Una familia tradicional y la Modernidad: ¿quién hace qué?
¡El lugar de la mujer en las relaciones económicas siempre estuvo vinculado a la producción, no únicamente entre las paredes del hogar!
Cuando se habla sobre la familia tradicional y el mantenimiento de un hogar, habitualmente se hace referencia a la aspiración de un hogar “tradicional”. Los “conservadores” anhelan un pasado brillante y lejano y pretenden salvaguardar los valores de antaño de la decadencia actual. Ahora bien, este juicio de valor revela dos problemas críticos que nos ha heredado la Modernidad. En primer lugar, a la Modernidad, como afirmaría Habermas, le es imposible autoposicionarse en la historia. En segundo lugar, el capitalismo informado por la Modernidad es un proyecto inconcluso y, en este caso, refleja la realidad burguesa de su momento.
El problema se encuentra, en principio, en la ideología neoconservadora, de herencia norteamericana. Los neoconservadores sufren de la crisis de la Modernidad y les es imposible organizar la historia y eso se ve reflejado en su concepto de tradicional. Los neoconservadores fijan la tradición de la familia en historia próxima a la contemporánea, en la imagen de una familia de la Ilustración, cuando la idea de tradición implica temporalidad que va más allá de los 300 años. Si la posición histórico-temporal de lo tradicional es, en realidad, una idea moderna, ¿qué distinción hay entre antiguo y moderno?
Ahora bien, ¿cómo se ve una familia tradicional? La pregunta es difícil de responder, pues no hay una figura homogénea de “familia tradicional”. La estructura familiar depende de las estructuras económicas del momento. Pongamos de ejemplo a los siervos de la gleba, aquellos que únicamente araban la tierra y vivían de ella. Ellos vivían en familias extensas y los dos, padre y madre, ganaban el pan del día con el sudor de su frente.
Una verdadera familia tradicional se remite más a los tiempos donde la necesidad y el hambre hacía que ambos, padre y madre, trabajaran.
Sin embargo, cuando se habla sobre familia “tradicional” actualmente, la composición familiar que viene a la mente es la de un hombre que trabaja y provee y una mujer que se queda en el hogar para criar a los hijos. Esta idea y tipo de composición familiar es una creación iluminista e ilustrada, fruto de la Modernidad y del crecimiento de la clase burguesa en su momento. Claramente, la composición familiar, en ese caso, no es tradicional, sino nueva y un fenómeno nacido de las nuevas estructuras económicas. No representa la familia “tradicional”, sino un tipo de estructura familiar nueva, la familia burguesa. Estos gozaban de tiempo para el ocio diferente al nuestro y esta realidad es sumamente lejana a la nuestra.
Las estructuras económicas actuales han cambiado drásticamente desde el nacimiento de la burguesía ilustrada. Los salarios reales se han estancado, el crecimiento económico de la clase media no se da al mismo ritmo, la morfología sociopolítica ha devenido en un nuevo tipo de Estado y nuestra manera de relacionarnos con todos estos fenómenos es de suma diferencia. El deseo de que la mujer tome un puesto productivo fuera de la casa no es una reivindicación del feminismo ni una lucha propia de este ni va en contra de los pseudovalores tradicionales del neoconservadurismo. ¡El lugar de la mujer en las relaciones económicas siempre estuvo vinculado a la producción, no únicamente entre las paredes del hogar!
La decisión de mantenerse en el hogar, últimamente, es libre. No obstante, llamarle familia tradicional es una equivocación histórica, que justifica un tipo de ideología burguesa de la Ilustración. Una verdadera familia tradicional se remite más a los tiempos donde la necesidad y el hambre hacía que ambos, padre y madre, trabajaran.
Una familia tradicional y la Modernidad: ¿quién hace qué?
¡El lugar de la mujer en las relaciones económicas siempre estuvo vinculado a la producción, no únicamente entre las paredes del hogar!
Cuando se habla sobre la familia tradicional y el mantenimiento de un hogar, habitualmente se hace referencia a la aspiración de un hogar “tradicional”. Los “conservadores” anhelan un pasado brillante y lejano y pretenden salvaguardar los valores de antaño de la decadencia actual. Ahora bien, este juicio de valor revela dos problemas críticos que nos ha heredado la Modernidad. En primer lugar, a la Modernidad, como afirmaría Habermas, le es imposible autoposicionarse en la historia. En segundo lugar, el capitalismo informado por la Modernidad es un proyecto inconcluso y, en este caso, refleja la realidad burguesa de su momento.
El problema se encuentra, en principio, en la ideología neoconservadora, de herencia norteamericana. Los neoconservadores sufren de la crisis de la Modernidad y les es imposible organizar la historia y eso se ve reflejado en su concepto de tradicional. Los neoconservadores fijan la tradición de la familia en historia próxima a la contemporánea, en la imagen de una familia de la Ilustración, cuando la idea de tradición implica temporalidad que va más allá de los 300 años. Si la posición histórico-temporal de lo tradicional es, en realidad, una idea moderna, ¿qué distinción hay entre antiguo y moderno?
Ahora bien, ¿cómo se ve una familia tradicional? La pregunta es difícil de responder, pues no hay una figura homogénea de “familia tradicional”. La estructura familiar depende de las estructuras económicas del momento. Pongamos de ejemplo a los siervos de la gleba, aquellos que únicamente araban la tierra y vivían de ella. Ellos vivían en familias extensas y los dos, padre y madre, ganaban el pan del día con el sudor de su frente.
Una verdadera familia tradicional se remite más a los tiempos donde la necesidad y el hambre hacía que ambos, padre y madre, trabajaran.
Sin embargo, cuando se habla sobre familia “tradicional” actualmente, la composición familiar que viene a la mente es la de un hombre que trabaja y provee y una mujer que se queda en el hogar para criar a los hijos. Esta idea y tipo de composición familiar es una creación iluminista e ilustrada, fruto de la Modernidad y del crecimiento de la clase burguesa en su momento. Claramente, la composición familiar, en ese caso, no es tradicional, sino nueva y un fenómeno nacido de las nuevas estructuras económicas. No representa la familia “tradicional”, sino un tipo de estructura familiar nueva, la familia burguesa. Estos gozaban de tiempo para el ocio diferente al nuestro y esta realidad es sumamente lejana a la nuestra.
Las estructuras económicas actuales han cambiado drásticamente desde el nacimiento de la burguesía ilustrada. Los salarios reales se han estancado, el crecimiento económico de la clase media no se da al mismo ritmo, la morfología sociopolítica ha devenido en un nuevo tipo de Estado y nuestra manera de relacionarnos con todos estos fenómenos es de suma diferencia. El deseo de que la mujer tome un puesto productivo fuera de la casa no es una reivindicación del feminismo ni una lucha propia de este ni va en contra de los pseudovalores tradicionales del neoconservadurismo. ¡El lugar de la mujer en las relaciones económicas siempre estuvo vinculado a la producción, no únicamente entre las paredes del hogar!
La decisión de mantenerse en el hogar, últimamente, es libre. No obstante, llamarle familia tradicional es una equivocación histórica, que justifica un tipo de ideología burguesa de la Ilustración. Una verdadera familia tradicional se remite más a los tiempos donde la necesidad y el hambre hacía que ambos, padre y madre, trabajaran.