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Trump atrincherado. Kamala no decepciona

Con exactamente seis semanas por delante, ambos candidatos intensificarán sus esfuerzos en los estados que definirán la carrera, conscientes de que cada pequeño tropiezo puede inclinar la balanza en una u otra dirección.

Foto por Saul Loeb / AFP
Julio Ligorría Carballido |
26 de septiembre, 2024

Siempre he sostenido que, al menos en Latinoamérica, los debates no tienen ningún impacto en la definición de un candidato ganador o uno perdedor. De hecho, muy recientemente, un querido amigo ganó la presidencia de su país sin participar en los debates, más bien los que venían de punteros se desplomaron al mostrar sus debilidades y contradicciones.

Los analistas más agudos en EE. UU. afirman que generalmente los debates tienen poco impacto. Los que se sientan frente a un televisor a observar los debates son aquellos que están más activos en política y es muy seguro que antes del debate ya tienen su decisión sobre por quién votarán. Para ellos, los debates son como un partido de fútbol donde observan cómo se desempeña su candidato favorito.

En el reciente debate presidencial en EE. UU., sin embargo, había gran expectativa sobre cuál sería el desenvolvimiento de Kamala Harris. Muchos apostaban a que sería un segundo debate a favor de Trump, luego del balbuceante desempeño de Joe Biden en el primer encuentro y de los continuos desatinos de la vicepresidente en ocasiones anteriores. Pero Harris no decepcionó, por el contrario, fue notorio el excelente trabajo de sus asesores y la disciplina de la candidata. La vicepresidenta apareció con una imagen muy presidencial. Se habían cuidado todos los detalles, desde su traje en un sobrio tono obscuro, hasta su impecable maquillaje, ya no digamos el inesperado apretón de manos a Trump al inicio del evento, que en el momento se vio sorprendido. 

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Ya en el debate, a Kamala Harris se le vio a la ofensiva, tendiendo trampas a Donald Trump y buscando que mostrara su lado ríspido ante la audiencia. Fue eso lo que vimos a lo largo del encuentro. Harris tejía un campo minado, llamándole racista, ridiculizando la poca asistencia a los mítines de Trump, acusándolo de niño de papá, que nació con una cuchara de plata en la boca. Trump no las vio venir y explotó en casi todas. Como contraataque Trump replicó un rumor que ya había sido aclarado días antes, pero que le servía en el momento, y afirmó que los inmigrantes haitianos estaban comiéndose las mascotas de los pobres habitantes de Springfield. Lo que provocó una oleada de memes en todo EE. UU., que en algunos casos le ridiculizaron. 

El debate no movió la aguja de las encuestas, lo que puede interpretarse como empate, pero el hecho que Harris no haya decepcionado, claramente le sostiene el entusiasmo en los colectivos demócratas que vienen despertando con potencia desde la convención. El próximo martes 1 de octubre se verán las caras los aspirantes vicepresidenciales: Tim Walz y J.D. Vance.

Ahora bien, hay que decir algo, Donald Trump es un adversario formidable. Sus capacidades histriónicas rebasan por mucho la de cualquier candidato de los últimos tiempos y su habilidad para hacer “spin” en medio de una tormenta de ataques no conoce igual.

Por su parte, algo que como alguien del oficio juzgo como alucinante, es el extraordinario trabajo que viene realizando el equipo asesor de Kamala Harris, el diseño estratégico, no me cabe duda, es el más elaborado y brillante en la historia del partido demócrata. Pensado desde cómo debía abandonar la carrera presidencial el presidente Biden, hasta cómo debía ocurrir este pasado debate, no hay aspecto táctico sujeto de crítica. Las producciones y mensajes son impecables y la forma en que ha explosionado la captación de recursos y donaciones era, hasta hace unas semanas, impensable.

Ahora bien, si algo ha demostrado la historia reciente de EE. UU. es que no hay predicciones seguras. Al margen de ello, las encuestas sostienen que Harris mantiene una leve ventaja sobre Trump a nivel nacional, con márgenes que oscilan entre 1,7 y 3 puntos

Los republicanos llevan dos décadas sin ganar el voto popular, lo que no impidió que Trump se impusiera cómodamente en 2016 a la demócrata Hillary Clinton, algo que ninguna encuesta reportó. Sin embargo, para Allan Lichtman, el historiador de la American University que ha sido apodado el Nostradamus de las predicciones de las elecciones presidenciales por su trayectoria casi perfecta de 40 años, la elección presidencial de 2024 ya está asegurada.

A estas alturas de la campaña presidencial estadounidense, bien podría decirse, en el caso de Kamala Harris, que quizás se pueda aplicar aquella expresión electoral muy latina que dice: “Caballo que alcanza, gana” y en el caso de Trump, está por verse, pero de acuerdo con las tendencias, podría quedar como la historia de aquel hombre que compró un circo y le crecieron los enanos.

Lichtman fue uno de los pocos que predijo con precisión la victoria de Trump en 2016, cuando todas las encuestas serias en EE. UU. daban la victoria a Hillary Clinton. Esta vez, Lichtman le da la victoria a Harris.

Con exactamente seis semanas por delante, ambos candidatos intensificarán sus esfuerzos en los estados que definirán la carrera, conscientes de que cada pequeño tropiezo puede inclinar la balanza en una u otra dirección

Hay siete estados de la unión  cuyo nombre conviene aprender de memoria, dado que están destinados a decidir el ganador de las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre: Pensilvania, Carolina del Norte, Michigan, Georgia, Arizona, Wisconsin y Nevada. 

Harris cuenta, hoy en día jueves 26 de septiembre, con una ligera ventaja, siendo la beneficiada con 4 de los 7 estados bisagra. El juego en los delegados electorales se reporta así en esos siete “Swing States” Harris se llevaría Nevada (6), Wisconsin (10), Michigan (15) y Pennsylvania (19), mientras que Trump ganaría en Georgia (16), Carolina del Norte (16) y Arizona (11).

El juego es de números del Colegio Electoral y no necesariamente por cantidad de estados ganados. Así las cosas, Trump perdería la elección con 262 delegados versus los 276 de Harris, gracias a los delegados obtenidos por estos 4 swing states (50 delegados).

En el ámbito del análisis generacional y sus preferencias, este también es un factor muy importante a destacar en el análisis, pues puede que este factor ya incline la balanza en contra de Trump. Este año estarán en edad de votar 41 millones de ciudadanos miembros de la Generación Z, que quizás no acaban convencidos por un hombre nacionalita de agresivo discurso, propenso a la incorrección política y que encarna la icónica imagen del multimillonario que todo lo puede. Mientras, los miembros de la generación de Donald Trump, los Baby Boomers, están poco a poco saliendo del escenario. Hablo de su base de votos más importante: los mayores de 45 años, y, sobre todo, de 65.

Finalmente, al señalar que parece que el cielo oscurece para Trump, se añade en estos días un nuevo y espinoso asunto en  uno de los estados clave para su probable victoria. Mark Robinson, candidato republicano a gobernador de Carolina del Norte, se encuentra en el epicentro de un terremoto político, pues han salido a la luz comentarios explosivos que hizo en un foro pornográfico hace más de una década. En ese espacio, Robinson se describió como un "nazi negro", abogó por el regreso de la esclavitud y lanzó insultos antisemitas y homofóbicos. Robinson se aferra a su candidatura, alimentando una controversia que podría arrastrar a Donald Trump en Carolina del Norte, el estado identificado como más importante en su camino hacia la Casa Blanca. 

A estas alturas de la campaña presidencial estadounidense, bien podría decirse, en el caso de Kamala Harris, que quizás se pueda aplicar aquella expresión electoral muy latina que dice: “Caballo que alcanza, gana” y en el caso de Trump, está por verse, pero de acuerdo con las tendencias, podría quedar como la historia de aquel hombre que compró un circo y le crecieron los enanos.

Trump atrincherado. Kamala no decepciona

Con exactamente seis semanas por delante, ambos candidatos intensificarán sus esfuerzos en los estados que definirán la carrera, conscientes de que cada pequeño tropiezo puede inclinar la balanza en una u otra dirección.

Julio Ligorría Carballido |
26 de septiembre, 2024
Foto por Saul Loeb / AFP

Siempre he sostenido que, al menos en Latinoamérica, los debates no tienen ningún impacto en la definición de un candidato ganador o uno perdedor. De hecho, muy recientemente, un querido amigo ganó la presidencia de su país sin participar en los debates, más bien los que venían de punteros se desplomaron al mostrar sus debilidades y contradicciones.

Los analistas más agudos en EE. UU. afirman que generalmente los debates tienen poco impacto. Los que se sientan frente a un televisor a observar los debates son aquellos que están más activos en política y es muy seguro que antes del debate ya tienen su decisión sobre por quién votarán. Para ellos, los debates son como un partido de fútbol donde observan cómo se desempeña su candidato favorito.

En el reciente debate presidencial en EE. UU., sin embargo, había gran expectativa sobre cuál sería el desenvolvimiento de Kamala Harris. Muchos apostaban a que sería un segundo debate a favor de Trump, luego del balbuceante desempeño de Joe Biden en el primer encuentro y de los continuos desatinos de la vicepresidente en ocasiones anteriores. Pero Harris no decepcionó, por el contrario, fue notorio el excelente trabajo de sus asesores y la disciplina de la candidata. La vicepresidenta apareció con una imagen muy presidencial. Se habían cuidado todos los detalles, desde su traje en un sobrio tono obscuro, hasta su impecable maquillaje, ya no digamos el inesperado apretón de manos a Trump al inicio del evento, que en el momento se vio sorprendido. 

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Ya en el debate, a Kamala Harris se le vio a la ofensiva, tendiendo trampas a Donald Trump y buscando que mostrara su lado ríspido ante la audiencia. Fue eso lo que vimos a lo largo del encuentro. Harris tejía un campo minado, llamándole racista, ridiculizando la poca asistencia a los mítines de Trump, acusándolo de niño de papá, que nació con una cuchara de plata en la boca. Trump no las vio venir y explotó en casi todas. Como contraataque Trump replicó un rumor que ya había sido aclarado días antes, pero que le servía en el momento, y afirmó que los inmigrantes haitianos estaban comiéndose las mascotas de los pobres habitantes de Springfield. Lo que provocó una oleada de memes en todo EE. UU., que en algunos casos le ridiculizaron. 

El debate no movió la aguja de las encuestas, lo que puede interpretarse como empate, pero el hecho que Harris no haya decepcionado, claramente le sostiene el entusiasmo en los colectivos demócratas que vienen despertando con potencia desde la convención. El próximo martes 1 de octubre se verán las caras los aspirantes vicepresidenciales: Tim Walz y J.D. Vance.

Ahora bien, hay que decir algo, Donald Trump es un adversario formidable. Sus capacidades histriónicas rebasan por mucho la de cualquier candidato de los últimos tiempos y su habilidad para hacer “spin” en medio de una tormenta de ataques no conoce igual.

Por su parte, algo que como alguien del oficio juzgo como alucinante, es el extraordinario trabajo que viene realizando el equipo asesor de Kamala Harris, el diseño estratégico, no me cabe duda, es el más elaborado y brillante en la historia del partido demócrata. Pensado desde cómo debía abandonar la carrera presidencial el presidente Biden, hasta cómo debía ocurrir este pasado debate, no hay aspecto táctico sujeto de crítica. Las producciones y mensajes son impecables y la forma en que ha explosionado la captación de recursos y donaciones era, hasta hace unas semanas, impensable.

Ahora bien, si algo ha demostrado la historia reciente de EE. UU. es que no hay predicciones seguras. Al margen de ello, las encuestas sostienen que Harris mantiene una leve ventaja sobre Trump a nivel nacional, con márgenes que oscilan entre 1,7 y 3 puntos

Los republicanos llevan dos décadas sin ganar el voto popular, lo que no impidió que Trump se impusiera cómodamente en 2016 a la demócrata Hillary Clinton, algo que ninguna encuesta reportó. Sin embargo, para Allan Lichtman, el historiador de la American University que ha sido apodado el Nostradamus de las predicciones de las elecciones presidenciales por su trayectoria casi perfecta de 40 años, la elección presidencial de 2024 ya está asegurada.

A estas alturas de la campaña presidencial estadounidense, bien podría decirse, en el caso de Kamala Harris, que quizás se pueda aplicar aquella expresión electoral muy latina que dice: “Caballo que alcanza, gana” y en el caso de Trump, está por verse, pero de acuerdo con las tendencias, podría quedar como la historia de aquel hombre que compró un circo y le crecieron los enanos.

Lichtman fue uno de los pocos que predijo con precisión la victoria de Trump en 2016, cuando todas las encuestas serias en EE. UU. daban la victoria a Hillary Clinton. Esta vez, Lichtman le da la victoria a Harris.

Con exactamente seis semanas por delante, ambos candidatos intensificarán sus esfuerzos en los estados que definirán la carrera, conscientes de que cada pequeño tropiezo puede inclinar la balanza en una u otra dirección

Hay siete estados de la unión  cuyo nombre conviene aprender de memoria, dado que están destinados a decidir el ganador de las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre: Pensilvania, Carolina del Norte, Michigan, Georgia, Arizona, Wisconsin y Nevada. 

Harris cuenta, hoy en día jueves 26 de septiembre, con una ligera ventaja, siendo la beneficiada con 4 de los 7 estados bisagra. El juego en los delegados electorales se reporta así en esos siete “Swing States” Harris se llevaría Nevada (6), Wisconsin (10), Michigan (15) y Pennsylvania (19), mientras que Trump ganaría en Georgia (16), Carolina del Norte (16) y Arizona (11).

El juego es de números del Colegio Electoral y no necesariamente por cantidad de estados ganados. Así las cosas, Trump perdería la elección con 262 delegados versus los 276 de Harris, gracias a los delegados obtenidos por estos 4 swing states (50 delegados).

En el ámbito del análisis generacional y sus preferencias, este también es un factor muy importante a destacar en el análisis, pues puede que este factor ya incline la balanza en contra de Trump. Este año estarán en edad de votar 41 millones de ciudadanos miembros de la Generación Z, que quizás no acaban convencidos por un hombre nacionalita de agresivo discurso, propenso a la incorrección política y que encarna la icónica imagen del multimillonario que todo lo puede. Mientras, los miembros de la generación de Donald Trump, los Baby Boomers, están poco a poco saliendo del escenario. Hablo de su base de votos más importante: los mayores de 45 años, y, sobre todo, de 65.

Finalmente, al señalar que parece que el cielo oscurece para Trump, se añade en estos días un nuevo y espinoso asunto en  uno de los estados clave para su probable victoria. Mark Robinson, candidato republicano a gobernador de Carolina del Norte, se encuentra en el epicentro de un terremoto político, pues han salido a la luz comentarios explosivos que hizo en un foro pornográfico hace más de una década. En ese espacio, Robinson se describió como un "nazi negro", abogó por el regreso de la esclavitud y lanzó insultos antisemitas y homofóbicos. Robinson se aferra a su candidatura, alimentando una controversia que podría arrastrar a Donald Trump en Carolina del Norte, el estado identificado como más importante en su camino hacia la Casa Blanca. 

A estas alturas de la campaña presidencial estadounidense, bien podría decirse, en el caso de Kamala Harris, que quizás se pueda aplicar aquella expresión electoral muy latina que dice: “Caballo que alcanza, gana” y en el caso de Trump, está por verse, pero de acuerdo con las tendencias, podría quedar como la historia de aquel hombre que compró un circo y le crecieron los enanos.

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