Sin romantizar el bukelismo
El desprecio por los valores republicanos que el presidente salvadoreño ha presentado durante sus años de gobierno son amenazantes, no una inspiración política para la región.
Bukele llegó al poder con un discurso antisistema, bien recibido por una población cansada de la corrupción, la inseguridad y la ineficiencia. Durante la campaña, prometió orden y seguridad, lo que cumplió militarizando el país y suspendiendo garantías constitucionales con un régimen de excepción que parece no tener fecha final. Aunque los datos oficiales del gobierno salvadoreño no son del todo confiables, los resultados parecen haber reducido los homicidios y capturado más de 75 000 personas. Sin embargo, esto ha sido logrado por medio de detenciones arbitrarias, tortura, juicios sin garantías mínimas, censura y violación a la división de poderes.
La guerra contra las pandillas y la alta tasa de arresto y detención consolidó el poder del presidente. Sin embargo, también ha debilitado las instituciones, restringido las libertades individuales y ha subordinado al Estado a su voluntad, violando uno de los principios más importantes del Estado de derecho y la división de poderes.
Muchos países en Centroamérica, incluyendo a Guatemala, han visto la reducción en la delincuencia del país y lo han tomado como un modelo a seguir, aunque la institucionalidad y la democracia se vean amenazadas tras bambalinas. La libertad, el respeto a la ley y los derechos fundamentales son innegociables en una República democrática, características del Estado salvadoreño definido por la constitución. Es decir, el bukelismo no es compatible con el sistema político constitucional.
Un Estado que atropella los derechos individuales y constitucionales a favor de la seguridad representa una amenaza de totalitarismo y represión. El respeto por el debido proceso, la presunción de inocencia y las garantías individuales no son lujos democráticos, sino pilares de una sociedad libre y con respeto a las leyes.
La adopción del bukelismo renuncia a la posibilidad de una Guatemala verdaderamente libre (...) En vez de un redentor, busquemos un candidato que busque fortalecer las instituciones y se comprometa con el Estado de derecho, la libertad y el respeto a los derechos individuales.
En Guatemala, un país con una población frustrada por la inseguridad, la corrupción y la debilidad institucional, es importante resistir la idea de la elección de un “Bukele chapín”. La tendencia al autoritarismo, luego de las fallas de un gobierno democrático, puede ser tentadora, pero, en su lugar, son verdaderamente amenazantes. Las soluciones rápidas y el control absoluto no son reales ni alcanzables. Como he mencionado antes, la mejora en la calidad política inicia en el fortalecimiento institucional.
La mayor prioridad de los guatemaltecos para las próximas elecciones debe ser resistir el autoritarismo. El camino hacia un país más seguro, estable y atractivo económicamente o con procesos políticos eficientes no comienza por la concentración del poder, sino por el fortalecimiento institucional y la profesionalización de los funcionarios públicos y las fuerzas de seguridad.
La ley es un instrumento de libertad y orden, no de poder arbitrario. El bukelismo, adherido a esta lógica, es una amenaza nacional, pero de ser seguido por países vecinos, puede volverse un riesgo internacional. El desprecio por los valores republicanos que el presidente salvadoreño ha presentado durante sus años de gobierno son amenazantes, no una inspiración política para la región.
La adopción del bukelismo renuncia a la posibilidad de una Guatemala verdaderamente libre. Las elecciones no deben ser guiadas por el miedo, sino por responsabilidad, conocimiento, crítica y compromiso con los verdaderos principios de una sociedad libre. En vez de un redentor, busquemos un candidato que busque fortalecer las instituciones y se comprometa con el Estado de derecho, la libertad y el respeto a los derechos individuales, construyendo, así, una nación libre, segura y próspera.
Sin romantizar el bukelismo
El desprecio por los valores republicanos que el presidente salvadoreño ha presentado durante sus años de gobierno son amenazantes, no una inspiración política para la región.
Bukele llegó al poder con un discurso antisistema, bien recibido por una población cansada de la corrupción, la inseguridad y la ineficiencia. Durante la campaña, prometió orden y seguridad, lo que cumplió militarizando el país y suspendiendo garantías constitucionales con un régimen de excepción que parece no tener fecha final. Aunque los datos oficiales del gobierno salvadoreño no son del todo confiables, los resultados parecen haber reducido los homicidios y capturado más de 75 000 personas. Sin embargo, esto ha sido logrado por medio de detenciones arbitrarias, tortura, juicios sin garantías mínimas, censura y violación a la división de poderes.
La guerra contra las pandillas y la alta tasa de arresto y detención consolidó el poder del presidente. Sin embargo, también ha debilitado las instituciones, restringido las libertades individuales y ha subordinado al Estado a su voluntad, violando uno de los principios más importantes del Estado de derecho y la división de poderes.
Muchos países en Centroamérica, incluyendo a Guatemala, han visto la reducción en la delincuencia del país y lo han tomado como un modelo a seguir, aunque la institucionalidad y la democracia se vean amenazadas tras bambalinas. La libertad, el respeto a la ley y los derechos fundamentales son innegociables en una República democrática, características del Estado salvadoreño definido por la constitución. Es decir, el bukelismo no es compatible con el sistema político constitucional.
Un Estado que atropella los derechos individuales y constitucionales a favor de la seguridad representa una amenaza de totalitarismo y represión. El respeto por el debido proceso, la presunción de inocencia y las garantías individuales no son lujos democráticos, sino pilares de una sociedad libre y con respeto a las leyes.
La adopción del bukelismo renuncia a la posibilidad de una Guatemala verdaderamente libre (...) En vez de un redentor, busquemos un candidato que busque fortalecer las instituciones y se comprometa con el Estado de derecho, la libertad y el respeto a los derechos individuales.
En Guatemala, un país con una población frustrada por la inseguridad, la corrupción y la debilidad institucional, es importante resistir la idea de la elección de un “Bukele chapín”. La tendencia al autoritarismo, luego de las fallas de un gobierno democrático, puede ser tentadora, pero, en su lugar, son verdaderamente amenazantes. Las soluciones rápidas y el control absoluto no son reales ni alcanzables. Como he mencionado antes, la mejora en la calidad política inicia en el fortalecimiento institucional.
La mayor prioridad de los guatemaltecos para las próximas elecciones debe ser resistir el autoritarismo. El camino hacia un país más seguro, estable y atractivo económicamente o con procesos políticos eficientes no comienza por la concentración del poder, sino por el fortalecimiento institucional y la profesionalización de los funcionarios públicos y las fuerzas de seguridad.
La ley es un instrumento de libertad y orden, no de poder arbitrario. El bukelismo, adherido a esta lógica, es una amenaza nacional, pero de ser seguido por países vecinos, puede volverse un riesgo internacional. El desprecio por los valores republicanos que el presidente salvadoreño ha presentado durante sus años de gobierno son amenazantes, no una inspiración política para la región.
La adopción del bukelismo renuncia a la posibilidad de una Guatemala verdaderamente libre. Las elecciones no deben ser guiadas por el miedo, sino por responsabilidad, conocimiento, crítica y compromiso con los verdaderos principios de una sociedad libre. En vez de un redentor, busquemos un candidato que busque fortalecer las instituciones y se comprometa con el Estado de derecho, la libertad y el respeto a los derechos individuales, construyendo, así, una nación libre, segura y próspera.