El debate sobre ciudades inteligentes dejó de ser una conversación aspiracional. Hoy la capacidad de una ciudad para gestionar datos, mover personas con eficiencia, garantizar accesibilidad y adaptarse al clima define no solo su calidad de vida, sino también su competitividad económica. En México y Centroamérica, donde la urbanización avanza más rápido que la infraestructura, la pregunta ya no es si debemos apostar por modelos urbanos inteligentes. La cuestión es cómo y con qué velocidad.
La capacidad de integrar movilidad sostenible, digitalización y gestión ambiental puede reducir costos operativos, atraer inversión y generar empleo. Por ello, medir estas capacidades se vuelve indispensable. El Índice de Ciudades Inteligentes 2025 —desarrollado por la Fundación Friedrich Naumann— funciona como termómetro. Muestra con datos dónde funcionan las cosas, dónde fallan y qué decisiones públicas marcan diferencia. Su aporte central, más que un ránking, es la radiografía que permite entender las causas de los rezagos urbanos.
Los hallazgos metodológicos señalan un patrón común en la región. Las ciudades que mejor avanzan son aquellas que lograron articular tres elementos poco visibles, pero decisivos: instituciones capaces de planificar a largo plazo, densidades urbanas equilibradas y ecosistemas de innovación que conectan sector privado, academia y autoridades locales.
La Ciudad de Guatemala se posiciona en segundo lugar en la categoría Ciudad Móvil con un puntaje de 77/100, impulsada por su alta densidad urbana, un nivel medio de conectividad vial y uno de los sistemas de transporte más robustos de la región. Pese a sus retos metropolitanos, la capital cuenta con una base estructural capaz de sostener políticas de movilidad más eficientes. Además, se ubica en el top 10 en transparencia, impulsada por una fortaleza financiera sólida y una alcaldía con buen nivel de digitalización.
Como explicó el investigador urbanista mexicano Marco Martínez, al analizar casos como Ciudad de Guatemala, Antigua o Tegucigalpa, “los mayores cuellos de botella no siempre están dentro de la urbe, sino en cómo se relaciona con su entorno metropolitano”. La movilidad es un ejemplo claro de cómo puede mejorarse el transporte interno. No obstante, la congestión seguirá existiendo si el municipio vecino no coordina rutas, flujos o normativas.
Por su parte, Antigua Guatemala confirma el potencial de las ciudades intermedias: se sitúa entre las primeras posiciones de “Ciudad Startup”. Lo hace gracias a una combinación de identidad urbana fuerte, oferta turística de alto valor y una presencia elevada de alojamientos tipo Airbnb por cada 100 000 habitantes.
Su capacidad de competir con metrópolis regionales demuestra que el tamaño no es determinante cuando hay un ecosistema cultural y económico articulado. Figura, asimismo, entre las ciudades con mejor gobernanza digital intermedia, con un portal web municipal bien calificado y niveles significativos de ingresos propios (50 %).
El embajador de Alemania en Guatemala, Hardy Boeckle, apuntó que las ciudades inteligentes no son únicamente tecnología. “Son espacios más humanos y sostenibles”. Y es en ese punto donde la urgencia se vuelve política: sin gobernanza metropolitana, manejo eficiente del suelo, redes verdes y datos abiertos, el área seguirá perdiendo terreno frente a economías que ya integran estos estándares.
Quien improvisa, retrocede. Pensar las ciudades como sistemas inteligentes no es un ejercicio futurista, es una estrategia de desarrollo. El índice subraya que quien planifica, mide y coordina, avanza.
El debate sobre ciudades inteligentes dejó de ser una conversación aspiracional. Hoy la capacidad de una ciudad para gestionar datos, mover personas con eficiencia, garantizar accesibilidad y adaptarse al clima define no solo su calidad de vida, sino también su competitividad económica. En México y Centroamérica, donde la urbanización avanza más rápido que la infraestructura, la pregunta ya no es si debemos apostar por modelos urbanos inteligentes. La cuestión es cómo y con qué velocidad.
La capacidad de integrar movilidad sostenible, digitalización y gestión ambiental puede reducir costos operativos, atraer inversión y generar empleo. Por ello, medir estas capacidades se vuelve indispensable. El Índice de Ciudades Inteligentes 2025 —desarrollado por la Fundación Friedrich Naumann— funciona como termómetro. Muestra con datos dónde funcionan las cosas, dónde fallan y qué decisiones públicas marcan diferencia. Su aporte central, más que un ránking, es la radiografía que permite entender las causas de los rezagos urbanos.
Los hallazgos metodológicos señalan un patrón común en la región. Las ciudades que mejor avanzan son aquellas que lograron articular tres elementos poco visibles, pero decisivos: instituciones capaces de planificar a largo plazo, densidades urbanas equilibradas y ecosistemas de innovación que conectan sector privado, academia y autoridades locales.
La Ciudad de Guatemala se posiciona en segundo lugar en la categoría Ciudad Móvil con un puntaje de 77/100, impulsada por su alta densidad urbana, un nivel medio de conectividad vial y uno de los sistemas de transporte más robustos de la región. Pese a sus retos metropolitanos, la capital cuenta con una base estructural capaz de sostener políticas de movilidad más eficientes. Además, se ubica en el top 10 en transparencia, impulsada por una fortaleza financiera sólida y una alcaldía con buen nivel de digitalización.
Como explicó el investigador urbanista mexicano Marco Martínez, al analizar casos como Ciudad de Guatemala, Antigua o Tegucigalpa, “los mayores cuellos de botella no siempre están dentro de la urbe, sino en cómo se relaciona con su entorno metropolitano”. La movilidad es un ejemplo claro de cómo puede mejorarse el transporte interno. No obstante, la congestión seguirá existiendo si el municipio vecino no coordina rutas, flujos o normativas.
Por su parte, Antigua Guatemala confirma el potencial de las ciudades intermedias: se sitúa entre las primeras posiciones de “Ciudad Startup”. Lo hace gracias a una combinación de identidad urbana fuerte, oferta turística de alto valor y una presencia elevada de alojamientos tipo Airbnb por cada 100 000 habitantes.
Su capacidad de competir con metrópolis regionales demuestra que el tamaño no es determinante cuando hay un ecosistema cultural y económico articulado. Figura, asimismo, entre las ciudades con mejor gobernanza digital intermedia, con un portal web municipal bien calificado y niveles significativos de ingresos propios (50 %).
El embajador de Alemania en Guatemala, Hardy Boeckle, apuntó que las ciudades inteligentes no son únicamente tecnología. “Son espacios más humanos y sostenibles”. Y es en ese punto donde la urgencia se vuelve política: sin gobernanza metropolitana, manejo eficiente del suelo, redes verdes y datos abiertos, el área seguirá perdiendo terreno frente a economías que ya integran estos estándares.
Quien improvisa, retrocede. Pensar las ciudades como sistemas inteligentes no es un ejercicio futurista, es una estrategia de desarrollo. El índice subraya que quien planifica, mide y coordina, avanza.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: