La inflación global ha perdido fuerza, marcando el cierre de un ciclo de presión que comenzó con la pandemia y se amplificó por crisis sucesivas. Sin embargo, el alivio en los precios no se traduce en una recuperación sólida. En Latinoamérica, la estabilidad convive con un crecimiento débil, presiones externas y un nuevo equilibrio comercial en disputa.
Por qué importa. El fin del auge inflacionario redefine prioridades económicas. Para la región, el nuevo reto es no estancarse en medio de un entorno global más incierto.
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Aunque globalmente cayó al 4 % y se proyecta en 3 % para los próximos años, los países aún enfrentan riesgos por tasas altas y comercio fragmentado.
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“Los consumidores han recuperado algo de poder adquisitivo, pero el entorno sigue siendo frágil”, comenta Paula Achury, analista económica de CABI.
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Deben adaptarse a un mundo donde el dinamismo ya no es la norma y los ciclos son más volátiles.
En el radar. El proceso de desinflación no fue espontáneo: respondió a políticas restrictivas, ajustes de mercado y una transformación en la lógica del comercio global.
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El covid, la guerra en Ucrania y los cuellos de botella logísticos alteraron los precios y provocaron una ola de inflación que alcanzó su pico en 2022.
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En respuesta, los bancos centrales elevaron sus tasas. La Reserva Federal de EE. UU. aún mantiene la suya en 4.5 %, pese a la contención inflacionaria.
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“No estamos regresando al equilibrio anterior, sino entrando en un nuevo orden económico”, advierte Achury.
Datos clave. Los precios se estabilizan, pero los resultados son dispares. Mientras unos países superan el umbral, otros siguen enfrentando presiones sectoriales.
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Este año Guatemala (2 %), México (3.8) y Perú están dentro de sus metas. Colombia, por su parte, continúa con la inflación más alta de la región: 5.2 %.
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Rubros sensibles como educación (17 % en Colombia) y transporte todavía elevan el costo de vida en varios países.
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En contraste, economías dolarizadas como Panamá, El Salvador y Ecuador presentan signos de deflación o precios estables.
Entre líneas. El crecimiento se enfría en toda la región, sin llegar a recesión. A esto se suma una reconfiguración comercial donde China gana terreno y Washington responde con medidas defensivas.
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Latinoamérica crecerá apenas 2 % en 2025, según proyecciones de CABI. Las economías más ligadas a EE. UU. resentirán su bajo dinamismo.
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La correlación inflacionaria con EE. UU. supera el 90 % en México, El Salvador y Panamá. En cuanto a Guatemala y Colombia, responden con mayor desfase.
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El Liberation Day y los nuevos aranceles elevan la incertidumbre sobre el comercio internacional y la competitividad regional.
Lo que sigue. Estabilidad sin crecimiento es un equilibrio volátil. Se necesitan respuestas de mediano plazo para no quedar atrapada entre riesgos externos y pasividad interna.
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La Fed podría postergar cualquier baja de tasas si persisten los riesgos geopolíticos o un repunte de precios energéticos.
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Las negociaciones comerciales entre EE. UU. y China siguen abiertas, pero el nuevo proteccionismo ya deja sentir sus efectos en el petróleo y la inversión.
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Como concluye Achury, “el reto ahora es mantener la estabilidad sin frenar la recuperación”.
La inflación global ha perdido fuerza, marcando el cierre de un ciclo de presión que comenzó con la pandemia y se amplificó por crisis sucesivas. Sin embargo, el alivio en los precios no se traduce en una recuperación sólida. En Latinoamérica, la estabilidad convive con un crecimiento débil, presiones externas y un nuevo equilibrio comercial en disputa.
Por qué importa. El fin del auge inflacionario redefine prioridades económicas. Para la región, el nuevo reto es no estancarse en medio de un entorno global más incierto.
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Aunque globalmente cayó al 4 % y se proyecta en 3 % para los próximos años, los países aún enfrentan riesgos por tasas altas y comercio fragmentado.
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“Los consumidores han recuperado algo de poder adquisitivo, pero el entorno sigue siendo frágil”, comenta Paula Achury, analista económica de CABI.
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Deben adaptarse a un mundo donde el dinamismo ya no es la norma y los ciclos son más volátiles.
En el radar. El proceso de desinflación no fue espontáneo: respondió a políticas restrictivas, ajustes de mercado y una transformación en la lógica del comercio global.
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El covid, la guerra en Ucrania y los cuellos de botella logísticos alteraron los precios y provocaron una ola de inflación que alcanzó su pico en 2022.
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En respuesta, los bancos centrales elevaron sus tasas. La Reserva Federal de EE. UU. aún mantiene la suya en 4.5 %, pese a la contención inflacionaria.
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“No estamos regresando al equilibrio anterior, sino entrando en un nuevo orden económico”, advierte Achury.
Datos clave. Los precios se estabilizan, pero los resultados son dispares. Mientras unos países superan el umbral, otros siguen enfrentando presiones sectoriales.
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Este año Guatemala (2 %), México (3.8) y Perú están dentro de sus metas. Colombia, por su parte, continúa con la inflación más alta de la región: 5.2 %.
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Rubros sensibles como educación (17 % en Colombia) y transporte todavía elevan el costo de vida en varios países.
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En contraste, economías dolarizadas como Panamá, El Salvador y Ecuador presentan signos de deflación o precios estables.
Entre líneas. El crecimiento se enfría en toda la región, sin llegar a recesión. A esto se suma una reconfiguración comercial donde China gana terreno y Washington responde con medidas defensivas.
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Latinoamérica crecerá apenas 2 % en 2025, según proyecciones de CABI. Las economías más ligadas a EE. UU. resentirán su bajo dinamismo.
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La correlación inflacionaria con EE. UU. supera el 90 % en México, El Salvador y Panamá. En cuanto a Guatemala y Colombia, responden con mayor desfase.
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El Liberation Day y los nuevos aranceles elevan la incertidumbre sobre el comercio internacional y la competitividad regional.
Lo que sigue. Estabilidad sin crecimiento es un equilibrio volátil. Se necesitan respuestas de mediano plazo para no quedar atrapada entre riesgos externos y pasividad interna.
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La Fed podría postergar cualquier baja de tasas si persisten los riesgos geopolíticos o un repunte de precios energéticos.
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Las negociaciones comerciales entre EE. UU. y China siguen abiertas, pero el nuevo proteccionismo ya deja sentir sus efectos en el petróleo y la inversión.
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Como concluye Achury, “el reto ahora es mantener la estabilidad sin frenar la recuperación”.