Entre las varias opciones sobre las teorías del origen del hombre, predomina la de la evolución darwiniana, en la que se nos ubica como una derivación evolutiva como producto de ese proceso transformador del mono y en ello, por supuesto, todos los procesos naturales que concurren hasta nuestros días. Hay quienes firmemente así lo creen y defienden, explicando así nuestras formas de vida hasta la actualidad, reduciendo nuestro ciclo de vida a las ideas de nacer, crecer, multiplicarnos y morir.
La otra tesis, la del hombre creado a imagen y semejanza de Dios por ese Dios todopoderoso que nos mandata la idea de fructificar, multiplicarnos y aprender a gobernarnos. En ella se nos provee de forma inalienable de una vida en libertad, en la que además de nacer, crecer, reproducirnos y morir, inocula en nosotros la capacidad de transformar y trascender; capacidades que, por supuesto, definen nuestra sostenibilidad en el tiempo y la historia.
En el devenir de la historia ha habido muestras muy claras de que abrazar esta última tesis, la de la creación y no la de la evolución, ha impulsado al ser humano a transformar su realidad desde las primitivas formas en que fue creado y con su natural curiosidad transformadora, descubre el fuego, la rueda, los números, la escritura, la imprenta el internet, la democracia etc., dándole forma a esa realidad civilizadora del hoy.
La educación como eje del poder transformador
En este proceso de progreso y fructificación humana, los saberes adquiridos generación tras generación en los diferentes campos de la ciencia, las artes, la economía, la política, las letras, las humanidades y un largo etcétera han venido siendo cultivados y cada generación de hombres y mujeres sobre la tierra agrega valor a la anterior, puesto que se descubren nuevas cosas, nuevas formas de vivir, de hacer y de sustentar la existencia.
En todo esta realidad de la vida que podemos documentar, la educación como proceso natural en el mini cosmos de la familia y como procesos sistematizados para la sociedad ha sido el vehículo que precisamente ha permitido que en libertad, se puedan conectar generaciones y sus saberes acumulados que dan vida a las tantas formas que, impulsados por el poder de la transformación y las herramientas del hombre, su capacidad de pensar y crear dan cuenta de las diferentes etapas civilizatorias por las que hemos atravesado.
Imprenta, Reforma Protestante y educación
Reflexionar sobre el aporte de Gutenberg con la imprenta, el de Martin Lutero como padre del movimiento de la reforma protestante y la dinámica de pasar del proceso educativo en el hogar hacia las comunidades vía la iglesia y luego el estado impulsado por los reformadores, debe en estos años de grandes retos e incertidumbres, abrir espacios en nuestra mente como para repensar el fondo y la forma en que hemos de encarar la educación como herramienta de transformación y trascendencia de nuestras naciones.
Afortunadamente, existen ya una serie de experiencias documentadas de sociedades que han venido trabajando –Japón y Corea, por ejemplo– desde sus gobernantes, lideres académicos y empresariales y lideres desde la sociedad civil en nuevas formas de diseño y contenido de la practica educativa, buscando generar las condiciones en las que, en el nuevo mundo que emerge, se pueda vivir en mayor bienestar para todos. Corresponde a nuestros lideres y a todo padre de familia preocupado por ese mejor futuro, explorar lo que podemos y hemos de hacer para un nuevo modelo educativo en el que la centralidad del ser humano se afirme con valores sustantivos de convivencia en paz, armonía y progreso ¡Animo, si es posible!
Entre las varias opciones sobre las teorías del origen del hombre, predomina la de la evolución darwiniana, en la que se nos ubica como una derivación evolutiva como producto de ese proceso transformador del mono y en ello, por supuesto, todos los procesos naturales que concurren hasta nuestros días. Hay quienes firmemente así lo creen y defienden, explicando así nuestras formas de vida hasta la actualidad, reduciendo nuestro ciclo de vida a las ideas de nacer, crecer, multiplicarnos y morir.
La otra tesis, la del hombre creado a imagen y semejanza de Dios por ese Dios todopoderoso que nos mandata la idea de fructificar, multiplicarnos y aprender a gobernarnos. En ella se nos provee de forma inalienable de una vida en libertad, en la que además de nacer, crecer, reproducirnos y morir, inocula en nosotros la capacidad de transformar y trascender; capacidades que, por supuesto, definen nuestra sostenibilidad en el tiempo y la historia.
En el devenir de la historia ha habido muestras muy claras de que abrazar esta última tesis, la de la creación y no la de la evolución, ha impulsado al ser humano a transformar su realidad desde las primitivas formas en que fue creado y con su natural curiosidad transformadora, descubre el fuego, la rueda, los números, la escritura, la imprenta el internet, la democracia etc., dándole forma a esa realidad civilizadora del hoy.
La educación como eje del poder transformador
En este proceso de progreso y fructificación humana, los saberes adquiridos generación tras generación en los diferentes campos de la ciencia, las artes, la economía, la política, las letras, las humanidades y un largo etcétera han venido siendo cultivados y cada generación de hombres y mujeres sobre la tierra agrega valor a la anterior, puesto que se descubren nuevas cosas, nuevas formas de vivir, de hacer y de sustentar la existencia.
En todo esta realidad de la vida que podemos documentar, la educación como proceso natural en el mini cosmos de la familia y como procesos sistematizados para la sociedad ha sido el vehículo que precisamente ha permitido que en libertad, se puedan conectar generaciones y sus saberes acumulados que dan vida a las tantas formas que, impulsados por el poder de la transformación y las herramientas del hombre, su capacidad de pensar y crear dan cuenta de las diferentes etapas civilizatorias por las que hemos atravesado.
Imprenta, Reforma Protestante y educación
Reflexionar sobre el aporte de Gutenberg con la imprenta, el de Martin Lutero como padre del movimiento de la reforma protestante y la dinámica de pasar del proceso educativo en el hogar hacia las comunidades vía la iglesia y luego el estado impulsado por los reformadores, debe en estos años de grandes retos e incertidumbres, abrir espacios en nuestra mente como para repensar el fondo y la forma en que hemos de encarar la educación como herramienta de transformación y trascendencia de nuestras naciones.
Afortunadamente, existen ya una serie de experiencias documentadas de sociedades que han venido trabajando –Japón y Corea, por ejemplo– desde sus gobernantes, lideres académicos y empresariales y lideres desde la sociedad civil en nuevas formas de diseño y contenido de la practica educativa, buscando generar las condiciones en las que, en el nuevo mundo que emerge, se pueda vivir en mayor bienestar para todos. Corresponde a nuestros lideres y a todo padre de familia preocupado por ese mejor futuro, explorar lo que podemos y hemos de hacer para un nuevo modelo educativo en el que la centralidad del ser humano se afirme con valores sustantivos de convivencia en paz, armonía y progreso ¡Animo, si es posible!