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Calor de fondo, el termómetro del PIB

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Alicia Utrera
11 de noviembre, 2025

Centroamérica enfrenta un riesgo macroeconómico de largo plazo: el incremento sostenido de las temperaturas podría frenar el crecimiento del PIB per cápita. Así lo detalla un estudio conjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y la Secretaría Ejecutiva del Consejo Monetario Centroamericano (SECMCA), que advierte de efectos amplificados a medida que las temperaturas superan ciertos umbrales críticos.

Según el informe, cuando las temperaturas promedio anuales sobrepasan entre 16.5 y 21.5 °C, la actividad económica se deteriora de forma significativa, afectando la productividad y la capacidad de crecimiento de los países. Este fenómeno no se limita a pérdidas coyunturales, sino que podría provocar impactos estructurales de largo plazo sobre estas economías.

Pérdidas proyectadas al 2050

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Las estimaciones indican reducciones del PIB per cápita que oscilan entre 28 y 37 % en el contexto de un escenario de altas temperaturas hacia mediados de siglo. Nicaragua y El Salvador encabezan la lista de los más afectados, con caídas estimadas de 37 % y 36 %, respectivamente. Les siguen Honduras (33 %), Guatemala (30), Panamá (32), Costa Rica (31) y República Dominicana (28 %).

Incluso en el corto plazo —hacia 2030— se prevén pérdidas entre 2.7 y 3.8 % del PIB per cápita en función del país, bajo incrementos de temperatura de apenas entre 0.3 y 0.8 °C. El estudio enfatiza que la magnitud del impacto varía según la estructura productiva de cada nación y su dependencia de sectores sensibles como el turismo, la agricultura y la infraestructura.

Las conclusiones refuerzan la urgencia de fortalecer la resiliencia económica mediante innovación, inversión tecnológica y diversificación productiva. La vulnerabilidad de sectores estratégicos —como el turismo en Costa Rica o la logística en Panamá— exige políticas orientadas a la eficiencia energética, la productividad agrícola y la protección de infraestructuras clave, pilares fundamentales para garantizar la competitividad de la región.

Los resultados también muestran la necesidad de planificar con visión empresarial de largo plazo. Las economías más expuestas — Nicaragua, El Salvador y Honduras —, deberán priorizar marcos regulatorios que incentiven la inversión privada en modernización tecnológica, sistemas de alerta temprana y obras de infraestructura adaptadas a las nuevas condiciones operativas.

En conjunto, se plantea un mensaje central: sin estabilidad productiva ni diversificación, las economías del istmo podrían ver comprometida su trayectoria ascendente. Esto hace indispensable que el sector empresarial, los gobiernos y los organismos financieros actúen con pragmatismo económico y visión estratégica.

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Centroamérica enfrenta un riesgo macroeconómico de largo plazo: el incremento sostenido de las temperaturas podría frenar el crecimiento del PIB per cápita. Así lo detalla un estudio conjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y la Secretaría Ejecutiva del Consejo Monetario Centroamericano (SECMCA), que advierte de efectos amplificados a medida que las temperaturas superan ciertos umbrales críticos.

Según el informe, cuando las temperaturas promedio anuales sobrepasan entre 16.5 y 21.5 °C, la actividad económica se deteriora de forma significativa, afectando la productividad y la capacidad de crecimiento de los países. Este fenómeno no se limita a pérdidas coyunturales, sino que podría provocar impactos estructurales de largo plazo sobre estas economías.

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Las estimaciones indican reducciones del PIB per cápita que oscilan entre 28 y 37 % en el contexto de un escenario de altas temperaturas hacia mediados de siglo. Nicaragua y El Salvador encabezan la lista de los más afectados, con caídas estimadas de 37 % y 36 %, respectivamente. Les siguen Honduras (33 %), Guatemala (30), Panamá (32), Costa Rica (31) y República Dominicana (28 %).

Incluso en el corto plazo —hacia 2030— se prevén pérdidas entre 2.7 y 3.8 % del PIB per cápita en función del país, bajo incrementos de temperatura de apenas entre 0.3 y 0.8 °C. El estudio enfatiza que la magnitud del impacto varía según la estructura productiva de cada nación y su dependencia de sectores sensibles como el turismo, la agricultura y la infraestructura.

Las conclusiones refuerzan la urgencia de fortalecer la resiliencia económica mediante innovación, inversión tecnológica y diversificación productiva. La vulnerabilidad de sectores estratégicos —como el turismo en Costa Rica o la logística en Panamá— exige políticas orientadas a la eficiencia energética, la productividad agrícola y la protección de infraestructuras clave, pilares fundamentales para garantizar la competitividad de la región.

Los resultados también muestran la necesidad de planificar con visión empresarial de largo plazo. Las economías más expuestas — Nicaragua, El Salvador y Honduras —, deberán priorizar marcos regulatorios que incentiven la inversión privada en modernización tecnológica, sistemas de alerta temprana y obras de infraestructura adaptadas a las nuevas condiciones operativas.

En conjunto, se plantea un mensaje central: sin estabilidad productiva ni diversificación, las economías del istmo podrían ver comprometida su trayectoria ascendente. Esto hace indispensable que el sector empresarial, los gobiernos y los organismos financieros actúen con pragmatismo económico y visión estratégica.

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