Una democracia en la maleza
La sociedad civil, que en el pasado se erigió como el mayor contrapeso ante el poder despótico del gobierno, debe esforzarse por volver a encontrar puntos de encuentro en medio de las posiciones contradictorias del discurso político.
El evento del día martes en Estados Unidos, así como dejó muchos aprendizajes, también reveló las debilidades del sistema democrático y presidencialista que predomina en la región. La elección “entre el menos malo” a la que se tuvieron que enfrentar muchos americanos sugiere que la democracia norteamericana se encuentra en un camino hacia lo que alguna vez juraron destruir, una democracia populista al estilo latinoamericano. Algunas posibles explicaciones a esta situación incluyen la radicalización social, el desencanto político y la decadencia de la sociedad. Así pues, aunque la respuesta sea incierta, es más que evidente que algo debe de cambiar a lo interno de la vida política de EE.UU., de lo contrario, lo que alguna vez fue el faro democrático que guiaba al resto del mundo podría continuar su avance entre la maleza hasta perder el rumbo.
Ahora bien, gran parte del problema lo encontramos en los propios partidos políticos, quienes ya no representan dos visiones alternativas de la realidad, sino que se han convertido en máquinas de polarización y radicalización social. La evidencia más clara de esta deficiencia es la personalización del voto, ya que, lo que alguna vez fue una dicotomía entre demócratas y republicanos se transformó en una lucha entre Kamala y Trump. Es decir, en vez de confiar en la plataforma partidista, su programa y sus principios rectores, independientemente del candidato, ahora es un voto por la persona, sin ningún tipo de lealtad o representación real. Como consecuencia, ahora que una de las democracias más grandes del mundo está en las puertas de un nuevo ciclo político, merece la pena reflexionar sobre lo que falló, qué se puede cambiar y hacia dónde vamos.
El populismo…avanza
En estas elecciones Presidenciales, el mundo fue testigo sobre cómo, más que una discusión programática o de alta política, el evento electoral se perfiló como un show de entretenimiento en donde el premio era quién conseguía acaparar más espectadores. Sin embargo, tomando en cuenta la trayectoria política de los últimos 20 años, es más que evidente que esta situación es un síntoma de una enfermedad más preocupante, el populismo.
Desde el punto de vista de la teoría, el elemento más problemático con el concepto del populismo es la ambigüedad en su definición. No obstante, independientemente de la discusión sobre los pormenores en la conceptualización de este fenómeno, la mayor parte de los autores coinciden en que el espíritu del populismo se materializa en el anti-voto. Esto se debe a que el populismo avanza una vez que identifica un discurso polarizante que le permita diferenciar entre amigos y enemigos, de manera que pueda aglutinar apoyo en torno al descontento social.
El verdadero reto está en reencontrar el valor de la democracia, no como arma política, sino como un mecanismo conciliador que permita la convivencia pacífica para alcanzar el bienestar común.
En otras palabras, en las elecciones norteamericanas, más que un voto “a favor” de un candidato o una plataforma política, se pudo observar el voto “en contra” de el otro, de manera que existiera una ventana de oportunidad para capitalizar el descontento político. Sin embargo, esa falta de identificación con las candidaturas revela un declive real en la naturaleza democrática, dado que sugiere que el concepto de representación se ha perdido. Consecuentemente, respaldados por este apoyo incierto de la población, los partidos, tanto el demócrata, como el republicano, más que máquinas conciliadoras de posiciones para proponer soluciones en pro del bien público, han evolucionado hasta convertirse en máquinas generadoras de intolerancia, polarización y desencanto político.
El reto está porvenir
Muchos analistas discuten la posibilidad de que esta elección era una señal de que la tradición democrática norteamericana había tocado fondo, debido a la debilidad del apoyo social, la incertidumbre en las propuestas y la ambigüedad en el discurso político. Independientemente de que esta afirmación sea cierta o no, tocar fondo también supone ser un momento de autoevaluación para definir la dirección hacia el futuro. En otras palabras, ambos partidos políticos deben redefinir la estrategia, revisar sus bases partidistas y actualizar su programa político, de lo contrario, podríamos estar frente a la ruptura de la institución demócrata y republicana.
Sin embargo, como muchos de los escritos clásicos sobre la democracia en América lo describen, particularmente la corriente asociada a Alexis de Tocqueville, la responsabilidad no solo puede recaer sobre la clase política. La sociedad civil, que en el pasado se erigió como el mayor contrapeso ante el poder despótico del gobierno, debe esforzarse por volver a encontrar puntos de encuentro en medio de las posiciones contradictorias del discurso político. El verdadero reto está en reencontrar el valor de la democracia, no como arma política, sino como un mecanismo conciliador que permita la convivencia pacífica para alcanzar el bienestar común.
Una democracia en la maleza
La sociedad civil, que en el pasado se erigió como el mayor contrapeso ante el poder despótico del gobierno, debe esforzarse por volver a encontrar puntos de encuentro en medio de las posiciones contradictorias del discurso político.
El evento del día martes en Estados Unidos, así como dejó muchos aprendizajes, también reveló las debilidades del sistema democrático y presidencialista que predomina en la región. La elección “entre el menos malo” a la que se tuvieron que enfrentar muchos americanos sugiere que la democracia norteamericana se encuentra en un camino hacia lo que alguna vez juraron destruir, una democracia populista al estilo latinoamericano. Algunas posibles explicaciones a esta situación incluyen la radicalización social, el desencanto político y la decadencia de la sociedad. Así pues, aunque la respuesta sea incierta, es más que evidente que algo debe de cambiar a lo interno de la vida política de EE.UU., de lo contrario, lo que alguna vez fue el faro democrático que guiaba al resto del mundo podría continuar su avance entre la maleza hasta perder el rumbo.
Ahora bien, gran parte del problema lo encontramos en los propios partidos políticos, quienes ya no representan dos visiones alternativas de la realidad, sino que se han convertido en máquinas de polarización y radicalización social. La evidencia más clara de esta deficiencia es la personalización del voto, ya que, lo que alguna vez fue una dicotomía entre demócratas y republicanos se transformó en una lucha entre Kamala y Trump. Es decir, en vez de confiar en la plataforma partidista, su programa y sus principios rectores, independientemente del candidato, ahora es un voto por la persona, sin ningún tipo de lealtad o representación real. Como consecuencia, ahora que una de las democracias más grandes del mundo está en las puertas de un nuevo ciclo político, merece la pena reflexionar sobre lo que falló, qué se puede cambiar y hacia dónde vamos.
El populismo…avanza
En estas elecciones Presidenciales, el mundo fue testigo sobre cómo, más que una discusión programática o de alta política, el evento electoral se perfiló como un show de entretenimiento en donde el premio era quién conseguía acaparar más espectadores. Sin embargo, tomando en cuenta la trayectoria política de los últimos 20 años, es más que evidente que esta situación es un síntoma de una enfermedad más preocupante, el populismo.
Desde el punto de vista de la teoría, el elemento más problemático con el concepto del populismo es la ambigüedad en su definición. No obstante, independientemente de la discusión sobre los pormenores en la conceptualización de este fenómeno, la mayor parte de los autores coinciden en que el espíritu del populismo se materializa en el anti-voto. Esto se debe a que el populismo avanza una vez que identifica un discurso polarizante que le permita diferenciar entre amigos y enemigos, de manera que pueda aglutinar apoyo en torno al descontento social.
El verdadero reto está en reencontrar el valor de la democracia, no como arma política, sino como un mecanismo conciliador que permita la convivencia pacífica para alcanzar el bienestar común.
En otras palabras, en las elecciones norteamericanas, más que un voto “a favor” de un candidato o una plataforma política, se pudo observar el voto “en contra” de el otro, de manera que existiera una ventana de oportunidad para capitalizar el descontento político. Sin embargo, esa falta de identificación con las candidaturas revela un declive real en la naturaleza democrática, dado que sugiere que el concepto de representación se ha perdido. Consecuentemente, respaldados por este apoyo incierto de la población, los partidos, tanto el demócrata, como el republicano, más que máquinas conciliadoras de posiciones para proponer soluciones en pro del bien público, han evolucionado hasta convertirse en máquinas generadoras de intolerancia, polarización y desencanto político.
El reto está porvenir
Muchos analistas discuten la posibilidad de que esta elección era una señal de que la tradición democrática norteamericana había tocado fondo, debido a la debilidad del apoyo social, la incertidumbre en las propuestas y la ambigüedad en el discurso político. Independientemente de que esta afirmación sea cierta o no, tocar fondo también supone ser un momento de autoevaluación para definir la dirección hacia el futuro. En otras palabras, ambos partidos políticos deben redefinir la estrategia, revisar sus bases partidistas y actualizar su programa político, de lo contrario, podríamos estar frente a la ruptura de la institución demócrata y republicana.
Sin embargo, como muchos de los escritos clásicos sobre la democracia en América lo describen, particularmente la corriente asociada a Alexis de Tocqueville, la responsabilidad no solo puede recaer sobre la clase política. La sociedad civil, que en el pasado se erigió como el mayor contrapeso ante el poder despótico del gobierno, debe esforzarse por volver a encontrar puntos de encuentro en medio de las posiciones contradictorias del discurso político. El verdadero reto está en reencontrar el valor de la democracia, no como arma política, sino como un mecanismo conciliador que permita la convivencia pacífica para alcanzar el bienestar común.