Existen distintas versiones sobre la misma frase, pero con pequeñas variaciones. Sin embargo, probablemente la versión más reconocida de la frase de Abraham Lincoln es la siguiente: “Si me dieran ocho horas para talar un árbol, pasaría las primeras siete horas afilando el hacha.”
Utilizo esta frase de referencia porque me ayuda a motivar la reflexión sobre la importancia de no salir a dar golpes a diestra y siniestra, creyendo que con ímpetu se puede avanzar más que con planificación y estrategia. Muy poco útil será recurrir a la fuerza bruta para enfrentar problemas que necesitan de conocimiento previo, de establecimiento de prioridades, y de capacidad suficiente para diseñar el abordaje.
Las últimas dos semanas permiten delinear mejor el paraje que busco retratar. Muy poca responsabilidad hay en las autoridades actuales sobre el deterioro de la red vial del país, y sería iluso siquiera pensar que en poco tiempo podrían restaurar los caminos y carreteras a un estado óptimo de servicialidad. Sin embargo, la queja se encamina a que su primera reacción fue la de abrirse paso a trabas y rempujones, creyendo que era más fácil construir si primero demolían cualquier atisbo existente de institucionalidad.
A mi parecer, esta estrategia poco meditada hace un parangón de querer talar un roble con un hacha resquebrajada y sin filo. La urgencia por obtener resultados les ha hecho obviar la fragilidad del instrumento con el cual quieren trabajar, lo cual está por poner en riesgo el siquiera poder continuar con su labor en los próximos meses.
Esta estrategia poco meditada hace un parangón de querer talar un roble con un hacha resquebrajada y sin filo.
Lo hecho, hecho está; pero eso no debiera eximir al Gobierno de aprovechar de alguna forma los dos años con los que cuenta todavía. Independientemente de quién siga a cargo de las unidades ejecutoras, el invierno requerirá atender emergencias en los principales tramos viales, a costa de invertir en la integralidad de toda la red. Veremos grandes esfuerzos por ejecutar fondos en la reparación de puentes y en el recapeo de baches, rogando al cielo que no haya deslizamientos, socavamientos, hundimientos, o cualquier otro desastre asociado a la intensidad de una época lluviosa que seguro continuará.
¿Cuál es la sugerencia? Este debiera ser el momento del año en el que los equipos se organicen y destinen tiempo para planificar la recuperación de la red vial en 2026. Si no se planea con suficiente tiempo cómo van a cambiar la tendencia y empezar a invertir en la red vial del país, de nada servirán presupuestos incrementados y nuevo personal en los puestos de toma de decisiones.
Como lo mencioné anteriormente, es muy poco lo que se puede hacer para enmendar la negligencia de otros, pero es mucha la responsabilidad que se tiene para evitar que las cosas empeoren. Si algo pudiera yo pedirles a las autoridades en el último trimestre del año, no sería acelerar la ejecución en mantenimiento ni en construcción de nuevas carreteras. Esto equivaldría a seguirle pegando al árbol con un hacha sin filo. Por el contrario, les pediría que dedicasen todas sus energías a elaborar el plan que permitirá rescatar la maltrecha red vial que quedará posterior a las lluvias.
Si aún queda un poco de sentido de decencia, esto es lo menos a lo que se pudieran comprometer. La primera muestra de ética de cualquier profesional honorable es reconocer lo mucho que se ha dejado de hacer, pero, en el mismo momento, adquirir el compromiso de motivar un cambio en la dirección correcta. Lo que no deja lugar a dudas es que, si siguen avanzando erráticamente tratando de navegar con la brújula de la improvisación, no habrá puerto al que podamos llegar, sino que nos depara un naufragio en medio de una lluvia torrencial.
Existen distintas versiones sobre la misma frase, pero con pequeñas variaciones. Sin embargo, probablemente la versión más reconocida de la frase de Abraham Lincoln es la siguiente: “Si me dieran ocho horas para talar un árbol, pasaría las primeras siete horas afilando el hacha.”
Utilizo esta frase de referencia porque me ayuda a motivar la reflexión sobre la importancia de no salir a dar golpes a diestra y siniestra, creyendo que con ímpetu se puede avanzar más que con planificación y estrategia. Muy poco útil será recurrir a la fuerza bruta para enfrentar problemas que necesitan de conocimiento previo, de establecimiento de prioridades, y de capacidad suficiente para diseñar el abordaje.
Las últimas dos semanas permiten delinear mejor el paraje que busco retratar. Muy poca responsabilidad hay en las autoridades actuales sobre el deterioro de la red vial del país, y sería iluso siquiera pensar que en poco tiempo podrían restaurar los caminos y carreteras a un estado óptimo de servicialidad. Sin embargo, la queja se encamina a que su primera reacción fue la de abrirse paso a trabas y rempujones, creyendo que era más fácil construir si primero demolían cualquier atisbo existente de institucionalidad.
A mi parecer, esta estrategia poco meditada hace un parangón de querer talar un roble con un hacha resquebrajada y sin filo. La urgencia por obtener resultados les ha hecho obviar la fragilidad del instrumento con el cual quieren trabajar, lo cual está por poner en riesgo el siquiera poder continuar con su labor en los próximos meses.
Esta estrategia poco meditada hace un parangón de querer talar un roble con un hacha resquebrajada y sin filo.
Lo hecho, hecho está; pero eso no debiera eximir al Gobierno de aprovechar de alguna forma los dos años con los que cuenta todavía. Independientemente de quién siga a cargo de las unidades ejecutoras, el invierno requerirá atender emergencias en los principales tramos viales, a costa de invertir en la integralidad de toda la red. Veremos grandes esfuerzos por ejecutar fondos en la reparación de puentes y en el recapeo de baches, rogando al cielo que no haya deslizamientos, socavamientos, hundimientos, o cualquier otro desastre asociado a la intensidad de una época lluviosa que seguro continuará.
¿Cuál es la sugerencia? Este debiera ser el momento del año en el que los equipos se organicen y destinen tiempo para planificar la recuperación de la red vial en 2026. Si no se planea con suficiente tiempo cómo van a cambiar la tendencia y empezar a invertir en la red vial del país, de nada servirán presupuestos incrementados y nuevo personal en los puestos de toma de decisiones.
Como lo mencioné anteriormente, es muy poco lo que se puede hacer para enmendar la negligencia de otros, pero es mucha la responsabilidad que se tiene para evitar que las cosas empeoren. Si algo pudiera yo pedirles a las autoridades en el último trimestre del año, no sería acelerar la ejecución en mantenimiento ni en construcción de nuevas carreteras. Esto equivaldría a seguirle pegando al árbol con un hacha sin filo. Por el contrario, les pediría que dedicasen todas sus energías a elaborar el plan que permitirá rescatar la maltrecha red vial que quedará posterior a las lluvias.
Si aún queda un poco de sentido de decencia, esto es lo menos a lo que se pudieran comprometer. La primera muestra de ética de cualquier profesional honorable es reconocer lo mucho que se ha dejado de hacer, pero, en el mismo momento, adquirir el compromiso de motivar un cambio en la dirección correcta. Lo que no deja lugar a dudas es que, si siguen avanzando erráticamente tratando de navegar con la brújula de la improvisación, no habrá puerto al que podamos llegar, sino que nos depara un naufragio en medio de una lluvia torrencial.