Suiza: no todo lo que brilla es oro
No es mi intención denigrar un país. Pero tampoco soy amigo de colocarlo en un pedestal. Los países –como las personas– no son perfectos.
Está en la mente de muchos guatemaltecos la injusticia sufrida por el exdirector de la Policía Nacional Civil, Erwin Sperisen, en Suiza. A raíz de los recientes escándalos he recordado el medio año que pasé allí a finales de los 90 trabajando como periodista y algunas cosas que me llamaron la atención entonces.
Si algo he aprendido a lo largo de mis prolongadas estancias de trabajo es a valorar la diversidad. No hay naciones mejores o peores. Son, simplemente, diferentes. Aunque algunos no quieran verlo así, el país alpino no es una excepción. Suiza, como todos los países, tiene cosas para sentirse orgullosos y otras… menos.
Así, la reconocida neutralidad no fue siempre sinónimo de pacifismo. ¿Se ha preguntado el lector alguna vez por qué es la Guardia Suiza el cuerpo militar encargado de la seguridad del Papa y la Santa Sede?
Hoy nos puede parecer una simpática anécdota con su colorido uniforme. Sin embargo, la razón histórica es otra. La Guardia Suiza se fundó en 1506. El papa Julio II pidió a los nobles suizos soldados para su protección, formando una compañía de 150 hombres. Los mercenarios suizos tuvieron su apogeo durante el Renacimiento. La razón: su probada capacidad de combate las convirtió en las tropas más solicitadas del mundo.
Durante la Guerra Fría la doctrina militar helvética era: “Suiza no tiene un ejército, es un ejército”.
No hay naciones mejores o peores. Son, simplemente, diferentes. Aunque algunos no quieran verlo así, el país alpino no es una excepción. Suiza, como todos los países, tiene cosas para sentirse orgullosos y otras… menos.
Cuando estuve allí se discutía su eventual ingreso en la ONU. Algo que finalmente ocurrió el 10 de septiembre de 2002 cuando tras largas deliberaciones la Confederación pasó de ser observador a miembro 190 en el concierto de naciones.
Mucho más grave fue el asunto relativo al oro nazi que afectó a los cimientos del famoso secreto bancario. Se habló durante mi estancia mucho de los libros del sociólogo suizo, Jean Ziegler, Suiza lava más blanco (1990) y El oro nazi (1997). Dos obras que causaron mucho revuelo en el país alpino. Tanto que decidí entrevistarle a su despacho en la Universidad de Ginebra. El intelectual socialista es uno de los críticos más virulentos de las prácticas comerciales suizas.
La primera publicación (una de sus obras más conocidas), fue una bomba. Después, fue demandado nueve veces por bancos, abogados e incluso dictadores. Al final, perdió incluso su mandato en el Parlamento.
En el segundo detalla el papel de los banqueros suizos en la retención ilegal de las cuentas inactivas de los judíos víctimas del Holocausto. También sostiene que Suiza es responsable de la prolongación de la IIGM por su papel reciclando el oro nazi robado a los países conquistados.
En 1998, testificó ante la Comisión Bancaria del Senado de EE. UU. en Washington, respaldando la demanda del Congreso Mundial Judío contra los bancos suizos. Por estas vistas y su defensa de las víctimas judías, tuvo que librar numerosas batallas judiciales en Europa.
No es mi intención denigrar un país. Pero tampoco soy amigo de colocarlo en un pedestal. Los países –como las personas– no son perfectos.
Suiza: no todo lo que brilla es oro
No es mi intención denigrar un país. Pero tampoco soy amigo de colocarlo en un pedestal. Los países –como las personas– no son perfectos.
Está en la mente de muchos guatemaltecos la injusticia sufrida por el exdirector de la Policía Nacional Civil, Erwin Sperisen, en Suiza. A raíz de los recientes escándalos he recordado el medio año que pasé allí a finales de los 90 trabajando como periodista y algunas cosas que me llamaron la atención entonces.
Si algo he aprendido a lo largo de mis prolongadas estancias de trabajo es a valorar la diversidad. No hay naciones mejores o peores. Son, simplemente, diferentes. Aunque algunos no quieran verlo así, el país alpino no es una excepción. Suiza, como todos los países, tiene cosas para sentirse orgullosos y otras… menos.
Así, la reconocida neutralidad no fue siempre sinónimo de pacifismo. ¿Se ha preguntado el lector alguna vez por qué es la Guardia Suiza el cuerpo militar encargado de la seguridad del Papa y la Santa Sede?
Hoy nos puede parecer una simpática anécdota con su colorido uniforme. Sin embargo, la razón histórica es otra. La Guardia Suiza se fundó en 1506. El papa Julio II pidió a los nobles suizos soldados para su protección, formando una compañía de 150 hombres. Los mercenarios suizos tuvieron su apogeo durante el Renacimiento. La razón: su probada capacidad de combate las convirtió en las tropas más solicitadas del mundo.
Durante la Guerra Fría la doctrina militar helvética era: “Suiza no tiene un ejército, es un ejército”.
No hay naciones mejores o peores. Son, simplemente, diferentes. Aunque algunos no quieran verlo así, el país alpino no es una excepción. Suiza, como todos los países, tiene cosas para sentirse orgullosos y otras… menos.
Cuando estuve allí se discutía su eventual ingreso en la ONU. Algo que finalmente ocurrió el 10 de septiembre de 2002 cuando tras largas deliberaciones la Confederación pasó de ser observador a miembro 190 en el concierto de naciones.
Mucho más grave fue el asunto relativo al oro nazi que afectó a los cimientos del famoso secreto bancario. Se habló durante mi estancia mucho de los libros del sociólogo suizo, Jean Ziegler, Suiza lava más blanco (1990) y El oro nazi (1997). Dos obras que causaron mucho revuelo en el país alpino. Tanto que decidí entrevistarle a su despacho en la Universidad de Ginebra. El intelectual socialista es uno de los críticos más virulentos de las prácticas comerciales suizas.
La primera publicación (una de sus obras más conocidas), fue una bomba. Después, fue demandado nueve veces por bancos, abogados e incluso dictadores. Al final, perdió incluso su mandato en el Parlamento.
En el segundo detalla el papel de los banqueros suizos en la retención ilegal de las cuentas inactivas de los judíos víctimas del Holocausto. También sostiene que Suiza es responsable de la prolongación de la IIGM por su papel reciclando el oro nazi robado a los países conquistados.
En 1998, testificó ante la Comisión Bancaria del Senado de EE. UU. en Washington, respaldando la demanda del Congreso Mundial Judío contra los bancos suizos. Por estas vistas y su defensa de las víctimas judías, tuvo que librar numerosas batallas judiciales en Europa.
No es mi intención denigrar un país. Pero tampoco soy amigo de colocarlo en un pedestal. Los países –como las personas– no son perfectos.