SOS: plan de emergencia
Si verdaderamente quieren avanzar en la agenda política del país, deben salir del enquistamiento en el que se encuentran en este momento y aumentar sus capacidades de negociación
En pocos días, el primer ciclo político a cargo del presidente Arévalo llegará a su fin. Esto se debe a que, después del 30 de noviembre, día en el que finaliza el período ordinario en el Congreso, la vida en el palacio se enlentecerá y las actividades ejecutivas se pondrán en pausa por la llegada de las fiestas. No obstante, en este momento, pareciera que la administración arevalista ya está pidiendo pelo y anhelando las “vacaciones”, debido al degaste político que han sufrido en este primer año al frente del país. El ejemplo más evidente de esta situación es la renuncia del viceministro de infraestructura, quien, pese a ser fiel aliado de la causa oficialista, no pudo aguantar con las presiones del puesto, la quemazón pública y el escrutinio ciudadano.
Ahora bien, es importante recordar que esta no es la primera pérdida en las filas del gobierno, dado que, a lo largo de estos once meses, algunos puestos, particularmente en el Ministerio de Comunicaciones y en las Secretarías cercanas al presidente, han cambiado de liderazgo más veces que viajes hechos por Arévalo al extranjero. Así que, mientras la popularidad del mandatario cae en picada y su círculo de confianza cada vez se vuelve más pequeño, es importante analizar qué acciones se están tomando para mantener el barco a flote y qué tiene que cambiar para evitar que el barco se hunda en los próximos doce meses.
Los últimos latidos que los mantienen vivos
Al inicio del mandato del presidente Arévalo las expectativas eran muy altas, derivado de las grandes promesas que hizo el oficialismo durante la campaña. Sin embargo, parece que el equipo de trabajo del mandatario no se percató que, con grandes promesas, también vienen grandes responsabilidades. Once meses después de la toma de posesión, el gobierno no ha dado la talla, por lo tanto, lo que en un inicio era ilusión ciudadana “por el cambio” se ha transformado en descontento y decepción. En este sentido, debido a que el gobierno se presentaba como “uno del pueblo, para el pueblo”, el golpe más fuerte de realidad que ha recibido no ha sido el atosigamiento por parte de los diputados o algunos de los bochornos a nivel internacional, sino que fue la encuesta que evidencia la caída en picada de la popularidad del presidente.
Ante esta situación, el plan de emergencia administrativo se puso en marcha, a fin de rescatar los últimos latidos y mantener vivo al Ejecutivo. Este plan se materializó en la presentación de dos casos de corrupción y negligencia en dos instancias de la administración pública, el INDE y el Ministerio de Salud. No obstante, tomando en cuenta la temporalidad de las presentaciones, pareciera que este era el As bajo la manga que, debido al alto impacto de los casos,solo estaba esperando el momento adecuado para desviar la atención y, para mientras, limpiar el desastre que generó la encuesta en el patio trasero del palacio.
El país no puede aguantar otros cuatro años más perdidos, así que la terapia debe ser holística, con dirección y centrada en revivir la gestión pública para el largo plazo.
Esta estrategia, aunque inteligente a nivel político, es un desastre a nivel operativo, dado que, la administración pública no se trata de sacar un clavo con otro clavo, sino que debe ser un plan a largo plazo, con objetivos claros y planes definidos.
¿Y la terapia para cuándo?
En este momento, las mentes cercanas al presidente ya deberían de estar pensando el tipo de rehabilitación que se le debería de dar a la gestión para evitar la muerte declarada del mandato. Sin embargo, más que un tratamiento progresivo, este gobierno necesita una terapia de shock, empezando por el presidente. El mandatario debe reacomodar sus prioridades, marcar la hoja ruta y liderar con decisión.
Asimismo, desde el punto de vista del equipo de trabajo, los ministros deben de dejar de perder el tiempo buscando responsables en administraciones pasadas y ponerse a trabajar, ya que los ciudadanos no ven resultados y los humos se están empezando a calentar. A su vez, la bancada oficialista en el Congreso debe cambiar la estrategia, si verdaderamente quieren avanzar en la agenda política del país, deben salir del enquistamiento en el que se encuentran en este momento y aumentar sus capacidades de negociación, dado que por lo que se ve en los pasillos del hemiciclo, más que aliados, los enemigos han ido en aumento y a paso acelerado.
El país no puede aguantar otros cuatro años más perdidos, así que la terapia debe ser holística, con dirección y centrada en revivir la gestión pública para el largo plazo.
SOS: plan de emergencia
Si verdaderamente quieren avanzar en la agenda política del país, deben salir del enquistamiento en el que se encuentran en este momento y aumentar sus capacidades de negociación
En pocos días, el primer ciclo político a cargo del presidente Arévalo llegará a su fin. Esto se debe a que, después del 30 de noviembre, día en el que finaliza el período ordinario en el Congreso, la vida en el palacio se enlentecerá y las actividades ejecutivas se pondrán en pausa por la llegada de las fiestas. No obstante, en este momento, pareciera que la administración arevalista ya está pidiendo pelo y anhelando las “vacaciones”, debido al degaste político que han sufrido en este primer año al frente del país. El ejemplo más evidente de esta situación es la renuncia del viceministro de infraestructura, quien, pese a ser fiel aliado de la causa oficialista, no pudo aguantar con las presiones del puesto, la quemazón pública y el escrutinio ciudadano.
Ahora bien, es importante recordar que esta no es la primera pérdida en las filas del gobierno, dado que, a lo largo de estos once meses, algunos puestos, particularmente en el Ministerio de Comunicaciones y en las Secretarías cercanas al presidente, han cambiado de liderazgo más veces que viajes hechos por Arévalo al extranjero. Así que, mientras la popularidad del mandatario cae en picada y su círculo de confianza cada vez se vuelve más pequeño, es importante analizar qué acciones se están tomando para mantener el barco a flote y qué tiene que cambiar para evitar que el barco se hunda en los próximos doce meses.
Los últimos latidos que los mantienen vivos
Al inicio del mandato del presidente Arévalo las expectativas eran muy altas, derivado de las grandes promesas que hizo el oficialismo durante la campaña. Sin embargo, parece que el equipo de trabajo del mandatario no se percató que, con grandes promesas, también vienen grandes responsabilidades. Once meses después de la toma de posesión, el gobierno no ha dado la talla, por lo tanto, lo que en un inicio era ilusión ciudadana “por el cambio” se ha transformado en descontento y decepción. En este sentido, debido a que el gobierno se presentaba como “uno del pueblo, para el pueblo”, el golpe más fuerte de realidad que ha recibido no ha sido el atosigamiento por parte de los diputados o algunos de los bochornos a nivel internacional, sino que fue la encuesta que evidencia la caída en picada de la popularidad del presidente.
Ante esta situación, el plan de emergencia administrativo se puso en marcha, a fin de rescatar los últimos latidos y mantener vivo al Ejecutivo. Este plan se materializó en la presentación de dos casos de corrupción y negligencia en dos instancias de la administración pública, el INDE y el Ministerio de Salud. No obstante, tomando en cuenta la temporalidad de las presentaciones, pareciera que este era el As bajo la manga que, debido al alto impacto de los casos,solo estaba esperando el momento adecuado para desviar la atención y, para mientras, limpiar el desastre que generó la encuesta en el patio trasero del palacio.
El país no puede aguantar otros cuatro años más perdidos, así que la terapia debe ser holística, con dirección y centrada en revivir la gestión pública para el largo plazo.
Esta estrategia, aunque inteligente a nivel político, es un desastre a nivel operativo, dado que, la administración pública no se trata de sacar un clavo con otro clavo, sino que debe ser un plan a largo plazo, con objetivos claros y planes definidos.
¿Y la terapia para cuándo?
En este momento, las mentes cercanas al presidente ya deberían de estar pensando el tipo de rehabilitación que se le debería de dar a la gestión para evitar la muerte declarada del mandato. Sin embargo, más que un tratamiento progresivo, este gobierno necesita una terapia de shock, empezando por el presidente. El mandatario debe reacomodar sus prioridades, marcar la hoja ruta y liderar con decisión.
Asimismo, desde el punto de vista del equipo de trabajo, los ministros deben de dejar de perder el tiempo buscando responsables en administraciones pasadas y ponerse a trabajar, ya que los ciudadanos no ven resultados y los humos se están empezando a calentar. A su vez, la bancada oficialista en el Congreso debe cambiar la estrategia, si verdaderamente quieren avanzar en la agenda política del país, deben salir del enquistamiento en el que se encuentran en este momento y aumentar sus capacidades de negociación, dado que por lo que se ve en los pasillos del hemiciclo, más que aliados, los enemigos han ido en aumento y a paso acelerado.
El país no puede aguantar otros cuatro años más perdidos, así que la terapia debe ser holística, con dirección y centrada en revivir la gestión pública para el largo plazo.