Qué destacar. Mañana 9 de mayo se conmemoran 75 años de la Declaración Schuman, pronunciada en 1950 por el entonces ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman. Sentó las bases de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Le siguieron la Comunidad Económica Europea (1957) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (1958). Su motivación inicial: evitar una nueva guerra. Mas la dimensión económica fue fundamental desde el comienzo.
Por qué importa. La construcción europea ha sido una de las experiencias más ambiciosas y exitosas de integración. Desde la CECA hasta la creación del mercado único en 1993 y la adopción del euro en 1999, se han ido eliminando barreras al comercio.
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Se ha facilitado, asimismo, la libre circulación de bienes, personas, servicios y capitales, y creado un entorno regulatorio común para sus miembros.
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Estos avances han potenciado la competitividad de las naciones europeas, mejorado la eficiencia de los mercados y fomentado la inversión extranjera directa.
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El PIB combinado de la Unión Europea (UE) representa hoy cerca del 15 % del PIB mundial, y su mercado interno, con más de 440 millones de personas, es uno de los mayores del planeta.
El otro lado. La política de cohesión y solidaridad, mediante fondos estructurales y de inversión, ha contribuido a reducir las disparidades entre regiones. Sin embargo, persisten diferencias significativas.
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La integración monetaria ha facilitado el comercio intraeuropeo y eliminado riesgos cambiarios. No obstante, ha expuesto debilidades estructurales, evidenciadas durante la crisis del euro entre 2010 y 2012.
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La crisis migratoria y el Brexit han puesto a prueba su cohesión y capacidad de respuesta.
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Otro tanto ha ocurrido con el covid y la guerra en Ucrania.
Ecos regionales. El modelo europeo ha servido de referencia para Latinoamérica. Proyectos como el Mercosur, la Comunidad Andina o la Alianza del Pacífico se han inspirado, en mayor o menor medida, en él.
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Si bien el contexto político y económico ha dificultado una integración tan profunda como la europea, el principio de cooperación regional para aumentar la competitividad y mayor estabilidad es compartido.
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La UE ha sido un socio primordial en comercio, asistencia técnica y cooperación para el desarrollo. Acuerdos como el de la UE con el Mercosur o con México apuntan a reforzar estos lazos.
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Con la ratificación el año pasado del Acuerdo de Asociación con Centroamérica por el Consejo de la UE el comercio birregional se ampliará y diversificará de conformidad con la OMC y este convenio.
Ahora qué. La UE debe abordar cuestiones muy ligadas al de la inmigración como es el del envejecimiento demográfico. Otros desafíos son la transición hacia una economía verde y digital, la dependencia energética y la necesidad de avanzar en una política fiscal común más sólida.
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Un reto no menor es el de la nueva política arancelaria de Washington. El contexto geopolítico obliga a repensar la autonomía estratégica: industrial y tecnológica.
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La rivalidad entre EE. UU. y China, y la creciente inestabilidad en el vecindario, han impulsado debates sobre la necesidad de una política común de defensa y una mayor inversión en innovación y soberanía tecnológica.
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La ampliación hacia los Balcanes Occidentales y Ucrania, así como una reforma institucional que garantice la eficiencia en una Unión más grande y diversa, son temas cruciales en la agenda.
En conclusión. La integración económica ha impulsado la cooperación, prosperidad y estabilidad. Seguirá siendo un eje central, pero deberá acompañarse de un fortalecimiento político que permita mantener su relevancia en un mundo multipolar y en transformación constante.
Qué destacar. Mañana 9 de mayo se conmemoran 75 años de la Declaración Schuman, pronunciada en 1950 por el entonces ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman. Sentó las bases de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Le siguieron la Comunidad Económica Europea (1957) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (1958). Su motivación inicial: evitar una nueva guerra. Mas la dimensión económica fue fundamental desde el comienzo.
Por qué importa. La construcción europea ha sido una de las experiencias más ambiciosas y exitosas de integración. Desde la CECA hasta la creación del mercado único en 1993 y la adopción del euro en 1999, se han ido eliminando barreras al comercio.
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Se ha facilitado, asimismo, la libre circulación de bienes, personas, servicios y capitales, y creado un entorno regulatorio común para sus miembros.
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Estos avances han potenciado la competitividad de las naciones europeas, mejorado la eficiencia de los mercados y fomentado la inversión extranjera directa.
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El PIB combinado de la Unión Europea (UE) representa hoy cerca del 15 % del PIB mundial, y su mercado interno, con más de 440 millones de personas, es uno de los mayores del planeta.
El otro lado. La política de cohesión y solidaridad, mediante fondos estructurales y de inversión, ha contribuido a reducir las disparidades entre regiones. Sin embargo, persisten diferencias significativas.
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La integración monetaria ha facilitado el comercio intraeuropeo y eliminado riesgos cambiarios. No obstante, ha expuesto debilidades estructurales, evidenciadas durante la crisis del euro entre 2010 y 2012.
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La crisis migratoria y el Brexit han puesto a prueba su cohesión y capacidad de respuesta.
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Otro tanto ha ocurrido con el covid y la guerra en Ucrania.
Ecos regionales. El modelo europeo ha servido de referencia para Latinoamérica. Proyectos como el Mercosur, la Comunidad Andina o la Alianza del Pacífico se han inspirado, en mayor o menor medida, en él.
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Si bien el contexto político y económico ha dificultado una integración tan profunda como la europea, el principio de cooperación regional para aumentar la competitividad y mayor estabilidad es compartido.
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La UE ha sido un socio primordial en comercio, asistencia técnica y cooperación para el desarrollo. Acuerdos como el de la UE con el Mercosur o con México apuntan a reforzar estos lazos.
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Con la ratificación el año pasado del Acuerdo de Asociación con Centroamérica por el Consejo de la UE el comercio birregional se ampliará y diversificará de conformidad con la OMC y este convenio.
Ahora qué. La UE debe abordar cuestiones muy ligadas al de la inmigración como es el del envejecimiento demográfico. Otros desafíos son la transición hacia una economía verde y digital, la dependencia energética y la necesidad de avanzar en una política fiscal común más sólida.
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Un reto no menor es el de la nueva política arancelaria de Washington. El contexto geopolítico obliga a repensar la autonomía estratégica: industrial y tecnológica.
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La rivalidad entre EE. UU. y China, y la creciente inestabilidad en el vecindario, han impulsado debates sobre la necesidad de una política común de defensa y una mayor inversión en innovación y soberanía tecnológica.
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La ampliación hacia los Balcanes Occidentales y Ucrania, así como una reforma institucional que garantice la eficiencia en una Unión más grande y diversa, son temas cruciales en la agenda.
En conclusión. La integración económica ha impulsado la cooperación, prosperidad y estabilidad. Seguirá siendo un eje central, pero deberá acompañarse de un fortalecimiento político que permita mantener su relevancia en un mundo multipolar y en transformación constante.