Una medalla de Oro para Guatemala: Cultivando la Virtud como Identidad futura
Tres victorias olímpicas no son el fin de la historia, son el comienzo de un nuevo capítulo.
En 1896, el barón Pierre de Coubertin, un apasionado pedagogo, presentó los valores olímpicos como esenciales para el desarrollo intelectual de los jóvenes. Desde entonces, la virtud ha sido fundamental para el éxito de los atletas, y las naciones se enorgullecen de su posición en el medallero como un reflejo de su lugar en el mundo.
¿Y Guatemala? Durante décadas, estuvimos cerca de la gloria olímpica. Edgardo Zachrisson, en tiro en Montreal 1976, quedó a un suspiro del podio. Oswaldo Méndez Herbruger, en Moscú 1980, se quedó a 36 centésimas de una medalla en equitación. En boxeo y taekwondo, Carlos Motta en México 1968, Carlos Santiago en Seúl 1988 y Heidy Juárez en Atenas 2004 también rozaron la victoria. En Tokio 2020, Luis Carlos Martínez, en natación, quedó a 35 centésimas del pedestal y, en los mismos juegos, Kevin Cordón luchó por el bronce en bádminton, destacándose como uno de los pocos atletas en participar en cinco Juegos Olímpicos.
Nuestros atletas mostraron siempre perseverancia, disciplina, resiliencia y pasión, pero faltaba esa pizca de audacia mental para lograr el triunfo máximo. Fue Erick Barrondo quien rompió el maleficio en Londres 2012, ganando la primera medalla olímpica de plata para Guatemala en marcha de 20 kilómetros. Su templanza y esfuerzo nos demostraron que en Guatemala sí se puede.
Tres ciclos olímpicos más tarde, Jean-Pierre Brol y Adriana Ruano Oliva nos dieron razones para creer. Jean-Pierre mostró dedicación y concentración, mientras que Adriana superó una grave lesión y la pérdida de su padre para conquistar la primera medalla de oro para Guatemala, estableciendo récord olímpico y convirtiendo a Guatemala en una potencia en tiro de caza.
De aquí en adelante, el futuro debe ser diferente. Ya no se vale decir que Guatemala no sirve, que somos buenos para nada o, que como dijo un conocido guatemalteco, solo servimos para tirar balazos y salir huyendo. Esas frases y esos pensamientos derrotistas son el muro mental que hemos roto los guatemaltecos.
Pero el logro de Adriana no fue casualidad; fue el resultado de un modelo de virtudes. La educación desempeñó un papel crucial, complementada por los valores inculcados por su familia y el colegio Entrevalles. Adriana creció creyendo en el esfuerzo y el trabajo bien hecho, en la búsqueda de la excelencia y la perfección en cada tarea diaria. También aprendió a valorar la libertad, entendida como la capacidad de controlar su propia conducta, además de la humildad y sinceridad, que le permitieron reconocer sus limitaciones y actuar con honestidad. Estas virtudes la llevaron a no rendirse nunca.
Desde los 6 años, Adriana había soñado con participar en los Juegos Olímpicos, pero una terrible lesión en la columna la apartó de la gimnasia. Sin embargo, encontró una nueva oportunidad en el tiro de caza. En los Juegos de Tokio, el fallecimiento de su padre la afectó profundamente, pero no se rindió. Valiente y perseverante, se preparó física, mental y espiritualmente. En París, sus virtudes la llevaron a establecer un récord olímpico, convirtiéndose en la primera guatemalteca en lograrlo.
De aquí en adelante, el futuro debe ser diferente. Ya no se vale decir que Guatemala no sirve, que somos buenos para nada o, que como dijo un conocido guatemalteco, solo servimos para tirar balazos y salir huyendo. Esas frases y esos pensamientos derrotistas son el muro mental que hemos roto los guatemaltecos. De ahora en adelante, nuestra identidad debe ser la de campeones, la de un país con más medallas olímpicas que premios nobel y con más premios nobel que la mayoría de los países del mundo.
Tres victorias olímpicas no son el fin de la historia, son el comienzo de un nuevo capítulo. El destino nos llama a ser campeones y eso, querido lector, dependerá de lo que hagamos a partir de ahora por nosotros mismos, por Guatemala y por el mundo. Convirtamos la perseverancia, el esfuerzo, el trabajo bien hecho y la reflexión en los pilares de nuestra identidad nacional. ¡Viva Guatemala!
PhD. José Ramiro Bolaños
Una medalla de Oro para Guatemala: Cultivando la Virtud como Identidad futura
Tres victorias olímpicas no son el fin de la historia, son el comienzo de un nuevo capítulo.
En 1896, el barón Pierre de Coubertin, un apasionado pedagogo, presentó los valores olímpicos como esenciales para el desarrollo intelectual de los jóvenes. Desde entonces, la virtud ha sido fundamental para el éxito de los atletas, y las naciones se enorgullecen de su posición en el medallero como un reflejo de su lugar en el mundo.
¿Y Guatemala? Durante décadas, estuvimos cerca de la gloria olímpica. Edgardo Zachrisson, en tiro en Montreal 1976, quedó a un suspiro del podio. Oswaldo Méndez Herbruger, en Moscú 1980, se quedó a 36 centésimas de una medalla en equitación. En boxeo y taekwondo, Carlos Motta en México 1968, Carlos Santiago en Seúl 1988 y Heidy Juárez en Atenas 2004 también rozaron la victoria. En Tokio 2020, Luis Carlos Martínez, en natación, quedó a 35 centésimas del pedestal y, en los mismos juegos, Kevin Cordón luchó por el bronce en bádminton, destacándose como uno de los pocos atletas en participar en cinco Juegos Olímpicos.
Nuestros atletas mostraron siempre perseverancia, disciplina, resiliencia y pasión, pero faltaba esa pizca de audacia mental para lograr el triunfo máximo. Fue Erick Barrondo quien rompió el maleficio en Londres 2012, ganando la primera medalla olímpica de plata para Guatemala en marcha de 20 kilómetros. Su templanza y esfuerzo nos demostraron que en Guatemala sí se puede.
Tres ciclos olímpicos más tarde, Jean-Pierre Brol y Adriana Ruano Oliva nos dieron razones para creer. Jean-Pierre mostró dedicación y concentración, mientras que Adriana superó una grave lesión y la pérdida de su padre para conquistar la primera medalla de oro para Guatemala, estableciendo récord olímpico y convirtiendo a Guatemala en una potencia en tiro de caza.
De aquí en adelante, el futuro debe ser diferente. Ya no se vale decir que Guatemala no sirve, que somos buenos para nada o, que como dijo un conocido guatemalteco, solo servimos para tirar balazos y salir huyendo. Esas frases y esos pensamientos derrotistas son el muro mental que hemos roto los guatemaltecos.
Pero el logro de Adriana no fue casualidad; fue el resultado de un modelo de virtudes. La educación desempeñó un papel crucial, complementada por los valores inculcados por su familia y el colegio Entrevalles. Adriana creció creyendo en el esfuerzo y el trabajo bien hecho, en la búsqueda de la excelencia y la perfección en cada tarea diaria. También aprendió a valorar la libertad, entendida como la capacidad de controlar su propia conducta, además de la humildad y sinceridad, que le permitieron reconocer sus limitaciones y actuar con honestidad. Estas virtudes la llevaron a no rendirse nunca.
Desde los 6 años, Adriana había soñado con participar en los Juegos Olímpicos, pero una terrible lesión en la columna la apartó de la gimnasia. Sin embargo, encontró una nueva oportunidad en el tiro de caza. En los Juegos de Tokio, el fallecimiento de su padre la afectó profundamente, pero no se rindió. Valiente y perseverante, se preparó física, mental y espiritualmente. En París, sus virtudes la llevaron a establecer un récord olímpico, convirtiéndose en la primera guatemalteca en lograrlo.
De aquí en adelante, el futuro debe ser diferente. Ya no se vale decir que Guatemala no sirve, que somos buenos para nada o, que como dijo un conocido guatemalteco, solo servimos para tirar balazos y salir huyendo. Esas frases y esos pensamientos derrotistas son el muro mental que hemos roto los guatemaltecos. De ahora en adelante, nuestra identidad debe ser la de campeones, la de un país con más medallas olímpicas que premios nobel y con más premios nobel que la mayoría de los países del mundo.
Tres victorias olímpicas no son el fin de la historia, son el comienzo de un nuevo capítulo. El destino nos llama a ser campeones y eso, querido lector, dependerá de lo que hagamos a partir de ahora por nosotros mismos, por Guatemala y por el mundo. Convirtamos la perseverancia, el esfuerzo, el trabajo bien hecho y la reflexión en los pilares de nuestra identidad nacional. ¡Viva Guatemala!
PhD. José Ramiro Bolaños