El gobierno ha lanzado distintas políticas bajo la premisa del fortalecimiento económico del país y la posibilidad de mejorar la visión internacional que se puede tener sobre Guatemala. No obstante, la visión cerrada sobre el tema ignora la realidad de qué necesita el país para mejorar su rol diplomático y económico en la arena internacional. La atractiva forma del gobierno de comunicar los cambios que desean implementar ha alcanzado una ilusión falsa en la ciudadanía.
Tomen como ejemplo la Ley de Competencia, lanzada y aprobada en 2024. En vez de decir que el objetivo es limitar el poder económico del sector privado —responsable por más del 70 % del PIB nacional—, prefieren decir que se permitirá un espacio más amplio para nuevos competidores. Aunque no todo dentro de la ley es negativo, no se trata de lo escrito y publicado, sino de los intereses ocultos de los creadores e impulsores de la ley, así como de los tomadores de decisiones electos o tras bambalinas.
Los mercados transparentes y competitivos se arman por sí mismos. Existen múltiples emprendedores en el país, que por iniciativa y esfuerzo propio han tenido la posibilidad de expandirse en todos los sectores del país e incluso a nivel internacional. La representación guatemalteca en otros países es un orgullo, pero no es posible a menos que los negocios sean fuertes y competitivos por sí mismos. Eso solo es posible en un ambiente realmente competitivo, sin protecciones excepcionales a pequeños negocios y sin desfavorecer a los grandes y establecidos.
El foco está puesto en el lugar incorrecto. En la realidad, el caos político del país es el primer reto para mejorar la percepción que puede tener el mundo sobre Guatemala.
La representación guatemalteca en otros países es un orgullo, pero no es posible a menos que los negocios sean fuertes y competitivos por sí mismos. Eso solo es posible en un ambiente realmente competitivo, sin protecciones excepcionales a pequeños negocios y sin desfavorecer a los grandes y establecidos.
El aumento salarial de los diputados, la calidad educativa por los suelos, la corrupción e ilegalidad de los actores políticos y las irregularidades en los actos de cada rama del gobierno son una pequeña demostración de lo que realmente importa al analizar el perfil de un país.
El fortalecimiento económico y la atracción de nuevas inversiones no deriva del enriquecimiento “sin mérito” de determinados negocios, sino de su calidad y empoderamiento en el ambiente del que actualmente forman parte. Por tanto, en vez de crear nuevas leyes, más burocracia e imponer intereses particulares a todos los guatemaltecos, el gobierno de Guatemala debería, actualmente, enfocarse en desincentivar los incumplimientos con la ley y la manipulación de estas por miembros del mismo sistema político.
Muchas cosas se dejan pasar que, en el momento, parecen ser pequeñas o irrelevantes. Eso ha llevado al país a una pila llena de irregularidades, ilegalidades y abusos de poder que debilitan al país social, institucional y económicamente.
Una mentira para manipular la economía
El gobierno ha lanzado distintas políticas bajo la premisa del fortalecimiento económico del país y la posibilidad de mejorar la visión internacional que se puede tener sobre Guatemala. No obstante, la visión cerrada sobre el tema ignora la realidad de qué necesita el país para mejorar su rol diplomático y económico en la arena internacional. La atractiva forma del gobierno de comunicar los cambios que desean implementar ha alcanzado una ilusión falsa en la ciudadanía.
Tomen como ejemplo la Ley de Competencia, lanzada y aprobada en 2024. En vez de decir que el objetivo es limitar el poder económico del sector privado —responsable por más del 70 % del PIB nacional—, prefieren decir que se permitirá un espacio más amplio para nuevos competidores. Aunque no todo dentro de la ley es negativo, no se trata de lo escrito y publicado, sino de los intereses ocultos de los creadores e impulsores de la ley, así como de los tomadores de decisiones electos o tras bambalinas.
Los mercados transparentes y competitivos se arman por sí mismos. Existen múltiples emprendedores en el país, que por iniciativa y esfuerzo propio han tenido la posibilidad de expandirse en todos los sectores del país e incluso a nivel internacional. La representación guatemalteca en otros países es un orgullo, pero no es posible a menos que los negocios sean fuertes y competitivos por sí mismos. Eso solo es posible en un ambiente realmente competitivo, sin protecciones excepcionales a pequeños negocios y sin desfavorecer a los grandes y establecidos.
El foco está puesto en el lugar incorrecto. En la realidad, el caos político del país es el primer reto para mejorar la percepción que puede tener el mundo sobre Guatemala.
La representación guatemalteca en otros países es un orgullo, pero no es posible a menos que los negocios sean fuertes y competitivos por sí mismos. Eso solo es posible en un ambiente realmente competitivo, sin protecciones excepcionales a pequeños negocios y sin desfavorecer a los grandes y establecidos.
El aumento salarial de los diputados, la calidad educativa por los suelos, la corrupción e ilegalidad de los actores políticos y las irregularidades en los actos de cada rama del gobierno son una pequeña demostración de lo que realmente importa al analizar el perfil de un país.
El fortalecimiento económico y la atracción de nuevas inversiones no deriva del enriquecimiento “sin mérito” de determinados negocios, sino de su calidad y empoderamiento en el ambiente del que actualmente forman parte. Por tanto, en vez de crear nuevas leyes, más burocracia e imponer intereses particulares a todos los guatemaltecos, el gobierno de Guatemala debería, actualmente, enfocarse en desincentivar los incumplimientos con la ley y la manipulación de estas por miembros del mismo sistema político.
Muchas cosas se dejan pasar que, en el momento, parecen ser pequeñas o irrelevantes. Eso ha llevado al país a una pila llena de irregularidades, ilegalidades y abusos de poder que debilitan al país social, institucional y económicamente.