El socio de Monitored Deloitte, Ankit Sharma, advierte que las remesas seguirán creciendo a corto plazo, pero enfrentan límites estructurales y regulatorios en el largo plazo.
También señala que la rentabilidad bancaria en este segmento es viable mediante innovación y alianzas con fintech, y que los bancos deben evitar excluir a los no digitalizados.
¿Cree usted que las remesas seguirán creciendo en Latinoamérica o estamos cerca de un límite estructural o tecnológico?
—En el corto plazo, sí seguirán creciendo. Esto se debe a dos factores principales: la posibilidad de que EE. UU. imponga un impuesto a las remesas, lo cual podría incentivar un repunte, y la solidez del mercado laboral estadounidense.
En el mediano y largo plazo, sin embargo, hay razones para pensar en una desaceleración. Un impuesto haría que las personas envíen menos dinero. Además, países como Guatemala, El Salvador o Nicaragua ya tienen remesas que representan entre 20 % y 25 % del PIB, lo que sugiere un límite estructural al crecimiento.
¿Es rentable para los bancos ofrecer productos a usuarios de remesas sin historial crediticio ni altos ingresos?
—Sí, ya existen ejemplos viables en la región. En México, por ejemplo, algunos bancos otorgan microcréditos basados en los flujos de remesas, sin recurrir a burós de crédito tradicionales.
Además, se están desarrollando microseguros con primas accesibles y remesas dirigidas, que permiten trazar el uso del dinero. Aunque los márgenes son bajos, el volumen es tan alto que sí hay un caso de negocio.
¿Qué riesgos enfrentan las fintech y neobancos ante una posible ola de regulaciones financieras internacionales más estrictas?
—El riesgo principal es el aumento de los costos operativos. Con más regulaciones sobre lavado de dinero y conocimiento del cliente, estas entidades deben invertir en controles más robustos y personal capacitado.
Esto impacta directamente su rentabilidad. Mientras más estricta sea la regulación, mayores serán las tareas y los gastos necesarios para cumplirlas.
¿Cómo deberían prepararse los bancos tradicionales ante el crecimiento de wallets digitales y plataformas descentralizadas en remesas?
—Una de las estrategias más efectivas es aliarse con las fintech. En México y Brasil, ya se están formando alianzas donde los bancos aportan regulación y las fintech, innovación en experiencia de usuario.
Así, los bancos logran acelerar su capacidad de respuesta y modernizar sus servicios. Además, cada vez más remesas llegan a través de estos canales, lo que obliga a integrarlos.
¿Qué factores estructurales explican que México reciba más remesas en monto absoluto, pero representen menos en su PIB que en Guatemala?
—La diferencia se debe al tamaño económico y la diversificación. México tiene una economía mucho mayor, con 130 millones de habitantes frente a los 20 millones de Guatemala, y exporta más del 30 % de su PIB.
En cambio, Guatemala depende en gran medida del consumo interno y no exporta ni invierte tanto como otros países. Esa falta de diversificación explica su mayor dependencia relativa.
¿Qué oportunidades tiene Guatemala para reducir su dependencia de las remesas? ¿Puede tomar como referencia el caso mexicano?
—El contexto es diferente, pero hay aprendizajes. Guatemala debe impulsar sectores estratégicos que generen inversión y exportación. Así puede cambiar la composición de su PIB y reducir la proporción que representan las remesas.
Otra vía es redirigir las remesas a fines más productivos. Hoy, el 80 % se destina al consumo inmediato. Si se canalizan a proyectos estructurados, pueden generar impacto económico a largo plazo.
¿Qué impacto tendría realmente un impuesto a las remesas por parte de EE. UU. tanto en México como en Guatemala?
—En el corto plazo podría haber un efecto positivo: la gente enviaría más dinero antes de que se imponga la ley. Pero esto sería temporal.
A mediano plazo, sí habría una baja del 3 % al 5 %. También aumentaría el uso de canales informales, lo que reduce la trazabilidad y aumenta riesgos de fraude. Guatemala debe actuar con diplomacia y el sector privado podría absorber parte del costo.
¿Qué barreras internas, más allá de la tecnología, frenan la transformación digital en la banca latinoamericana?
—Hay tres principales: cultura organizacional, talento e impaciencia con los resultados. Muchas veces los líderes no están alineados con las iniciativas digitales.
Además, el talento es escaso o costoso. Y al no ver beneficios inmediatos, los proyectos pierden apoyo antes de madurar. Superar esto exige liderazgo comprometido y visión a largo plazo.
¿Cómo cambia el modelo operativo bancario cuando la interacción humana ya no es el centro del servicio?
—Cambia en tres dimensiones: personas, procesos y tecnología. Se automatizan procesos y se requiere menos personal, pero con perfiles más tecnológicos.
También cambian los incentivos: en lo digital es más difícil atribuir ventas. Además, la infraestructura se digitaliza completamente, reduciendo costos y aumentando eficiencia.
¿Cuáles son las tres palancas más efectivas para que un banco logre transformarse sin perder eficiencia operativa?
—La primera es la cultura organizacional y el talento humano. Se necesitan equipos comprometidos, preparados y con estructuras ágiles.
La segunda es definir métricas claras de corto plazo que permitan medir avances y mantener el rumbo. La tercera es la infraestructura tecnológica y de ciberseguridad, clave para mantener la confianza del cliente.
¿Hacia dónde ve que evolucione el modelo de negocio de remesas: más integración bancaria o mayor autonomía fintech?
—Hacia ecosistemas colaborativos. Veo a bancos, fintech y comercios trabajando juntos para que las remesas se usen en entornos conectados.
Por ejemplo, una remesa enviada desde EE. UU. puede ser usada en Guatemala para comprar productos en tiendas aliadas. Así se fideliza al cliente y se abren nuevas oportunidades de negocio financiero.
¿Cuál es el mayor riesgo de la banca digital en su afán por transformarse, especialmente frente a usuarios migrantes no tan digitalizados?
—El mayor riesgo es dejar fuera a quienes no pueden o no quieren digitalizarse. No todos los migrantes tienen acceso o familiaridad con tecnología.
Por eso se necesita una estrategia phygital: digital para quienes pueden usarla, y física para quienes aún la necesitan. Ignorar esto significaría excluir a una parte importante de la población.
El socio de Monitored Deloitte, Ankit Sharma, advierte que las remesas seguirán creciendo a corto plazo, pero enfrentan límites estructurales y regulatorios en el largo plazo.
También señala que la rentabilidad bancaria en este segmento es viable mediante innovación y alianzas con fintech, y que los bancos deben evitar excluir a los no digitalizados.
¿Cree usted que las remesas seguirán creciendo en Latinoamérica o estamos cerca de un límite estructural o tecnológico?
—En el corto plazo, sí seguirán creciendo. Esto se debe a dos factores principales: la posibilidad de que EE. UU. imponga un impuesto a las remesas, lo cual podría incentivar un repunte, y la solidez del mercado laboral estadounidense.
En el mediano y largo plazo, sin embargo, hay razones para pensar en una desaceleración. Un impuesto haría que las personas envíen menos dinero. Además, países como Guatemala, El Salvador o Nicaragua ya tienen remesas que representan entre 20 % y 25 % del PIB, lo que sugiere un límite estructural al crecimiento.
¿Es rentable para los bancos ofrecer productos a usuarios de remesas sin historial crediticio ni altos ingresos?
—Sí, ya existen ejemplos viables en la región. En México, por ejemplo, algunos bancos otorgan microcréditos basados en los flujos de remesas, sin recurrir a burós de crédito tradicionales.
Además, se están desarrollando microseguros con primas accesibles y remesas dirigidas, que permiten trazar el uso del dinero. Aunque los márgenes son bajos, el volumen es tan alto que sí hay un caso de negocio.
¿Qué riesgos enfrentan las fintech y neobancos ante una posible ola de regulaciones financieras internacionales más estrictas?
—El riesgo principal es el aumento de los costos operativos. Con más regulaciones sobre lavado de dinero y conocimiento del cliente, estas entidades deben invertir en controles más robustos y personal capacitado.
Esto impacta directamente su rentabilidad. Mientras más estricta sea la regulación, mayores serán las tareas y los gastos necesarios para cumplirlas.
¿Cómo deberían prepararse los bancos tradicionales ante el crecimiento de wallets digitales y plataformas descentralizadas en remesas?
—Una de las estrategias más efectivas es aliarse con las fintech. En México y Brasil, ya se están formando alianzas donde los bancos aportan regulación y las fintech, innovación en experiencia de usuario.
Así, los bancos logran acelerar su capacidad de respuesta y modernizar sus servicios. Además, cada vez más remesas llegan a través de estos canales, lo que obliga a integrarlos.
¿Qué factores estructurales explican que México reciba más remesas en monto absoluto, pero representen menos en su PIB que en Guatemala?
—La diferencia se debe al tamaño económico y la diversificación. México tiene una economía mucho mayor, con 130 millones de habitantes frente a los 20 millones de Guatemala, y exporta más del 30 % de su PIB.
En cambio, Guatemala depende en gran medida del consumo interno y no exporta ni invierte tanto como otros países. Esa falta de diversificación explica su mayor dependencia relativa.
¿Qué oportunidades tiene Guatemala para reducir su dependencia de las remesas? ¿Puede tomar como referencia el caso mexicano?
—El contexto es diferente, pero hay aprendizajes. Guatemala debe impulsar sectores estratégicos que generen inversión y exportación. Así puede cambiar la composición de su PIB y reducir la proporción que representan las remesas.
Otra vía es redirigir las remesas a fines más productivos. Hoy, el 80 % se destina al consumo inmediato. Si se canalizan a proyectos estructurados, pueden generar impacto económico a largo plazo.
¿Qué impacto tendría realmente un impuesto a las remesas por parte de EE. UU. tanto en México como en Guatemala?
—En el corto plazo podría haber un efecto positivo: la gente enviaría más dinero antes de que se imponga la ley. Pero esto sería temporal.
A mediano plazo, sí habría una baja del 3 % al 5 %. También aumentaría el uso de canales informales, lo que reduce la trazabilidad y aumenta riesgos de fraude. Guatemala debe actuar con diplomacia y el sector privado podría absorber parte del costo.
¿Qué barreras internas, más allá de la tecnología, frenan la transformación digital en la banca latinoamericana?
—Hay tres principales: cultura organizacional, talento e impaciencia con los resultados. Muchas veces los líderes no están alineados con las iniciativas digitales.
Además, el talento es escaso o costoso. Y al no ver beneficios inmediatos, los proyectos pierden apoyo antes de madurar. Superar esto exige liderazgo comprometido y visión a largo plazo.
¿Cómo cambia el modelo operativo bancario cuando la interacción humana ya no es el centro del servicio?
—Cambia en tres dimensiones: personas, procesos y tecnología. Se automatizan procesos y se requiere menos personal, pero con perfiles más tecnológicos.
También cambian los incentivos: en lo digital es más difícil atribuir ventas. Además, la infraestructura se digitaliza completamente, reduciendo costos y aumentando eficiencia.
¿Cuáles son las tres palancas más efectivas para que un banco logre transformarse sin perder eficiencia operativa?
—La primera es la cultura organizacional y el talento humano. Se necesitan equipos comprometidos, preparados y con estructuras ágiles.
La segunda es definir métricas claras de corto plazo que permitan medir avances y mantener el rumbo. La tercera es la infraestructura tecnológica y de ciberseguridad, clave para mantener la confianza del cliente.
¿Hacia dónde ve que evolucione el modelo de negocio de remesas: más integración bancaria o mayor autonomía fintech?
—Hacia ecosistemas colaborativos. Veo a bancos, fintech y comercios trabajando juntos para que las remesas se usen en entornos conectados.
Por ejemplo, una remesa enviada desde EE. UU. puede ser usada en Guatemala para comprar productos en tiendas aliadas. Así se fideliza al cliente y se abren nuevas oportunidades de negocio financiero.
¿Cuál es el mayor riesgo de la banca digital en su afán por transformarse, especialmente frente a usuarios migrantes no tan digitalizados?
—El mayor riesgo es dejar fuera a quienes no pueden o no quieren digitalizarse. No todos los migrantes tienen acceso o familiaridad con tecnología.
Por eso se necesita una estrategia phygital: digital para quienes pueden usarla, y física para quienes aún la necesitan. Ignorar esto significaría excluir a una parte importante de la población.