 del trágico terremoto de 1976.

Por qué importa. En un reciente evento del sector construcción, los expertos Héctor Monzón Despang y Enrique de León, coincidieron sobre “alertas tempranas” y “lecciones ante un terremoto —magnitud superior a 7.4— que no ha ocurrido”. Su análisis es valioso a medida que se acerca el 50 aniversario del fenómeno sísmico que transformó el devenir del país.

  • Contrario a la creencia popular, un sismo de entre 4 y 5 grados no es prueba fehaciente de la resistencia estructural. Se considera “moderado” o “fuerte”. Dista mucho del desastre de un terremoto de más de 7.5 en la escala de Richter.
  • Si bien el adobe ya no es el material predominante en la infraestructura popular, es prematuro cantar victoria en un país con tanta amenaza sísmica. Guatemala es el “menos urbanizado de Latinoamérica” (56 %), lo que sugiere que la expansión de la zona gris en el entorno urbano es inevitable.
  • La preocupación radica en el exceso de construcción empírica fuera del área metropolitana. Muchas poblaciones han abandonado el adobe, pero su desarrollo ha sido intuitivo y sin requerimientos municipales. Edificar “rápido y barato” no es lo más sensato para evitar una catástrofe.

Datos clave. La población guatemalteca tiene una edad promedio de 26 años.  Un grupo etario en proceso de “dejar el nido”, formar un hogar y, eventualmente, comprar vivienda. En los próximos años se anticipan más proyectos, especialmente en la capital y sus alrededores.

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  • Estimaciones de CABI Data Analytics —presentadas por su CEO, Charles Hess— prevén hasta 170 000 nuevos hogares anuales. La mayoría necesitará un techo, sin importar las condiciones. Ante esa demanda, es crucial implementar “ingeniería de edificios seguros”, cumplir con normativas —especialmente municipales— y establecer certificaciones técnicas en la industria.
  • El último censo indica que millones de viviendas carecen de materiales adecuados. Por ejemplo, hay casi 1.4M de unidades —34.8 % del país— con problemas en sus paredes debido al material empleado.
  • Este aspecto ha mejorado a nivel porcentual desde 1976 (más del 90 %). Sin embargo, eso no se traduce en valores absolutos. Hace cinco décadas había 926 527 inmuebles, mientras que para 2018 superaban el millón. Es fundamental destacar que la calidad del material no garantiza una construcción segura o correcta.

Visto y no visto. Reconocer nuestra historia nos permite ser más humildes respecto a nuestra situación actual. Es evidente que las construcciones anteriores a 1970 necesitan una revisión exhaustiva, así como muchas escuelas públicas. La arquitectura vernácula, mal llamada “arquitectura de remesas”, incuba resultados catastróficos.

  • Es preocupante que los edificios escolares de dos o más pisos tengan “patitas de paloma” (columnas endebles). Otro foco crítico son las construcciones en laderas, calificadas como “el nuevo adobe”. Serían las más vulnerables ante un sismo fuerte. Aunque no habría poblaciones arrasadas como en 1976, sí sufrirían daños significativos, advierte Monzón Despang.
  • Es vital capacitar a los técnicos en construcción para asegurar edificaciones firmes en las comunidades. Se deben convertir en obligatorias las certificaciones municipales. Y, también, mejorar la educación a nivel medio para afrontar vulnerabilidades constructivas y técnicas obsoletas.
  • Comprender cómo las aceleraciones sísmicas afectan el diseño es esencial. La ductilidad en el esquema estructural garantiza un comportamiento adecuado durante los sismos, evitando colapsos y permitiendo deformaciones controladas.

Balance. A pesar de los avances en el país sobre la resistencia estructural, esta sigue sin ser probada ante un sismo fuerte o terremoto. La proliferación de construcciones empíricas y la falta de normativas aumentan el riesgo, especialmente en zonas rurales. La capacitación y certificación en construcción son clave para mitigar futuros desastres, consideran los expertos.

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Construcción segura, lecciones de un terremoto no ocurrido

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Braulio Palacios
25 de febrero, 2025

La resistencia de los diferentes tipos de inmuebles en Guatemala no ha sido probada ante un terremoto. Un ejemplo fue el temblor de magnitud 5.5, ocurrido la madrugada del pasado 5 de febrero, que provocó unos 33 gal —unidad de medida de aceleración sísmica—. Aunque interrumpió el sueño de miles, no se compara con los 600 del trágico terremoto de 1976.

Por qué importa. En un reciente evento del sector construcción, los expertos Héctor Monzón Despang y Enrique de León, coincidieron sobre “alertas tempranas” y “lecciones ante un terremoto —magnitud superior a 7.4— que no ha ocurrido”. Su análisis es valioso a medida que se acerca el 50 aniversario del fenómeno sísmico que transformó el devenir del país.

  • Contrario a la creencia popular, un sismo de entre 4 y 5 grados no es prueba fehaciente de la resistencia estructural. Se considera “moderado” o “fuerte”. Dista mucho del desastre de un terremoto de más de 7.5 en la escala de Richter.
  • Si bien el adobe ya no es el material predominante en la infraestructura popular, es prematuro cantar victoria en un país con tanta amenaza sísmica. Guatemala es el “menos urbanizado de Latinoamérica” (56 %), lo que sugiere que la expansión de la zona gris en el entorno urbano es inevitable.
  • La preocupación radica en el exceso de construcción empírica fuera del área metropolitana. Muchas poblaciones han abandonado el adobe, pero su desarrollo ha sido intuitivo y sin requerimientos municipales. Edificar “rápido y barato” no es lo más sensato para evitar una catástrofe.

Datos clave. La población guatemalteca tiene una edad promedio de 26 años.  Un grupo etario en proceso de “dejar el nido”, formar un hogar y, eventualmente, comprar vivienda. En los próximos años se anticipan más proyectos, especialmente en la capital y sus alrededores.

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  • Estimaciones de CABI Data Analytics —presentadas por su CEO, Charles Hess— prevén hasta 170 000 nuevos hogares anuales. La mayoría necesitará un techo, sin importar las condiciones. Ante esa demanda, es crucial implementar “ingeniería de edificios seguros”, cumplir con normativas —especialmente municipales— y establecer certificaciones técnicas en la industria.
  • El último censo indica que millones de viviendas carecen de materiales adecuados. Por ejemplo, hay casi 1.4M de unidades —34.8 % del país— con problemas en sus paredes debido al material empleado.
  • Este aspecto ha mejorado a nivel porcentual desde 1976 (más del 90 %). Sin embargo, eso no se traduce en valores absolutos. Hace cinco décadas había 926 527 inmuebles, mientras que para 2018 superaban el millón. Es fundamental destacar que la calidad del material no garantiza una construcción segura o correcta.

Visto y no visto. Reconocer nuestra historia nos permite ser más humildes respecto a nuestra situación actual. Es evidente que las construcciones anteriores a 1970 necesitan una revisión exhaustiva, así como muchas escuelas públicas. La arquitectura vernácula, mal llamada “arquitectura de remesas”, incuba resultados catastróficos.

  • Es preocupante que los edificios escolares de dos o más pisos tengan “patitas de paloma” (columnas endebles). Otro foco crítico son las construcciones en laderas, calificadas como “el nuevo adobe”. Serían las más vulnerables ante un sismo fuerte. Aunque no habría poblaciones arrasadas como en 1976, sí sufrirían daños significativos, advierte Monzón Despang.
  • Es vital capacitar a los técnicos en construcción para asegurar edificaciones firmes en las comunidades. Se deben convertir en obligatorias las certificaciones municipales. Y, también, mejorar la educación a nivel medio para afrontar vulnerabilidades constructivas y técnicas obsoletas.
  • Comprender cómo las aceleraciones sísmicas afectan el diseño es esencial. La ductilidad en el esquema estructural garantiza un comportamiento adecuado durante los sismos, evitando colapsos y permitiendo deformaciones controladas.

Balance. A pesar de los avances en el país sobre la resistencia estructural, esta sigue sin ser probada ante un sismo fuerte o terremoto. La proliferación de construcciones empíricas y la falta de normativas aumentan el riesgo, especialmente en zonas rurales. La capacitación y certificación en construcción son clave para mitigar futuros desastres, consideran los expertos.

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