¿Qué es el marxismo cultural?
Verdaderamente, un fantasma está muerto en vida en el discurso político latinoamericano: el marxismo es dominante y, a la vez, está muerto.
Del marxismo cultural basta decir que lo es todo y no es nada a la vez. La categoría “marxismo cultural” es una palabra vacía, que se llena de todo aquello que se denomina como “izquierda”, aunque las izquierdas también incluyen múltiples proyectos políticos que no siempre son marxistas. El uso de la categoría “marxismo cultural” se encuentra en una bifurcación, pues, o se usa con conciencia de su vacuidad y con finalidad política-hegemónica o se usa por haber sido hegemonizada sin conciencia de su vacuidad.
Es común que entre los que se llaman conservadores o liberales conservadores se utilice este término. Obviamente, por propósitos políticos, la dicotomía amigo-enemigo llama a la necesidad la separación entre nosotros y ellos, cuando ni los “conservadores” ni los “marxistas culturales” son grupos homogéneos. El contexto geopolítico que vivimos también asigna una necesidad de dicotomizar por la simplicidad de atacar un objetivo común. Véase el siguiente mapa del 2024 de la marea rosa:
Fuente: Wikipedia
Sin embargo, si el propósito es una verdadera taxonomía de los diferentes movimientos políticos existentes, es necesario adjudicarle a cada ideología lo suyo.
No todo es marxismo. “Un fantasma recorrió Europa: el fantasma del comunismo” y, ahora, un fantasma recorre el consciente colectivo latinoamericano. Verdaderamente, un fantasma está muerto en vida en el discurso político latinoamericano: el marxismo es dominante y, a la vez, está muerto. Todo el discurso del “marxismo cultural”, encima de la realidad, así como un mapa que se impone encima de la realidad geográfica, parece más real que la realidad misma. La categoría “marxismo cultural” es un simulacro, nos habla sobre la realidad pareciéndonos algo sumamente real y, sin embargo, no tiene referencia ni fundamento en la realidad.
Una derecha nueva o, mejor dicho, una derecha vieja, deseosa de los valores eternos, la verdad, la belleza, el bien y la justicia, debe elevar su condición cultural para saber jugar a la política.
Ahora bien, sí se puede hablar de posmodernismo y, mejor dicho, de posmodernismos con sus caveati respectivos. Cada corriente posmodernista responde a una crisis en diferentes aspectos de las condiciones políticas, artísticas, estéticas y demás. Hablar de deconstrucción, por ejemplo, implica una filosofía, un método y demás distinto al marxista. El enfoque que hace la deconstrucción es en el lenguaje y no propiamente de las estructuras económicas marxistas. Aunque existan posibles convergencias, el proyecto de la deconstrucción no es marxista.
Otro proyecto político que se confunde con el marxismo por ser su convergencia metodológico es la teoría queer. Autoras como Butler, a pesar de ver dominación interseccional en las relaciones sociales, no siempre se alinean directamente con un proyecto marxista. Su visión del mundo se basa en la identidad y su deconstrucción. Butler desea disolver en la liquidez del lenguaje vacío, separado de la realidad y, a la vez, constructor único de la realidad, la identidad y dejarla en la nada. Butler quiere usar palabras únicamente con propósitos políticos y no con el propósito de comunicar. La filósofa desea poder a través del lenguaje y no la verdad.
En verdad, los proyectos nombrados y aquellos sin nombrar no son marxistas en su totalidad y, a veces, están separados de él.
En conclusión, aunque la marea rosa y el contexto político tienen similitudes, no todo proyecto latinoamericano es marxista ni marxista cultural. Siempre he intentado ser amigo de la verdad y, si deseo hablar a través de ella, cabe decir que el “marxismo cultural” no es nada más que palabras. El uso de la palabra es parecido hasta a los mecanismos propuestos por la izquierda. Una derecha nueva o, mejor dicho, una derecha vieja, deseosa de los valores eternos, la verdad, la belleza, el bien y la justicia, debe elevar su condición cultural para saber jugar a la política. No todas las alineaciones juegan bien contra todo equipo y, por ello, para la política, hay que conocer bien al otro para escoger la alineación correcta para el jogo bonito apropiado al momento.
¿Qué es el marxismo cultural?
Verdaderamente, un fantasma está muerto en vida en el discurso político latinoamericano: el marxismo es dominante y, a la vez, está muerto.
Del marxismo cultural basta decir que lo es todo y no es nada a la vez. La categoría “marxismo cultural” es una palabra vacía, que se llena de todo aquello que se denomina como “izquierda”, aunque las izquierdas también incluyen múltiples proyectos políticos que no siempre son marxistas. El uso de la categoría “marxismo cultural” se encuentra en una bifurcación, pues, o se usa con conciencia de su vacuidad y con finalidad política-hegemónica o se usa por haber sido hegemonizada sin conciencia de su vacuidad.
Es común que entre los que se llaman conservadores o liberales conservadores se utilice este término. Obviamente, por propósitos políticos, la dicotomía amigo-enemigo llama a la necesidad la separación entre nosotros y ellos, cuando ni los “conservadores” ni los “marxistas culturales” son grupos homogéneos. El contexto geopolítico que vivimos también asigna una necesidad de dicotomizar por la simplicidad de atacar un objetivo común. Véase el siguiente mapa del 2024 de la marea rosa:
Fuente: Wikipedia
Sin embargo, si el propósito es una verdadera taxonomía de los diferentes movimientos políticos existentes, es necesario adjudicarle a cada ideología lo suyo.
No todo es marxismo. “Un fantasma recorrió Europa: el fantasma del comunismo” y, ahora, un fantasma recorre el consciente colectivo latinoamericano. Verdaderamente, un fantasma está muerto en vida en el discurso político latinoamericano: el marxismo es dominante y, a la vez, está muerto. Todo el discurso del “marxismo cultural”, encima de la realidad, así como un mapa que se impone encima de la realidad geográfica, parece más real que la realidad misma. La categoría “marxismo cultural” es un simulacro, nos habla sobre la realidad pareciéndonos algo sumamente real y, sin embargo, no tiene referencia ni fundamento en la realidad.
Una derecha nueva o, mejor dicho, una derecha vieja, deseosa de los valores eternos, la verdad, la belleza, el bien y la justicia, debe elevar su condición cultural para saber jugar a la política.
Ahora bien, sí se puede hablar de posmodernismo y, mejor dicho, de posmodernismos con sus caveati respectivos. Cada corriente posmodernista responde a una crisis en diferentes aspectos de las condiciones políticas, artísticas, estéticas y demás. Hablar de deconstrucción, por ejemplo, implica una filosofía, un método y demás distinto al marxista. El enfoque que hace la deconstrucción es en el lenguaje y no propiamente de las estructuras económicas marxistas. Aunque existan posibles convergencias, el proyecto de la deconstrucción no es marxista.
Otro proyecto político que se confunde con el marxismo por ser su convergencia metodológico es la teoría queer. Autoras como Butler, a pesar de ver dominación interseccional en las relaciones sociales, no siempre se alinean directamente con un proyecto marxista. Su visión del mundo se basa en la identidad y su deconstrucción. Butler desea disolver en la liquidez del lenguaje vacío, separado de la realidad y, a la vez, constructor único de la realidad, la identidad y dejarla en la nada. Butler quiere usar palabras únicamente con propósitos políticos y no con el propósito de comunicar. La filósofa desea poder a través del lenguaje y no la verdad.
En verdad, los proyectos nombrados y aquellos sin nombrar no son marxistas en su totalidad y, a veces, están separados de él.
En conclusión, aunque la marea rosa y el contexto político tienen similitudes, no todo proyecto latinoamericano es marxista ni marxista cultural. Siempre he intentado ser amigo de la verdad y, si deseo hablar a través de ella, cabe decir que el “marxismo cultural” no es nada más que palabras. El uso de la palabra es parecido hasta a los mecanismos propuestos por la izquierda. Una derecha nueva o, mejor dicho, una derecha vieja, deseosa de los valores eternos, la verdad, la belleza, el bien y la justicia, debe elevar su condición cultural para saber jugar a la política. No todas las alineaciones juegan bien contra todo equipo y, por ello, para la política, hay que conocer bien al otro para escoger la alineación correcta para el jogo bonito apropiado al momento.