¿Y si Guatemala pudiera estar entre los mejores? El plan que hace nuestro sueño realidad
En mi columna del 2 de junio, Guatemala 2050: una ciudad atrapada entre el smog, el crimen y el caos vial, advertí que, si no actuamos con decisión, condenaremos a nuestros hijos a vivir en una capital asfixiada por la inseguridad, el tráfico y la contaminación. Días después, recibí un mensaje de Julio C. Urdaneta, Associate Director y Global Head of Media Relations de Oxford Economics, quien me compartió el Índice Global de Ciudades 2025 y me sugirió usarlo como guía para soluciones concretas.
El índice, que evalúa a más de mil ciudades en cinco dimensiones —Economía, Calidad de Vida, Capital Humano, Medio Ambiente y Gobernanza—, muestra que la Ciudad de Guatemala tiene fortalezas en su economía y en su base demográfica, pero se ubica entre las de menor calidad de vida. Urdaneta lo expresó con claridad: ciudades como la nuestra poseen ventajas que muchas metrópolis desearían, como nuestro clima privilegiado, pero esas oportunidades solo se materializan si invertimos en mejorar nuestros sistemas de gestión y servicios urbanos.
En la dimensión económica, la Ciudad de Guatemala ocupa un lugar de privilegio: está entre las cinco más fuertes de las 46 urbes de Mesoamérica y el Caribe, por debajo únicamente de Ciudad de México, Monterrey y Panamá. Nuestra capital concentra casi la mitad del PIB nacional, con un tejido productivo que combina industria manufacturera, agroindustria, servicios financieros, comercio y un creciente sector tecnológico. A esto se suma un crecimiento proyectado del PIB metropolitano del 4.2 % anual y una base de consumo interna robusta, impulsada por una población joven que incrementa la fuerza laboral en 2 % cada año. Esta posición no debe ser solo un motivo de orgullo: debe convertirse en la palanca para transformar todas las demás variables que determinan la competitividad y la calidad de vida urbana.
Así como la Municipalidad construyó el Viaducto Elevado en Calzada Atanasio Tzul y 13.ª Calle, zona 12 —una estructura de 411 metros que une la Atanasio Tzul con la avenida Petapa y beneficia a más de 100 000 usuarios diarios—, podemos emprender obras estratégicas de mayor alcance capaces de reconfigurar la movilidad y la logística de toda la ciudad. El plan contempla cinco corredores esenciales: el que une Santa Catarina Pinula con la 20 calle de la zona 10 y su centro financiero; el que conecta Vistalvalle con Centra Norte para agilizar el ingreso de transporte pesado y de pasajeros desde el norte y el nororiente; el que enlaza Casa de Dios con el VAS de Boca del Monte, liberando el tránsito del sur metropolitano; la ampliación de la ruta entre Villa Nueva y Milpas Altas, optimizando la conexión con el occidente, y la prolongación del VAS Oriente hasta Puerto San José, integrando directamente la capital con el principal puerto del país. En conjunto, estos cinco proyectos suman aproximadamente 105 kilómetros de nueva infraestructura vial y una inversión estimada de US$500 millones. Su ejecución integrada reduciría entre 20 y 30 minutos diarios los tiempos de traslado por trabajador, lo que equivale a un impacto económico de USD 1000 millones anuales en horas productivas recuperadas.
A esta transformación física se sumaría una reforma fiscal pro-inversión que reduciría el ISR al 15 % y aumentaría el IVA al 15 %, en un esquema de neutralidad fiscal, junto con una nueva Ley de Atracción de Inversión Extranjera Directa y Zonas Económicas Especiales enfocada en industrias de alto valor agregado. Con estas medidas, y gracias a la combinación de certeza jurídica, infraestructura competitiva, capital humano calificado y simplificación administrativa, la IED podría pasar de USD 1694 millones en 2024 a USD 5000 millones anuales en cinco años, generando más de 40 000 empleos formales directos de calidad. Sería una señal contundente al mundo de que Guatemala es un destino serio, estable y competitivo para el capital productivo.
En calidad de vida, el primer eje es la movilidad urbana. No requiere miles de millones, sino un acuerdo entre todos los sectores para cambiar nuestros hábitos. Quien transita la ciudad sabe que, cuando las escuelas y colegios están de vacaciones, el tráfico se aligera de forma notable; los horarios escalonados replicarían ese alivio de manera permanente, maximizando el uso de la infraestructura existente.
No hay límites cuando una ciudad entera decide ser grande. Y hoy, Guatemala puede decidirlo. Y hoy, Guatemala puede serlo.
La implementación de esta medida permitiría reducir la congestión hasta en un 15 %, distribuyendo el flujo de personas y vehículos a lo largo del día. Las clases en primaria iniciarían a las 6:45 y terminarían a las 12:30; la secundaria comenzaría a las 8:15 y concluiría a las 14:00; los funcionarios públicos trabajarían de 9:00 a 17:00; las empresas privadas operarían de 9:30 a 17:30, y la industria mantendría turnos distribuidos. Sí, implica un sacrificio, pero este esfuerzo conjunto acortará los traslados, reducirá el estrés y devolverá miles de horas familiares y productivas.
La seguridad urbana se reforzará mediante una red de cámaras de alta definición, monitoreo inteligente, iluminación estratégica en puntos críticos y presencia policial disuasiva en coordinación metropolitana, con la meta de reducir un 40 % los delitos contra las personas y un 30 % los delitos contra la propiedad en cinco años. Las áreas verdes y los espacios públicos se ampliarán en 120 hectáreas mediante la conversión de lotes baldíos, la recuperación de espacios subutilizados y el techado de vías deprimidas para crear parques y plazas que mejoren la calidad del aire, ofrezcan recreación segura y fortalezcan el sentido de comunidad.
En capital humano, el plan vinculará la oferta educativa técnica y universitaria con las inversiones que se atraerán, priorizando sectores como tecnología, logística, energías limpias y agroindustria de exportación. Se impulsarán convenios entre empresas y centros educativos, programas de certificación rápida y un sistema de becas cofinanciado. Además, un programa de retorno de migrantes calificados facilitará el regreso de al menos 10,000 profesionales en diez años. La meta es que el 80 % de los egresados de carreras técnicas y universitarias consigan empleo formal en menos de seis meses, fortaleciendo la competitividad de la ciudad y del país.
Todo esto requiere inversión y coordinación, pero los recursos están a nuestro alcance. El costo total del plan —infraestructura, programas sociales, digitalización, seguridad, salud, educación e incentivos fiscales— asciende a USD 3.0‑3.3 mil millones en 15 años. En 2024, el Estado dejó sin ejecutar USD 2400 millones; este año podría ser USD 3000 millones, que se transferirán a los CODEDES en 2026. Si tomamos la mitad de esa cantidad y la mitad de la cuenta corriente nacional, dispondríamos de USD 3000 millones para financiarlo desde el primer año.
Esta es una oportunidad real para nuestra ciudad y para nuestro país. Con estos proyectos e inversiones, superaríamos a Tegucigalpa en el ranking y alcanzaríamos los niveles de Santo Domingo, un primer paso hacia ser una de las ciudades líderes de la región mesoamericana y del Caribe. Pero no se trata solo de escalar posiciones en un índice: hablamos de calles donde se pueda caminar sin miedo, de un transporte fluido que no robe horas de vida, de parques y plazas que se conviertan en puntos de encuentro, de barrios que florecen cuando la economía se mueve y el talento se queda.
Si a todo esto le sumamos un aeropuerto con dos pistas, eficiente y ordenado, y una política de cielos abiertos que convierta a Guatemala en el punto de conexión de la región, ni siquiera el cielo sería el límite. Una capital competitiva irradiaría desarrollo hacia Xela, Chimaltenango, Escuintla, Zacapa y Puerto Barrios, integrando mercados, reduciendo costos y generando empleo de calidad en todo el país. Seríamos testigos de un ciclo virtuoso: más inversión, más empleo, más oportunidades y más esperanza para millones de guatemaltecos.
El momento es ahora. Nunca habíamos tenido las condiciones, los recursos y la visión alineados como hoy. Podemos dejar que esta oportunidad se disuelva en promesas vacías, o podemos decidirnos a construir, con nuestras manos y nuestra voluntad, la Guatemala que soñamos. Pasar de la resignación a la ambición, de la queja a la acción, de la supervivencia al liderazgo. No hay límites cuando una ciudad entera decide ser grande. Y hoy, Guatemala puede decidirlo. Y hoy, Guatemala puede serlo.
¿Y si Guatemala pudiera estar entre los mejores? El plan que hace nuestro sueño realidad
En mi columna del 2 de junio, Guatemala 2050: una ciudad atrapada entre el smog, el crimen y el caos vial, advertí que, si no actuamos con decisión, condenaremos a nuestros hijos a vivir en una capital asfixiada por la inseguridad, el tráfico y la contaminación. Días después, recibí un mensaje de Julio C. Urdaneta, Associate Director y Global Head of Media Relations de Oxford Economics, quien me compartió el Índice Global de Ciudades 2025 y me sugirió usarlo como guía para soluciones concretas.
El índice, que evalúa a más de mil ciudades en cinco dimensiones —Economía, Calidad de Vida, Capital Humano, Medio Ambiente y Gobernanza—, muestra que la Ciudad de Guatemala tiene fortalezas en su economía y en su base demográfica, pero se ubica entre las de menor calidad de vida. Urdaneta lo expresó con claridad: ciudades como la nuestra poseen ventajas que muchas metrópolis desearían, como nuestro clima privilegiado, pero esas oportunidades solo se materializan si invertimos en mejorar nuestros sistemas de gestión y servicios urbanos.
En la dimensión económica, la Ciudad de Guatemala ocupa un lugar de privilegio: está entre las cinco más fuertes de las 46 urbes de Mesoamérica y el Caribe, por debajo únicamente de Ciudad de México, Monterrey y Panamá. Nuestra capital concentra casi la mitad del PIB nacional, con un tejido productivo que combina industria manufacturera, agroindustria, servicios financieros, comercio y un creciente sector tecnológico. A esto se suma un crecimiento proyectado del PIB metropolitano del 4.2 % anual y una base de consumo interna robusta, impulsada por una población joven que incrementa la fuerza laboral en 2 % cada año. Esta posición no debe ser solo un motivo de orgullo: debe convertirse en la palanca para transformar todas las demás variables que determinan la competitividad y la calidad de vida urbana.
Así como la Municipalidad construyó el Viaducto Elevado en Calzada Atanasio Tzul y 13.ª Calle, zona 12 —una estructura de 411 metros que une la Atanasio Tzul con la avenida Petapa y beneficia a más de 100 000 usuarios diarios—, podemos emprender obras estratégicas de mayor alcance capaces de reconfigurar la movilidad y la logística de toda la ciudad. El plan contempla cinco corredores esenciales: el que une Santa Catarina Pinula con la 20 calle de la zona 10 y su centro financiero; el que conecta Vistalvalle con Centra Norte para agilizar el ingreso de transporte pesado y de pasajeros desde el norte y el nororiente; el que enlaza Casa de Dios con el VAS de Boca del Monte, liberando el tránsito del sur metropolitano; la ampliación de la ruta entre Villa Nueva y Milpas Altas, optimizando la conexión con el occidente, y la prolongación del VAS Oriente hasta Puerto San José, integrando directamente la capital con el principal puerto del país. En conjunto, estos cinco proyectos suman aproximadamente 105 kilómetros de nueva infraestructura vial y una inversión estimada de US$500 millones. Su ejecución integrada reduciría entre 20 y 30 minutos diarios los tiempos de traslado por trabajador, lo que equivale a un impacto económico de USD 1000 millones anuales en horas productivas recuperadas.
A esta transformación física se sumaría una reforma fiscal pro-inversión que reduciría el ISR al 15 % y aumentaría el IVA al 15 %, en un esquema de neutralidad fiscal, junto con una nueva Ley de Atracción de Inversión Extranjera Directa y Zonas Económicas Especiales enfocada en industrias de alto valor agregado. Con estas medidas, y gracias a la combinación de certeza jurídica, infraestructura competitiva, capital humano calificado y simplificación administrativa, la IED podría pasar de USD 1694 millones en 2024 a USD 5000 millones anuales en cinco años, generando más de 40 000 empleos formales directos de calidad. Sería una señal contundente al mundo de que Guatemala es un destino serio, estable y competitivo para el capital productivo.
En calidad de vida, el primer eje es la movilidad urbana. No requiere miles de millones, sino un acuerdo entre todos los sectores para cambiar nuestros hábitos. Quien transita la ciudad sabe que, cuando las escuelas y colegios están de vacaciones, el tráfico se aligera de forma notable; los horarios escalonados replicarían ese alivio de manera permanente, maximizando el uso de la infraestructura existente.
No hay límites cuando una ciudad entera decide ser grande. Y hoy, Guatemala puede decidirlo. Y hoy, Guatemala puede serlo.
La implementación de esta medida permitiría reducir la congestión hasta en un 15 %, distribuyendo el flujo de personas y vehículos a lo largo del día. Las clases en primaria iniciarían a las 6:45 y terminarían a las 12:30; la secundaria comenzaría a las 8:15 y concluiría a las 14:00; los funcionarios públicos trabajarían de 9:00 a 17:00; las empresas privadas operarían de 9:30 a 17:30, y la industria mantendría turnos distribuidos. Sí, implica un sacrificio, pero este esfuerzo conjunto acortará los traslados, reducirá el estrés y devolverá miles de horas familiares y productivas.
La seguridad urbana se reforzará mediante una red de cámaras de alta definición, monitoreo inteligente, iluminación estratégica en puntos críticos y presencia policial disuasiva en coordinación metropolitana, con la meta de reducir un 40 % los delitos contra las personas y un 30 % los delitos contra la propiedad en cinco años. Las áreas verdes y los espacios públicos se ampliarán en 120 hectáreas mediante la conversión de lotes baldíos, la recuperación de espacios subutilizados y el techado de vías deprimidas para crear parques y plazas que mejoren la calidad del aire, ofrezcan recreación segura y fortalezcan el sentido de comunidad.
En capital humano, el plan vinculará la oferta educativa técnica y universitaria con las inversiones que se atraerán, priorizando sectores como tecnología, logística, energías limpias y agroindustria de exportación. Se impulsarán convenios entre empresas y centros educativos, programas de certificación rápida y un sistema de becas cofinanciado. Además, un programa de retorno de migrantes calificados facilitará el regreso de al menos 10,000 profesionales en diez años. La meta es que el 80 % de los egresados de carreras técnicas y universitarias consigan empleo formal en menos de seis meses, fortaleciendo la competitividad de la ciudad y del país.
Todo esto requiere inversión y coordinación, pero los recursos están a nuestro alcance. El costo total del plan —infraestructura, programas sociales, digitalización, seguridad, salud, educación e incentivos fiscales— asciende a USD 3.0‑3.3 mil millones en 15 años. En 2024, el Estado dejó sin ejecutar USD 2400 millones; este año podría ser USD 3000 millones, que se transferirán a los CODEDES en 2026. Si tomamos la mitad de esa cantidad y la mitad de la cuenta corriente nacional, dispondríamos de USD 3000 millones para financiarlo desde el primer año.
Esta es una oportunidad real para nuestra ciudad y para nuestro país. Con estos proyectos e inversiones, superaríamos a Tegucigalpa en el ranking y alcanzaríamos los niveles de Santo Domingo, un primer paso hacia ser una de las ciudades líderes de la región mesoamericana y del Caribe. Pero no se trata solo de escalar posiciones en un índice: hablamos de calles donde se pueda caminar sin miedo, de un transporte fluido que no robe horas de vida, de parques y plazas que se conviertan en puntos de encuentro, de barrios que florecen cuando la economía se mueve y el talento se queda.
Si a todo esto le sumamos un aeropuerto con dos pistas, eficiente y ordenado, y una política de cielos abiertos que convierta a Guatemala en el punto de conexión de la región, ni siquiera el cielo sería el límite. Una capital competitiva irradiaría desarrollo hacia Xela, Chimaltenango, Escuintla, Zacapa y Puerto Barrios, integrando mercados, reduciendo costos y generando empleo de calidad en todo el país. Seríamos testigos de un ciclo virtuoso: más inversión, más empleo, más oportunidades y más esperanza para millones de guatemaltecos.
El momento es ahora. Nunca habíamos tenido las condiciones, los recursos y la visión alineados como hoy. Podemos dejar que esta oportunidad se disuelva en promesas vacías, o podemos decidirnos a construir, con nuestras manos y nuestra voluntad, la Guatemala que soñamos. Pasar de la resignación a la ambición, de la queja a la acción, de la supervivencia al liderazgo. No hay límites cuando una ciudad entera decide ser grande. Y hoy, Guatemala puede decidirlo. Y hoy, Guatemala puede serlo.