Unos en la pena y otros en la pepena
Bien dice el viejo refrán al evaluar las elecciones del martes de la semana pasada en los Estados Unidos y sus resultados: mientras unos en la pena, otros en la pepena.
El refranero popular me sirve para expresar una situación de vida real. “Unos en la pena y otros en la pepena”, dice el refrán. Y sí, resulta que la semana pasada se consolidó en las elecciones generales de los Estados Unidos la victoria de Donald Trump y el estado de ánimo que se ha reflejado en el país (en Guatemala) es que hay algunos que se sienten en la pena de la derrota de la candidata demócrata Kamala Harris; y otros en el júbilo de la victoria republicana.
Y es que los resultados del martes recién pasado reflejan ciertamente una barrida de parte de los republicanos. Primero, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, un retorno que logra no solo con los Colegios Electorales que logró conseguir (312) sino que una victoria aún más contundente al ganar también el voto popular. Pero los republicanos además lograron ganar el Senado y mantener la cámara baja al lograr la mayoría en el Congreso. Y si seguimos a nivel estatal, los republicanos lograron victorias significativas en las elecciones para gobernadores, en los Congresos estatales y elecciones a cargos locales.
Una forma de describir los resultados es colocando en el mapa de los Estados Unidos los colores representativos de cada uno de los partidos más importantes: rojo de los republicanos y azul de los demócratas. Geográficamente, el mapa es básicamente rojo con bordes a la izquierda (Costa Pacífica: California, Oregon y Washington) y la derecha (New Hampshire, Vermont, Massachusetts, Delaware, New Jersey, New York, Virginia y D.C.) en azul. Y una zona en el centro que contrasta (Nuevo México y Colorado) con el resto de rojo que los rodea. Y si el mapa que uno mira es el que pone los condados (y no los estados) con el color del ganador (rojo) son algunas manchas de color azul lo que salpica el color del ganador.
Lo difícil de todo esto es que las salpicaduras de color azul en el mapa son las grandes ciudades y sus zonas metropolitanas. Allí está desde Los Ángeles, en la Costa Oeste, pasando por Chicago y Houston, hasta New York, en la Costa del Este. Es decir, unas pocas áreas de los Estados Unidos que contienen inmensos números de población, tema que anticiparon los Founding Fathers (los constitucionalistas) y neutralizaron su potencial hegemonía con el sistema de Colegios Electorales. Se podía ganar el voto popular, pero perder los Colegios Electorales y, a su vez, se pueden ganar tanto el voto popular como los Colegios Electorales, que es lo que sucedió en esta ocasión como señal de una clara mayoría. La barrida fue completa, tanto a nivel federal como en el estatal e incluso en el local.
Pero no son tiempos fáciles para enfrentar. La Administración Biden encabezó a un gobierno demócrata que quiso avanzar en demasía en temas de progresismo por medio de la política woke (denuncia). El género se convirtió en el nuevo invento donde se es lo que se quiere ser: nací hombre, pero quiero ser mujer y, por tanto, soy mujer y debo ser tratado como tal. Sin mencionar los extremos de quienes dicen que son perros y deben ser tratados así para satisfacerles. Al tan sensible tema del aborto de Roe vs. Wade (el que ya se sobrepasó generando más controversia) se le sumaron el del matrimonio gay y el derecho de adopción de las parejas gays y el derecho de los padres a volver a sus hijos transgéneros desde la infancia y adolescencia. Todas estas manifestaciones mezcladas juntas en el cuchumbo de políticas públicas de la Administración.
No podía esperarse menos que una reacción y esta vino de los conservadores que se alinean con el Partido Republicano. Esa reacción encontró el liderazgo del presidente Trump y se formó alrededor de él una coalición donde dos personajes notorios. Tanto Robert Kennedy Jr., proveniente de una familia de largo cuño demócrata; e Elon Musk, el hombre más rico del mundo y padre de 12 hijos, se unieron a él. Alrededor de ellos, un sinnúmero de personajes, más no así los ultrarricos (quienes apoyaron a Kamala a excepción de Musk y otros pocos) le apoyaron a pesar de las batallas legales que ha tenido que librar en el lawfare (persecución legal) al que fue sometido, incluso condenado.
Bien dice el viejo refrán al evaluar las elecciones del martes de la semana pasada en los Estados Unidos y sus resultados: mientras unos en la pena, otros en la pepena.
Dentro de esas situaciones, aparecería la de la migración irregular que tanto nos concierne en sentido de país. El flujo de migrantes irregular se disparó durante la Administración de Joe Biden y Kamala Harris (la supuesta Zar de la Frontera). Se habla de 15 millones de irregulares en estos casi 4 años que cruzaron la frontera sur. Casos de criminales y terroristas incluidos en ese flujo migratorio irregular despertaron fuertes reacciones contra los ilegals (los migrantes). De ahí que algunos medios de comunicación de los países originarios de esos flujos de migrantes, y que se ven tan beneficiados de las remesas, hayan actuado a lo largo de la campaña electoral como funcionó la prensa tradicional norteamericana: anti-Trump y anti-Republicana.
Dato curioso lo representa el caso de la comunidad Amish (menonitas) de Pensilvania, quienes nunca habían participado activamente en política como lo hicieron en esta ocasión. Cerca de 180 000 ciudadanos con derecho a voto se dirigieron a los centros de votación en sus medios de transporte: la carreta tirada por caballos (no usan vehículos de motor) y votaron por Trump y los candidatos republicanos del Estado y de sus condados. Los valores tradicionales extremos que ellos usan como manera de vida fueron defendidos en las urnas. Y ganaron.
Los primeros nombramientos de su gabinete han empezado a surgir. Trump, con la experiencia de su primer mandato, está alejándose de cometer los mismos errores. En aquella oportunidad utilizó muchos cuadros del partido republicano, aun cuando no le favorecieron con su lealtad. Hoy, se ha iniciado rodeando a su gente más cercana, al nombrar a quien fuera su jefa de campaña, Susie Wiles, quien será la primera mujer Chief of Staff (jefe de gabinete) en la historia norteamericana. Ante las insinuaciones de que algunos personajes de su anterior administración ocuparían cargos en la que viene, se anticipó a decir que ni Mike Pompeo ni Nikki Haley estarían en su gobierno, sin desmentir la posibilidad de que el senador Marco Rubio pueda ser considerado como secretario de Estado. Esto tendría de alguna manera implicaciones para Guatemala, dado el papel protagónico que ha tenido.
De esa cuenta y, para bien o para mal (según se quiera ver), las elecciones en los Estados Unidos seguramente van a tener una gran incidencia para nuestro país. Ciertamente, habrá algunos verdaderamente jubilosos con la victoria de Donald Trump, pero al mismo tiempo otros de capa caída con los resultados. Seguramente, los efectos de las políticas públicas norteamericanas tendrán sus consecuencias en nuestros lares, gracias a la extensa mano de la cooperación internacional de los Estados Unidos (USAID, otras agencias y ONG). Esto, y los cambios en las políticas públicas allá, lo más seguro es que afectarán a los grupos políticos y de la sociedad civil que fueran contraparte de la Administración Biden, lo que incidirá en su capacidad de movilización y financiamientos locales y, de ahí, en su capacidad de influencia en la política local.
Y eso que esto aún empieza. Bien dice el viejo refrán al evaluar las elecciones del martes de la semana pasada en los Estados Unidos y sus resultados: mientras unos en la pena, otros en la pepena. ¡Hasta la próxima!
Unos en la pena y otros en la pepena
Bien dice el viejo refrán al evaluar las elecciones del martes de la semana pasada en los Estados Unidos y sus resultados: mientras unos en la pena, otros en la pepena.
El refranero popular me sirve para expresar una situación de vida real. “Unos en la pena y otros en la pepena”, dice el refrán. Y sí, resulta que la semana pasada se consolidó en las elecciones generales de los Estados Unidos la victoria de Donald Trump y el estado de ánimo que se ha reflejado en el país (en Guatemala) es que hay algunos que se sienten en la pena de la derrota de la candidata demócrata Kamala Harris; y otros en el júbilo de la victoria republicana.
Y es que los resultados del martes recién pasado reflejan ciertamente una barrida de parte de los republicanos. Primero, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, un retorno que logra no solo con los Colegios Electorales que logró conseguir (312) sino que una victoria aún más contundente al ganar también el voto popular. Pero los republicanos además lograron ganar el Senado y mantener la cámara baja al lograr la mayoría en el Congreso. Y si seguimos a nivel estatal, los republicanos lograron victorias significativas en las elecciones para gobernadores, en los Congresos estatales y elecciones a cargos locales.
Una forma de describir los resultados es colocando en el mapa de los Estados Unidos los colores representativos de cada uno de los partidos más importantes: rojo de los republicanos y azul de los demócratas. Geográficamente, el mapa es básicamente rojo con bordes a la izquierda (Costa Pacífica: California, Oregon y Washington) y la derecha (New Hampshire, Vermont, Massachusetts, Delaware, New Jersey, New York, Virginia y D.C.) en azul. Y una zona en el centro que contrasta (Nuevo México y Colorado) con el resto de rojo que los rodea. Y si el mapa que uno mira es el que pone los condados (y no los estados) con el color del ganador (rojo) son algunas manchas de color azul lo que salpica el color del ganador.
Lo difícil de todo esto es que las salpicaduras de color azul en el mapa son las grandes ciudades y sus zonas metropolitanas. Allí está desde Los Ángeles, en la Costa Oeste, pasando por Chicago y Houston, hasta New York, en la Costa del Este. Es decir, unas pocas áreas de los Estados Unidos que contienen inmensos números de población, tema que anticiparon los Founding Fathers (los constitucionalistas) y neutralizaron su potencial hegemonía con el sistema de Colegios Electorales. Se podía ganar el voto popular, pero perder los Colegios Electorales y, a su vez, se pueden ganar tanto el voto popular como los Colegios Electorales, que es lo que sucedió en esta ocasión como señal de una clara mayoría. La barrida fue completa, tanto a nivel federal como en el estatal e incluso en el local.
Pero no son tiempos fáciles para enfrentar. La Administración Biden encabezó a un gobierno demócrata que quiso avanzar en demasía en temas de progresismo por medio de la política woke (denuncia). El género se convirtió en el nuevo invento donde se es lo que se quiere ser: nací hombre, pero quiero ser mujer y, por tanto, soy mujer y debo ser tratado como tal. Sin mencionar los extremos de quienes dicen que son perros y deben ser tratados así para satisfacerles. Al tan sensible tema del aborto de Roe vs. Wade (el que ya se sobrepasó generando más controversia) se le sumaron el del matrimonio gay y el derecho de adopción de las parejas gays y el derecho de los padres a volver a sus hijos transgéneros desde la infancia y adolescencia. Todas estas manifestaciones mezcladas juntas en el cuchumbo de políticas públicas de la Administración.
No podía esperarse menos que una reacción y esta vino de los conservadores que se alinean con el Partido Republicano. Esa reacción encontró el liderazgo del presidente Trump y se formó alrededor de él una coalición donde dos personajes notorios. Tanto Robert Kennedy Jr., proveniente de una familia de largo cuño demócrata; e Elon Musk, el hombre más rico del mundo y padre de 12 hijos, se unieron a él. Alrededor de ellos, un sinnúmero de personajes, más no así los ultrarricos (quienes apoyaron a Kamala a excepción de Musk y otros pocos) le apoyaron a pesar de las batallas legales que ha tenido que librar en el lawfare (persecución legal) al que fue sometido, incluso condenado.
Bien dice el viejo refrán al evaluar las elecciones del martes de la semana pasada en los Estados Unidos y sus resultados: mientras unos en la pena, otros en la pepena.
Dentro de esas situaciones, aparecería la de la migración irregular que tanto nos concierne en sentido de país. El flujo de migrantes irregular se disparó durante la Administración de Joe Biden y Kamala Harris (la supuesta Zar de la Frontera). Se habla de 15 millones de irregulares en estos casi 4 años que cruzaron la frontera sur. Casos de criminales y terroristas incluidos en ese flujo migratorio irregular despertaron fuertes reacciones contra los ilegals (los migrantes). De ahí que algunos medios de comunicación de los países originarios de esos flujos de migrantes, y que se ven tan beneficiados de las remesas, hayan actuado a lo largo de la campaña electoral como funcionó la prensa tradicional norteamericana: anti-Trump y anti-Republicana.
Dato curioso lo representa el caso de la comunidad Amish (menonitas) de Pensilvania, quienes nunca habían participado activamente en política como lo hicieron en esta ocasión. Cerca de 180 000 ciudadanos con derecho a voto se dirigieron a los centros de votación en sus medios de transporte: la carreta tirada por caballos (no usan vehículos de motor) y votaron por Trump y los candidatos republicanos del Estado y de sus condados. Los valores tradicionales extremos que ellos usan como manera de vida fueron defendidos en las urnas. Y ganaron.
Los primeros nombramientos de su gabinete han empezado a surgir. Trump, con la experiencia de su primer mandato, está alejándose de cometer los mismos errores. En aquella oportunidad utilizó muchos cuadros del partido republicano, aun cuando no le favorecieron con su lealtad. Hoy, se ha iniciado rodeando a su gente más cercana, al nombrar a quien fuera su jefa de campaña, Susie Wiles, quien será la primera mujer Chief of Staff (jefe de gabinete) en la historia norteamericana. Ante las insinuaciones de que algunos personajes de su anterior administración ocuparían cargos en la que viene, se anticipó a decir que ni Mike Pompeo ni Nikki Haley estarían en su gobierno, sin desmentir la posibilidad de que el senador Marco Rubio pueda ser considerado como secretario de Estado. Esto tendría de alguna manera implicaciones para Guatemala, dado el papel protagónico que ha tenido.
De esa cuenta y, para bien o para mal (según se quiera ver), las elecciones en los Estados Unidos seguramente van a tener una gran incidencia para nuestro país. Ciertamente, habrá algunos verdaderamente jubilosos con la victoria de Donald Trump, pero al mismo tiempo otros de capa caída con los resultados. Seguramente, los efectos de las políticas públicas norteamericanas tendrán sus consecuencias en nuestros lares, gracias a la extensa mano de la cooperación internacional de los Estados Unidos (USAID, otras agencias y ONG). Esto, y los cambios en las políticas públicas allá, lo más seguro es que afectarán a los grupos políticos y de la sociedad civil que fueran contraparte de la Administración Biden, lo que incidirá en su capacidad de movilización y financiamientos locales y, de ahí, en su capacidad de influencia en la política local.
Y eso que esto aún empieza. Bien dice el viejo refrán al evaluar las elecciones del martes de la semana pasada en los Estados Unidos y sus resultados: mientras unos en la pena, otros en la pepena. ¡Hasta la próxima!