La asamblea celebrada por el recién fundado grupo promotor, Raíces, decreta, oficialmente, el deceso del partido, ya cancelado, Movimiento Semilla. Ante la clara escisión a lo interno del partido oficialista, no queda nada más que decir, RIP Semilla. No obstante, más que un problema dentro de las filas del partido, esta situación plantea un dilema para el presidente Arévalo y para el modelo democrático que promueven ambas agrupaciones políticas.
En consonancia con el sentimiento popular, un grupo de diputados de la bancada oficialista, encabezado por el diputado Samuel Pérez, se cansó de la falta de decisión, acción y exceso de contemplación del presidente Arévalo. Contrario a lo que habían prometido en campaña, más que una nueva primavera, actualmente, el país se encuentra en un profundo invierno marcado por un incremento sostenido de los precios de los productos básicos, una tasa de violencia que continúa al alza y una infraestructura que, por decir lo menos, está en pedazos. Consecuentemente, aunado a la situación jurídica de Semilla, la ruptura de lealtades era una cuestión de tiempo. Aunque esta situación podría representar una radicalización del proyecto político, al mismo tiempo plantea un dilema profundo para la configuración de la democracia guatemalteca.
Un problema de raíz
Tradicionalmente, los partidos políticos funcionaban como un cuerpo intermedio entre el poder público y la sociedad civil, a fin de cristalizar las demandas de la población. Es decir, ante los altos costos de transacción que supone la comunicación entre estos dos grupos de interés, las agrupaciones políticas eran el canal que garantizaba una representación adecuada del interés general, lo cual se traduce en uno de los pilares centrales de un sistema de gobierno democrático. Por ello, una condición necesaria para el correcto funcionamiento de este entramado institucional era que los partidos y sus miembros permanecieran, previo a su elección, ajenos al poder político, de manera que no surgieran conflictos de intereses. No obstante, derivado de la crisis en la que se encuentran sumergidas las democracias, los partidos políticos, más que canales de representación, se han convertido en plataformas que promueven intereses particulares.
Es evidente que la inacción del presidente y sus allegados empieza a pasar factura, especialmente entre aquellos que deben rendir cuentas ante sus electores. No obstante, la intención de permanecer en el poder no se puede priorizar sobre la prosperidad del país.
Así pues, es posible afirmar que el Movimiento Semilla y, por extensión, Raíces, se han sumado a las víctimas de este fenómeno, dado que, por discrepancias a nivel personal sobre el modelo de ejecución del gobierno, los actores políticos han puesto en riesgo el avance de una agenda país. Pese a las declaraciones, tanto del presidente, como de los integrantes del nuevo grupo político, sobre la continuidad del trabajo en el Legislativo, es evidente que, eventualmente, los intereses partidistas se sobrepondrán y, lo que en su momento se conformó como un bloque unido, pronto se convertirá en la oposición.
Esto perjudicará al grueso de la población, dado que el oficialismo, o lo que queda de él, no solo se tendrá que enfrentar a los detractores que ya han marcado sus posiciones a lo largo de este primer año y medio de gobierno, sino que también a sus mismos compañeros. Esto paralizará, aún más, la agenda legislativa y, en el largo plazo, contribuirá a profundizar en los problemas que afectan a la población.
Una disputa personal no puede traducirse en una paralización institucional. Es evidente que la inacción del presidente y sus allegados empieza a pasar factura, especialmente entre aquellos que deben rendir cuentas ante sus electores. No obstante, la intención de permanecer en el poder no se puede priorizar sobre la prosperidad del país.
RIP (Reemplazo Inmediato del Partido) Semilla
La asamblea celebrada por el recién fundado grupo promotor, Raíces, decreta, oficialmente, el deceso del partido, ya cancelado, Movimiento Semilla. Ante la clara escisión a lo interno del partido oficialista, no queda nada más que decir, RIP Semilla. No obstante, más que un problema dentro de las filas del partido, esta situación plantea un dilema para el presidente Arévalo y para el modelo democrático que promueven ambas agrupaciones políticas.
En consonancia con el sentimiento popular, un grupo de diputados de la bancada oficialista, encabezado por el diputado Samuel Pérez, se cansó de la falta de decisión, acción y exceso de contemplación del presidente Arévalo. Contrario a lo que habían prometido en campaña, más que una nueva primavera, actualmente, el país se encuentra en un profundo invierno marcado por un incremento sostenido de los precios de los productos básicos, una tasa de violencia que continúa al alza y una infraestructura que, por decir lo menos, está en pedazos. Consecuentemente, aunado a la situación jurídica de Semilla, la ruptura de lealtades era una cuestión de tiempo. Aunque esta situación podría representar una radicalización del proyecto político, al mismo tiempo plantea un dilema profundo para la configuración de la democracia guatemalteca.
Un problema de raíz
Tradicionalmente, los partidos políticos funcionaban como un cuerpo intermedio entre el poder público y la sociedad civil, a fin de cristalizar las demandas de la población. Es decir, ante los altos costos de transacción que supone la comunicación entre estos dos grupos de interés, las agrupaciones políticas eran el canal que garantizaba una representación adecuada del interés general, lo cual se traduce en uno de los pilares centrales de un sistema de gobierno democrático. Por ello, una condición necesaria para el correcto funcionamiento de este entramado institucional era que los partidos y sus miembros permanecieran, previo a su elección, ajenos al poder político, de manera que no surgieran conflictos de intereses. No obstante, derivado de la crisis en la que se encuentran sumergidas las democracias, los partidos políticos, más que canales de representación, se han convertido en plataformas que promueven intereses particulares.
Es evidente que la inacción del presidente y sus allegados empieza a pasar factura, especialmente entre aquellos que deben rendir cuentas ante sus electores. No obstante, la intención de permanecer en el poder no se puede priorizar sobre la prosperidad del país.
Así pues, es posible afirmar que el Movimiento Semilla y, por extensión, Raíces, se han sumado a las víctimas de este fenómeno, dado que, por discrepancias a nivel personal sobre el modelo de ejecución del gobierno, los actores políticos han puesto en riesgo el avance de una agenda país. Pese a las declaraciones, tanto del presidente, como de los integrantes del nuevo grupo político, sobre la continuidad del trabajo en el Legislativo, es evidente que, eventualmente, los intereses partidistas se sobrepondrán y, lo que en su momento se conformó como un bloque unido, pronto se convertirá en la oposición.
Esto perjudicará al grueso de la población, dado que el oficialismo, o lo que queda de él, no solo se tendrá que enfrentar a los detractores que ya han marcado sus posiciones a lo largo de este primer año y medio de gobierno, sino que también a sus mismos compañeros. Esto paralizará, aún más, la agenda legislativa y, en el largo plazo, contribuirá a profundizar en los problemas que afectan a la población.
Una disputa personal no puede traducirse en una paralización institucional. Es evidente que la inacción del presidente y sus allegados empieza a pasar factura, especialmente entre aquellos que deben rendir cuentas ante sus electores. No obstante, la intención de permanecer en el poder no se puede priorizar sobre la prosperidad del país.