No olvidemos lo que ha pasado con los anteriores presidentes, ni lo dejemos ir con facilidad e impunidad. Tampoco omitamos los graves errores que por acción y omisión este presidente ha cometido, pero advirtamos que los aranceles impuestos esta semana por el presidente estadounidense Donald Trump, en refuerzo a las medidas que ha tomado desde que tomó posesión, están cambiando el panorama político, social y, sobre todo, económico a nivel mundial. Guatemala ha sido afectada con un arancel del 10 %. ¿Y ahora?
No queramos tapar el sol con un dedo, la economía guatemalteca depende de Estados Unidos en enorme medida y la de Estados Unidos depende en poquísimo de la guatemalteca. Somos un país pequeño con una economía pequeña, en un mundo cuyas principales potencias económicas, militares, políticas e intelectuales están comenzando a cambiar las reglas del juego y transformando la realidad para las décadas venideras.
Somos un país pequeño con una economía pequeña que se enfrenta ahora a una tormenta dentro de la cual van a luchar los titanes económicos del planeta. ¿Y ahora qué hacemos?
Somos un país pequeño con una economía pequeña cuyos gobernantes se están subiendo el sueldo de a 18 000 quetzales por vez; cuyas autoridades electorales no pueden ni sesionar en conjunto; cuyos procesos de elección de cortes son nefastos; cuya mora judicial es inaceptable; cuyo presidente y autoridades ejecutivas se santiguan cada vez que ven a cinco o más personas juntas en una esquina, no vaya a ser otro bloqueo.
No es momento para derrotismo, o para sentirnos indignos de salir adelante, es momento de apechugar y trabajar más duro, haciendo nuestra parte en el sector privado y apretando la tuerca al sector público para que haga, nada más y nada menos, que lo que debe hacer: velar y actuar en pro del porvenir del país.
Somos un país pequeño, del tamaño de una octava parte de Texas, con un ejército minúsculo y con una capacidad política internacional cercana a cero, pero que a pesar de todo ello puede salir adelante y de una manera digna, pero necesitamos mejores autoridades.
Necesitamos que impere el orden público; que haya certeza jurídica; que las leyes se cumplan; que los ministros atiendan la política exterior (que NO es andar abriendo más consulados por todas partes), la infraestructura de carreteras, puertos y aeropuertos (sin que componer unas gradas eléctricas sea una hazaña nacional), la seguridad (llevándola a los niveles de El Salvador), la economía y las finanzas (que pare el endeudamiento para pago de gasto corriente); que se invierta y se generen oportunidades para todos y que, además, sean oportunidades aprovechables, que den vida a una clase media fortalecida en el mediano y largo plazo.
Necesitamos que los gobernantes se vean a sí mismos como la tripulación del barco que ya salió del puerto y va directo a esa tormenta donde los titanes ya están batallando. Necesitamos que esos gobernantes entiendan que, si el barco se nos hunde, se hunden ellos tanto como nosotros. Debemos apurar el paso, poner en orden el barco, a punto la maquinaria y reforzar el casco, porque, a menos que los titanes se calmen, vamos camino a toda una tormenta.
Estimado lector, no es momento para derrotismo, o para sentirnos indignos de salir adelante, es momento de apechugar y trabajar más duro, haciendo nuestra parte en el sector privado y apretando la tuerca al sector público para que haga, nada más y nada menos, que lo que debe hacer: velar y actuar en pro del porvenir del país.
Veamos de nuevo dónde estamos parados
No olvidemos lo que ha pasado con los anteriores presidentes, ni lo dejemos ir con facilidad e impunidad. Tampoco omitamos los graves errores que por acción y omisión este presidente ha cometido, pero advirtamos que los aranceles impuestos esta semana por el presidente estadounidense Donald Trump, en refuerzo a las medidas que ha tomado desde que tomó posesión, están cambiando el panorama político, social y, sobre todo, económico a nivel mundial. Guatemala ha sido afectada con un arancel del 10 %. ¿Y ahora?
No queramos tapar el sol con un dedo, la economía guatemalteca depende de Estados Unidos en enorme medida y la de Estados Unidos depende en poquísimo de la guatemalteca. Somos un país pequeño con una economía pequeña, en un mundo cuyas principales potencias económicas, militares, políticas e intelectuales están comenzando a cambiar las reglas del juego y transformando la realidad para las décadas venideras.
Somos un país pequeño con una economía pequeña que se enfrenta ahora a una tormenta dentro de la cual van a luchar los titanes económicos del planeta. ¿Y ahora qué hacemos?
Somos un país pequeño con una economía pequeña cuyos gobernantes se están subiendo el sueldo de a 18 000 quetzales por vez; cuyas autoridades electorales no pueden ni sesionar en conjunto; cuyos procesos de elección de cortes son nefastos; cuya mora judicial es inaceptable; cuyo presidente y autoridades ejecutivas se santiguan cada vez que ven a cinco o más personas juntas en una esquina, no vaya a ser otro bloqueo.
No es momento para derrotismo, o para sentirnos indignos de salir adelante, es momento de apechugar y trabajar más duro, haciendo nuestra parte en el sector privado y apretando la tuerca al sector público para que haga, nada más y nada menos, que lo que debe hacer: velar y actuar en pro del porvenir del país.
Somos un país pequeño, del tamaño de una octava parte de Texas, con un ejército minúsculo y con una capacidad política internacional cercana a cero, pero que a pesar de todo ello puede salir adelante y de una manera digna, pero necesitamos mejores autoridades.
Necesitamos que impere el orden público; que haya certeza jurídica; que las leyes se cumplan; que los ministros atiendan la política exterior (que NO es andar abriendo más consulados por todas partes), la infraestructura de carreteras, puertos y aeropuertos (sin que componer unas gradas eléctricas sea una hazaña nacional), la seguridad (llevándola a los niveles de El Salvador), la economía y las finanzas (que pare el endeudamiento para pago de gasto corriente); que se invierta y se generen oportunidades para todos y que, además, sean oportunidades aprovechables, que den vida a una clase media fortalecida en el mediano y largo plazo.
Necesitamos que los gobernantes se vean a sí mismos como la tripulación del barco que ya salió del puerto y va directo a esa tormenta donde los titanes ya están batallando. Necesitamos que esos gobernantes entiendan que, si el barco se nos hunde, se hunden ellos tanto como nosotros. Debemos apurar el paso, poner en orden el barco, a punto la maquinaria y reforzar el casco, porque, a menos que los titanes se calmen, vamos camino a toda una tormenta.
Estimado lector, no es momento para derrotismo, o para sentirnos indignos de salir adelante, es momento de apechugar y trabajar más duro, haciendo nuestra parte en el sector privado y apretando la tuerca al sector público para que haga, nada más y nada menos, que lo que debe hacer: velar y actuar en pro del porvenir del país.