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¿Seguridad hemisférica o sumisión internacional?

La medida de encarcelamiento de Bukele se ha alejado del combate contra el crimen organizado y se ha transformado en una privación de libertad indefinida y sin debido proceso para los encarcelados en el CECOT.

Foto por Oficina de Prensa de la Presidencia de El Salvador / AFP
Rocío Mérida |
07 de febrero, 2025

Latinoamérica es una región fuertemente marcada por la histórica y constante lucha contra el crimen organizado, la violencia y la pobreza. Como resultado, muchos ciudadanos deciden emigrar a Estados Unidos en busca del “sueño americano”. Con la llegada de Trump a su segundo período presidencial, se ha oficializado la política deportación “masiva” de migrantes indocumentados a sus países de origen, dando prioridad a aquellos criminales. Trump, en el inicio de su gestión, ha buscado que el país no se convierta en un refugio para criminales, nacionales o internacionales. Esto asegura dos cosas: una pronta problemática social y económica en los países latinoamericanos receptores y la oportunidad de ciertos funcionarios públicos en “quedar bien” con el nuevo líder de la región.

El Salvador ha dado el primer paso en este ámbito. Marco Rubio, secretario de Estado de EE. UU. anunció un acuerdo con El Salvador, en el que se permite la deportación de migrantes al país, para ser detenidos en el Centro de Confinamiento del Terrorismo —CECOT— (megacárcel salvadoreña), independientemente de su nacionalidad, una vez hayan cometido crímenes en tierra estadounidense. Esta es una medida disuasoria a la inmigración ilegal y al crimen internacional, dado que los ciudadanos enfrentarán deportación y cárcel en instalaciones de alta seguridad.

Aunque esto parece ser un compromiso internacional en el combate contra un problema compartido a lo largo de la región, esta es más una respuesta de miedo y precaución a las repercusiones de contradecir los deseos trumpistas.

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Bukele continúa buscando soluciones cortoplacistas a problemas reales para “quedar bien” en el panorama internacional, pero no parece buscar soluciones a los problemas de raíz que conciernen a El Salvador, como las condiciones de vida que incitan a los ciudadanos a abandonar el país.

La medida de encarcelamiento de Bukele se ha alejado del combate contra el crimen organizado y se ha transformado en una privación de libertad indefinida y sin debido proceso para los encarcelados en el CECOT, donde su única garantía es un sistema represivo y de mínimo respeto a derechos humanos.

Ante un nuevo panorama político en el continente, Bukele se ha decidido posicionar como un presidente innovador y diferente a lo que presenta la política internacional actual. Rubio afirmó que no existe ninguna oferta similar y Trump elogió la propuesta y el liderazgo del presidente. La verdadera pregunta es: ¿por qué ir la milla extra?, en vez de solamente ceder, como el resto de los países en la región —contrario a Sheinbaum y Petro— para evitar obstáculos económicos y políticos. El presidente salvadoreño busca resaltar en comparación con el resto de los presidentes centroamericanos, dado que la estabilidad de su moneda, de su política migratoria y del financiamiento estadounidense son necesarios para mantener su actual estatus político. Este, momentáneamente, estuvo bajo la lupa de EE. UU. por sus nuevas relaciones con China y por la violación a derechos humanos de la lucha contra las pandillas.

Aunque es lamentable, pero no novedoso, Bukele continúa buscando soluciones cortoplacistas a problemas reales para “quedar bien” en el panorama internacional, pero no parece buscar soluciones a los problemas de raíz que conciernen a El Salvador, como las condiciones de vida que incitan a los ciudadanos a abandonar el país. Haber ido esta milla extra —con una oferta única y sin precedente— evita medidas arancelarias altas y retos a la migración legal de los salvadoreños, pero presentará un reto económico, social y de seguridad para el país más pequeño de Centroamérica.

¿Seguridad hemisférica o sumisión internacional?

La medida de encarcelamiento de Bukele se ha alejado del combate contra el crimen organizado y se ha transformado en una privación de libertad indefinida y sin debido proceso para los encarcelados en el CECOT.

Rocío Mérida |
07 de febrero, 2025
Foto por Oficina de Prensa de la Presidencia de El Salvador / AFP

Latinoamérica es una región fuertemente marcada por la histórica y constante lucha contra el crimen organizado, la violencia y la pobreza. Como resultado, muchos ciudadanos deciden emigrar a Estados Unidos en busca del “sueño americano”. Con la llegada de Trump a su segundo período presidencial, se ha oficializado la política deportación “masiva” de migrantes indocumentados a sus países de origen, dando prioridad a aquellos criminales. Trump, en el inicio de su gestión, ha buscado que el país no se convierta en un refugio para criminales, nacionales o internacionales. Esto asegura dos cosas: una pronta problemática social y económica en los países latinoamericanos receptores y la oportunidad de ciertos funcionarios públicos en “quedar bien” con el nuevo líder de la región.

El Salvador ha dado el primer paso en este ámbito. Marco Rubio, secretario de Estado de EE. UU. anunció un acuerdo con El Salvador, en el que se permite la deportación de migrantes al país, para ser detenidos en el Centro de Confinamiento del Terrorismo —CECOT— (megacárcel salvadoreña), independientemente de su nacionalidad, una vez hayan cometido crímenes en tierra estadounidense. Esta es una medida disuasoria a la inmigración ilegal y al crimen internacional, dado que los ciudadanos enfrentarán deportación y cárcel en instalaciones de alta seguridad.

Aunque esto parece ser un compromiso internacional en el combate contra un problema compartido a lo largo de la región, esta es más una respuesta de miedo y precaución a las repercusiones de contradecir los deseos trumpistas.

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Bukele continúa buscando soluciones cortoplacistas a problemas reales para “quedar bien” en el panorama internacional, pero no parece buscar soluciones a los problemas de raíz que conciernen a El Salvador, como las condiciones de vida que incitan a los ciudadanos a abandonar el país.

La medida de encarcelamiento de Bukele se ha alejado del combate contra el crimen organizado y se ha transformado en una privación de libertad indefinida y sin debido proceso para los encarcelados en el CECOT, donde su única garantía es un sistema represivo y de mínimo respeto a derechos humanos.

Ante un nuevo panorama político en el continente, Bukele se ha decidido posicionar como un presidente innovador y diferente a lo que presenta la política internacional actual. Rubio afirmó que no existe ninguna oferta similar y Trump elogió la propuesta y el liderazgo del presidente. La verdadera pregunta es: ¿por qué ir la milla extra?, en vez de solamente ceder, como el resto de los países en la región —contrario a Sheinbaum y Petro— para evitar obstáculos económicos y políticos. El presidente salvadoreño busca resaltar en comparación con el resto de los presidentes centroamericanos, dado que la estabilidad de su moneda, de su política migratoria y del financiamiento estadounidense son necesarios para mantener su actual estatus político. Este, momentáneamente, estuvo bajo la lupa de EE. UU. por sus nuevas relaciones con China y por la violación a derechos humanos de la lucha contra las pandillas.

Aunque es lamentable, pero no novedoso, Bukele continúa buscando soluciones cortoplacistas a problemas reales para “quedar bien” en el panorama internacional, pero no parece buscar soluciones a los problemas de raíz que conciernen a El Salvador, como las condiciones de vida que incitan a los ciudadanos a abandonar el país. Haber ido esta milla extra —con una oferta única y sin precedente— evita medidas arancelarias altas y retos a la migración legal de los salvadoreños, pero presentará un reto económico, social y de seguridad para el país más pequeño de Centroamérica.

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