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Semilla de trigo y democracia

Consideraciones sobre la política exterior del gobierno con respecto a Ucrania

.
Alessandro Mecca
19 de febrero, 2024

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

El presidente Bernardo Arévalo se reunió con su homólogo ucraniano, Volodimir Zelensky, el 17 de febrero. Durante el encuentro, Arévalo reafirmó el respaldo diplomático a Ucrania, mientras ambos líderes destacaron su colaboración en desarrollo y paz. Sin embargo, esta postura generó críticas y escepticismo de la izquierda extraparlamentaria y sectores dentro del partido oficialista. Los primeros acusan al gobierno de servilismo a Estados Unidos. Algunos abogan por una posición más neutralista. Hoy, estimado lector, argumentamos por qué apoyar a Ucrania no sólo es moralmente correcto, sino que también promueve los interes geopolíticos de la nación.

La primera consideración que se debe hacer es ¿tenemos vela en ese entierro? Retrotraigámonos a 2021. Ese año, la interferencia rusa en Guatemala quedó evidenciada por el caso "alfombra mágica". La minera Mayaniquel, vinculada al grupo ruso-suizo Solaway, habría sobornado al expresidente Giamattei y otros funcionarios para explotar una mina ilegalmente en El Estor, Izabal. A Solaway le fueron suspendidas cuentas bancarias en Estonia por participar en transacciones opacas de miles de millones de dólares provenientes de oligarcas rusos, necesariamente ligados al Kremlin. Esto, según la investigación periodística internacional Mining Secrets. En cualquier país, la extracción ilegal de recursos estratégicos del Estado por parte de intereses extranjeros se vería con abierta hostilidad; mínimo, se antagonizaría. Los intereses rusos podrían considerarse perfectamente contrapuestos al interés nacional. Hay una matrioska que dice: Гватемала.

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La posible hostilidad de los intereses rusos per se a nuestro interés geoeconómico  podría parecer razón insuficiente para tomar una posición diplomática tajante sobre el conflicto en Ucrania. Es aquí donde entra el segundo factor: el de las alianzas multilaterales y los espacios de cooperación. Después del escándalo anteriormente mencionado, el expresidente Giamattei decidió realizar una visita sorpresa a Ucrania, gesto de buena voluntad hacia Estados Unidos. Ello, luego de airadas quejas del Departamento de Estado y la consecuente expulsión de Solaway del país. No fue accidental. Tanto Washington como Bruselas (la suma de Estados miembros de la UE) tienen un firme compromiso de apoyo militar, político y financiero a Kiev. Estos países también se encuentran entre nuestros principales donantes. La Foreign Aid aportó más de 7 mil millones de dólares en cooperación de 2005 a 2023, según el último informe en materia. Diversos proyectos de desarrollo socioeconómico, de seguridad y fortalecimiento institucional dependen de ella. Solo el año pasado se aportaron más de 3 mil millones de quetzales, cifra equiparable al 2% del presupuesto nacional. Esta cifra redimensiona la importancia relativa de Guatemala, no pudiendo compararse con colosos como México o Brasil, de peso estratégico propio. La relevancia de la comunidad internacional quedó comprobada en su decisivo apoyo el año pasado a la transición democrática. Los mencionados y no menores beneficios son obviados o ignorados por quienes caracterizan este tipo de movimientos como mera “sumisión” a Estados Unidos. El peso relativo de la cooperación permite dilucidar que la alineación con Occidente es más una cuestión de Realpolitik y de interés nacional que otra cosa.

A los nobles de corazón y firmes de principios frías consideraciones geopolíticas podrían parecer quizá demasiado transaccionales. Queda el argumento moral. Ucrania es una frágil e incipiente democracia que intenta aun superar su particular patrimonialismo postsoviético. Además, el pueblo ucraniano ha tenido que lidiar con constante interferencia del Kremlin, al que una democracia que no le sea completamente servil simplemente no le sirve. Guardando la escala, hay paralelismos evidentes. La causa ucraniana es la de un pueblo luchando por su libertad, tanto de sus élites extractivas como de proyectos imperiales. Ningún autodenominado demócrata republicano puede dejar de adscribirse a ella sin ser hipócrita. Siendo así, y siendo la democracia y el rescate de las instituciones las principales banderas de esta administración, hubiera sido poco menos que inaudito que la posición del gobierno hubiese sido otra, tanto por conveniencia como por coherencia.

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Consideraciones sobre la política exterior del gobierno con respecto a Ucrania

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19 de febrero, 2024

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El presidente Bernardo Arévalo se reunió con su homólogo ucraniano, Volodimir Zelensky, el 17 de febrero. Durante el encuentro, Arévalo reafirmó el respaldo diplomático a Ucrania, mientras ambos líderes destacaron su colaboración en desarrollo y paz. Sin embargo, esta postura generó críticas y escepticismo de la izquierda extraparlamentaria y sectores dentro del partido oficialista. Los primeros acusan al gobierno de servilismo a Estados Unidos. Algunos abogan por una posición más neutralista. Hoy, estimado lector, argumentamos por qué apoyar a Ucrania no sólo es moralmente correcto, sino que también promueve los interes geopolíticos de la nación.

La primera consideración que se debe hacer es ¿tenemos vela en ese entierro? Retrotraigámonos a 2021. Ese año, la interferencia rusa en Guatemala quedó evidenciada por el caso "alfombra mágica". La minera Mayaniquel, vinculada al grupo ruso-suizo Solaway, habría sobornado al expresidente Giamattei y otros funcionarios para explotar una mina ilegalmente en El Estor, Izabal. A Solaway le fueron suspendidas cuentas bancarias en Estonia por participar en transacciones opacas de miles de millones de dólares provenientes de oligarcas rusos, necesariamente ligados al Kremlin. Esto, según la investigación periodística internacional Mining Secrets. En cualquier país, la extracción ilegal de recursos estratégicos del Estado por parte de intereses extranjeros se vería con abierta hostilidad; mínimo, se antagonizaría. Los intereses rusos podrían considerarse perfectamente contrapuestos al interés nacional. Hay una matrioska que dice: Гватемала.

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La posible hostilidad de los intereses rusos per se a nuestro interés geoeconómico  podría parecer razón insuficiente para tomar una posición diplomática tajante sobre el conflicto en Ucrania. Es aquí donde entra el segundo factor: el de las alianzas multilaterales y los espacios de cooperación. Después del escándalo anteriormente mencionado, el expresidente Giamattei decidió realizar una visita sorpresa a Ucrania, gesto de buena voluntad hacia Estados Unidos. Ello, luego de airadas quejas del Departamento de Estado y la consecuente expulsión de Solaway del país. No fue accidental. Tanto Washington como Bruselas (la suma de Estados miembros de la UE) tienen un firme compromiso de apoyo militar, político y financiero a Kiev. Estos países también se encuentran entre nuestros principales donantes. La Foreign Aid aportó más de 7 mil millones de dólares en cooperación de 2005 a 2023, según el último informe en materia. Diversos proyectos de desarrollo socioeconómico, de seguridad y fortalecimiento institucional dependen de ella. Solo el año pasado se aportaron más de 3 mil millones de quetzales, cifra equiparable al 2% del presupuesto nacional. Esta cifra redimensiona la importancia relativa de Guatemala, no pudiendo compararse con colosos como México o Brasil, de peso estratégico propio. La relevancia de la comunidad internacional quedó comprobada en su decisivo apoyo el año pasado a la transición democrática. Los mencionados y no menores beneficios son obviados o ignorados por quienes caracterizan este tipo de movimientos como mera “sumisión” a Estados Unidos. El peso relativo de la cooperación permite dilucidar que la alineación con Occidente es más una cuestión de Realpolitik y de interés nacional que otra cosa.

A los nobles de corazón y firmes de principios frías consideraciones geopolíticas podrían parecer quizá demasiado transaccionales. Queda el argumento moral. Ucrania es una frágil e incipiente democracia que intenta aun superar su particular patrimonialismo postsoviético. Además, el pueblo ucraniano ha tenido que lidiar con constante interferencia del Kremlin, al que una democracia que no le sea completamente servil simplemente no le sirve. Guardando la escala, hay paralelismos evidentes. La causa ucraniana es la de un pueblo luchando por su libertad, tanto de sus élites extractivas como de proyectos imperiales. Ningún autodenominado demócrata republicano puede dejar de adscribirse a ella sin ser hipócrita. Siendo así, y siendo la democracia y el rescate de las instituciones las principales banderas de esta administración, hubiera sido poco menos que inaudito que la posición del gobierno hubiese sido otra, tanto por conveniencia como por coherencia.

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