La sensibilidad ética es la capacidad de reconocer lo ético y lo no ético en las zonas grises, es decir, en aquellos casos cuya gravedad no es evidente. Al ser una capacidad, significa que algunas personas la tienen más desarrollada que otras y también significa que, a lo largo de la vida, esa capacidad puede aumentar o disminuir en cada persona.
Casos duros o evidentes de faltas a la ética son, por ejemplo: el acoso sexual, estafar, sobornar, mentir, traficar con información confidencial, etc. En esta lista, por supuesto, agregaríamos todos aquellos delitos tipificados por las leyes respectivas.
Pero ¿qué hay de casos menos evidentes? Por ejemplo: faltas de respeto verbal a colaboradores, levantar la voz agresiva e innecesariamente, manipular a una persona con insinuaciones de despido, presionar por resultados en detrimento de la salud física o mental, el acoso sexual verbal y no verbal, la discriminación implícita en ciertas decisiones, etc.
Algunas personas, con poca sensibilidad ética, tienden a restar importancia a este segundo grupo de faltas a la ética y, por ende, suelen no tomar decisiones contundentes al respecto, sino que las dejan pasar.
¿Por qué los directivos dejan pasar las faltas a la ética de este segundo tipo? La respuesta es el conflicto de intereses. Cuando un alto ejecutivo comete una falta a la ética como, por ejemplo, acoso sexual verbal a una colaboradora, la alta gerencia podría tender a subestimar el caso bajo el argumento de que este alto ejecutivo da buenos resultados para la empresa.
Vale la pena explorar este tipo de conflicto de intereses porque es muy frecuente incurrir en ellos. No se trata de despedir a alguien a la primera, mucho menos si se trata de una persona que aporta o agrega valor. Se trata de tomar algún tipo de medida para reeducarle. Quizás comete acoso sexual verbal a una colaboradora porque ni siquiera tiene claro que eso que hace es una falta a la ética o, aunque lo sepa, quizás no tiene claro que en la empresa esa conducta no es tolerada.
La función de liderazgo, en este caso es dar coaching y/o mentoring a esa persona para enseñarle a ver la gravedad de lo que hace y pedir que diseñe su propio plan de mejora y que se trace a sí mismo unos indicadores de mejora en tal proceso.
El líder no debe desentenderse de su indelegable función de educar, de formar, de ayudar a los miembros de su equipo a ser autocríticos y mejorar como persona.
Hace un tiempo un alumno me preguntaba: ¿qué es en realidad la ética? ¿Por qué el acoso sexual verbal podría ser una falta a la ética si no es algo grave como sobornar o robar?
La respuesta es compleja, pero podría estructurarla de la siguiente manera. Es ético todo aquello que me hace mejor persona (más responsable, más tolerante, más empático, más respetuoso, etc.) y no es ético todo aquello que me degrada o me resta calidad humana.
Finalmente, en esto, como en muchos temas más, ayuda la aplicación de la regla de oro. Cuando queramos saber si algo que está en una zona gris es una falta a la ética, cuando busquemos aumentar nuestra sensibilidad ética, basta preguntarnos: ¿cómo me sentiría si me trataran de esta manera? Y si lo anterior no termina de ayudar, preguntarnos, ¿cuál sería mi reacción si tratasen de tal manera a alguien a quien yo tengo mucho aprecio?
Sensibilidad ética en la empresa
La sensibilidad ética es la capacidad de reconocer lo ético y lo no ético en las zonas grises, es decir, en aquellos casos cuya gravedad no es evidente. Al ser una capacidad, significa que algunas personas la tienen más desarrollada que otras y también significa que, a lo largo de la vida, esa capacidad puede aumentar o disminuir en cada persona.
Casos duros o evidentes de faltas a la ética son, por ejemplo: el acoso sexual, estafar, sobornar, mentir, traficar con información confidencial, etc. En esta lista, por supuesto, agregaríamos todos aquellos delitos tipificados por las leyes respectivas.
Pero ¿qué hay de casos menos evidentes? Por ejemplo: faltas de respeto verbal a colaboradores, levantar la voz agresiva e innecesariamente, manipular a una persona con insinuaciones de despido, presionar por resultados en detrimento de la salud física o mental, el acoso sexual verbal y no verbal, la discriminación implícita en ciertas decisiones, etc.
Algunas personas, con poca sensibilidad ética, tienden a restar importancia a este segundo grupo de faltas a la ética y, por ende, suelen no tomar decisiones contundentes al respecto, sino que las dejan pasar.
¿Por qué los directivos dejan pasar las faltas a la ética de este segundo tipo? La respuesta es el conflicto de intereses. Cuando un alto ejecutivo comete una falta a la ética como, por ejemplo, acoso sexual verbal a una colaboradora, la alta gerencia podría tender a subestimar el caso bajo el argumento de que este alto ejecutivo da buenos resultados para la empresa.
Vale la pena explorar este tipo de conflicto de intereses porque es muy frecuente incurrir en ellos. No se trata de despedir a alguien a la primera, mucho menos si se trata de una persona que aporta o agrega valor. Se trata de tomar algún tipo de medida para reeducarle. Quizás comete acoso sexual verbal a una colaboradora porque ni siquiera tiene claro que eso que hace es una falta a la ética o, aunque lo sepa, quizás no tiene claro que en la empresa esa conducta no es tolerada.
La función de liderazgo, en este caso es dar coaching y/o mentoring a esa persona para enseñarle a ver la gravedad de lo que hace y pedir que diseñe su propio plan de mejora y que se trace a sí mismo unos indicadores de mejora en tal proceso.
El líder no debe desentenderse de su indelegable función de educar, de formar, de ayudar a los miembros de su equipo a ser autocríticos y mejorar como persona.
Hace un tiempo un alumno me preguntaba: ¿qué es en realidad la ética? ¿Por qué el acoso sexual verbal podría ser una falta a la ética si no es algo grave como sobornar o robar?
La respuesta es compleja, pero podría estructurarla de la siguiente manera. Es ético todo aquello que me hace mejor persona (más responsable, más tolerante, más empático, más respetuoso, etc.) y no es ético todo aquello que me degrada o me resta calidad humana.
Finalmente, en esto, como en muchos temas más, ayuda la aplicación de la regla de oro. Cuando queramos saber si algo que está en una zona gris es una falta a la ética, cuando busquemos aumentar nuestra sensibilidad ética, basta preguntarnos: ¿cómo me sentiría si me trataran de esta manera? Y si lo anterior no termina de ayudar, preguntarnos, ¿cuál sería mi reacción si tratasen de tal manera a alguien a quien yo tengo mucho aprecio?