Pareciera que vivimos en épocas pasadas en las que la ley le pertenecía a quien “se saliera con la suya”. Los más listos, sagaces, fuertes y con un dominio absoluto sobre los más débiles eran quienes “guiaban” a los demás. El interés personal de ese personaje era el que valía. Los demás quedaban a merced de esa fuerza imponente y dominante. A esto le han llamado “la ley del monte”.
Vivimos en un país que tiene abundancia de leyes. A mi criterio, son demasiadas, pero ese es otro tema a discutir. No importa si son cien o mil. Lo que importa es que se cumplan. Pero, ese no es el caso en nuestra mancillada Guate.
El llamado “movimiento semilla” (con minúsculas, a propósito), ha querido imponer “la ley del monte”. Después de todo, una semilla puede sembrarse y crecer allí. El problema es que es un monte salvaje donde solo puede crecer una semilla inútil y hasta degradada que no dará frutos, excepto algunas hierbas que no sirven para nada, excepto generar plagas dañinas.
El imperio de la ley es la base fundamental para construir una república sólida, firme. Más aún, es la plataforma para el crecimiento, desarrollo y, sobre todo, de convivencia pacífica.
Las luchas de poder que estamos viviendo son realmente dañinas. Ni siquiera son entre diversos grupos sino entre las mismas fuerzas del mal. El resto de nosotros estamos temerosos de perder los pocos espacios de diálogo, excepto en las redes sociales. Estas aún son libres. Son el espacio que tenemos para manifestar nuestro rechazo absoluto a las acciones, y falta de estas, de quienes nos gobiernan.
El congreso (con minúsculas), actuó como el rebelde sin causa que veíamos en las películas del viejo oeste, excepto que allí era un héroe. A los diputados se les “olvidó” la causa por la que fueron electos y se vendieron descaradamente. Nos dejaron en la ruina monetaria, legal y moral.
La “ley del monte”, o sea, un país sin respeto a la legislación destruye, divide, genera pequeñas “guerras”, distanciamiento y, peor aún, el irrespeto al imperio de la ley. Vaya semilla la que sembraron. Tendremos que fumigarla, eso sí, con la ley en la mano.
Pareciera que vivimos en épocas pasadas en las que la ley le pertenecía a quien “se saliera con la suya”. Los más listos, sagaces, fuertes y con un dominio absoluto sobre los más débiles eran quienes “guiaban” a los demás. El interés personal de ese personaje era el que valía. Los demás quedaban a merced de esa fuerza imponente y dominante. A esto le han llamado “la ley del monte”.
Vivimos en un país que tiene abundancia de leyes. A mi criterio, son demasiadas, pero ese es otro tema a discutir. No importa si son cien o mil. Lo que importa es que se cumplan. Pero, ese no es el caso en nuestra mancillada Guate.
El llamado “movimiento semilla” (con minúsculas, a propósito), ha querido imponer “la ley del monte”. Después de todo, una semilla puede sembrarse y crecer allí. El problema es que es un monte salvaje donde solo puede crecer una semilla inútil y hasta degradada que no dará frutos, excepto algunas hierbas que no sirven para nada, excepto generar plagas dañinas.
El imperio de la ley es la base fundamental para construir una república sólida, firme. Más aún, es la plataforma para el crecimiento, desarrollo y, sobre todo, de convivencia pacífica.
Las luchas de poder que estamos viviendo son realmente dañinas. Ni siquiera son entre diversos grupos sino entre las mismas fuerzas del mal. El resto de nosotros estamos temerosos de perder los pocos espacios de diálogo, excepto en las redes sociales. Estas aún son libres. Son el espacio que tenemos para manifestar nuestro rechazo absoluto a las acciones, y falta de estas, de quienes nos gobiernan.
El congreso (con minúsculas), actuó como el rebelde sin causa que veíamos en las películas del viejo oeste, excepto que allí era un héroe. A los diputados se les “olvidó” la causa por la que fueron electos y se vendieron descaradamente. Nos dejaron en la ruina monetaria, legal y moral.
La “ley del monte”, o sea, un país sin respeto a la legislación destruye, divide, genera pequeñas “guerras”, distanciamiento y, peor aún, el irrespeto al imperio de la ley. Vaya semilla la que sembraron. Tendremos que fumigarla, eso sí, con la ley en la mano.