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¿Qué causa la informalidad?

El reto para el crecimiento económico es facilitar el crecimiento de las empresas grandes, más que el crecimiento de las empresas pequeñas —oh, algo tan contrario al planteamiento de Plaza Pública y Oxfam—.

Mercado central de Guatemala
Lisardo Bolaños |
09 de octubre, 2024

Crear empleos formales en Guatemala ha resultado difícil. Desde 1992, el CIEN empezó a investigar el fenómeno. Y luego, a partir del 2005, junto con Hugo Maul y Jaime Díaz, entre otros que se unirían durante la siguiente década. Menciono brevemente algunos aspectos que se identificaron como relevantes para comprender el fenómeno de la formalidad y la informalidad:

  • Resulta complicado cumplir con la regulación comercial. Doy un ejemplo, hace 30 o 40 años, cumplir con el requisito del aporte de capital por Q. 5 mil para una sociedad anónima, resulta imposible para la mayoría de la población, pues habrían tenido que ahorrar su ingreso completo por 16 meses. Y aquí no he hablado de lo difícil que podía resultar cumplir con las licencias para construir una fábrica, lo difícil que fueron los trámites de exportación, lo complicado de muchos trámites de importación, el pago de impuestos, las licencias ambientales y los trámites con el Ministerio de Agricultura o el Ministerio de Salud.
     
  • Resulta difícil cumplir con el salario mínimo, especialmente para las MIPYMES. La primera evidencia de esto es cuando, de 1979 a 1981, se incrementa el salario mínimo en un 186 %, lo que llevó a que se cayese el empleo formal en un 22 %. Segundo, la comparación internacional y los retos de productividad de las empresas y trabajadores en el país llevan a que el salario mínimo sea particularmente difícil de cumplir, particularmente para las MIPYMES, como se argumenta aquí.
     
  • Resulta difícil cumplir con los bajos niveles de productividad/inversión. Si la empresa promedio de Guatemala fuera de 40 trabajadores desarrollando software para la exportación, los aspectos anteriores serían relativamente fáciles de superar. Pero, la realidad es que la empresa promedio es un autoempleado o una empresa de 5 trabajadores o menos y con un nivel educativo entre primaria y secundaria. La empresa es comercial, ya sea en la venta de comida o en la venta de productos al menudeo y con niveles de inversión inicial muy bajos. En cuanto a la inversión, conviene señalar que, con un promedio de inversión de 15 % del PIB en los últimos 20 años, difícilmente vamos a crecer, cuando debiéramos tener, por lo menos una inversión el 28 % para empezar a ver resultados importantes en crecimiento y en empleo.

    Allí, un elemento importante ha sido la reducción de la inversión pública, de la cual no nos hemos recuperado 15 años después. A eso se agrega lo inoperante que resultó ser la normativa para Alianzas Público-Privadas y que requiere una reforma urgente. A ello se agrega también que no tenemos las políticas económicas adecuadas para generar productividad, investigación y desarrollo o atraer inversión extranjera. Sobre lo último, es suficiente con notar la diferencia en los incentivos fiscales entre Guatemala y El Salvador; y, para los opositores, esos incentivos más bondadosos no han impedido incrementar su recaudación tributaria por arriba de la guatemalteca.
     
  • Resulta difícil cumplir con los requisitos cuando los mismos no están mediados para el nivel promedio educativo de la población ni se hacen las adaptaciones lingüísticas requeridas.
     
  • Guatemala ha tenido problemas importantes de competitividad los últimos cuarenta años, lo cual incrementa los costos de operación y nos hace poco atractivos. En el tema eléctrico, hace veinte años, la queja era por los altos costos eléctricos. Hoy, es por la calidad y el acceso a energía eléctrica en el interior del país (allí donde hay mucho potencial para abrir fábricas). En el tema de carreteras, pues llevamos 24 años con retos importantes en su calidad y que se vinculan con un sistema caduco de contrataciones, de contabilidad y de incentivos políticos, que demandan un cambio legal importante. En el tema de puertos y aeropuertos, la eficiencia y capacidad está siendo cada vez más un problema.

Si uno pone atención a lo que realmente hizo que los países se desarrollaran en el último siglo y crearan grandes cantidades de empleo de calidad, la respuesta pareciera ser que, en lugar de ponerse en la actitud de pelea con la concentración de capital, lo que hay que hacer es fomentarla.

A diferencia de estos aspectos mencionados, hoy, se está enfatizando que es la falta de competencia es lo que causa el problema de la informalidad, al menos según una publicación reciente de Plaza Pública que se inspira, sin una revisión crítica, en una publicación de Oxfam.

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Resulta un poco difícil creer en dicha perspectiva si uno levanta los ojos más allá de la narrativa nacional.

¿Cómo puede uno interpretar el desarrollo económico de Japón sin la importancia de los keiretsus, que son, no solo un emblema de la concentración del capital japonés sino también el mecanismo principal mediante el cual se trasladaba la política industrial y los apoyos del gobierno japonés?

¿Cómo puede uno interpretar el desarrollo económico de Corea del Sur sin la importancia de los chaebols, que son, no solo un emblema de la concentración del capital coreano sino también el mecanismo principal mediante el cual se trasladaba la política industrial y los apoyos del gobierno coreano?

Esto me lleva a que, si uno se toma en serio la literatura heterodoxa de desarrollo económico, o si uno pone atención a lo que realmente hizo que los países se desarrollaran en el último siglo y crearan grandes cantidades de empleo de calidad, la respuesta pareciera ser que, en lugar de ponerse en la actitud de pelea con la concentración de capital, lo que hay que hacer es fomentarla.

¿A qué nos lleva esto? A considerar que en Guatemala tenemos un missing large. Nos hacen falta más empresas grandes, pensando en la literatura académica, que enfatiza que, el reto para el crecimiento económico es facilitar el crecimiento de las empresas grandes, más que el crecimiento de las empresas pequeñas —oh, algo tan contrario al planteamiento de Plaza Pública y Oxfam—.

Si no reconocemos los problemas regulatorios, los problemas del salario mínimo, los problemas de productividad, los problemas de inversión y los problemas de la competencia asiática, difícilmente podremos entender la informalidad en Guatemala. Claro, la respuesta será: es que el sistema de decisiones políticas está influido por esa misma acumulación de capital. Eso es para otra columna, pero puedo adelantar mi respuesta: ese no es el problema.

Y, honestamente, en Guatemala hemos hecho lo contrario a fomentarla, a pesar de lo que sugiere el artículo de Plaza Pública. Desde finales de los 80s, Guatemala promovió una política de apertura comercial unilateral agresiva. Eso, ni Japón ni Corea del Sur lo hicieron. Y eso causó que algunas empresas también sufrieran, pues los empleos se empezaron a perder frente a lo barato de la importación con bajos aranceles. Para quien lo cuestione, le conviene darse una visita a México o Turquía, donde la apertura comercial de estos países ha permitido mantener, a pesar de sus grandes crisis macroeconómicas, a muchas de sus grandes empresas. A ello se suma la visión académica y política que culpa a las empresas grandes de la situación del país.

Pero, más importante aún, es que no hemos entendido ni discutido el gran efecto de destrucción de empleo formal de Norte y Centro América: la industrialización de China, gracias a su entrada a la Organización Mundial de Comercio y sus políticas económicas agresivas.

En los últimos veinte años, Estados Unidos sufrió una importante destrucción de empleo, especialmente en ocupaciones particularmente expuestas a la competencia china (Acemoglu et al. 2016; Pierce y Schott 2016). México sufrió un problema similar. Estudios recientes han demostrado que la competencia china generó importante destrucción de empleo y en las áreas donde más se perdió empleo fueron las áreas más afectadas por violencia debido al narcotráfico (Dell et al. 2019).

Guatemala no puede ser inmune a los desafíos que afrontan sus vecinos. Somos un país demasiado pequeño y demasiado abierto al comercio internacional como para podernos aislar de estos fenómenos. Guatemala exporta grandes cantidades de productos a Estados Unidos y lo ha hecho en productos que compiten con China, como vestuario y textiles, sector que tuvo el potencial de generar cientos de miles de empleos más a los que ha creado a la fecha.

Estos elementos son lo que me hacen escéptico de lo planteado por Plaza Pública y Oxfam. Si no reconocemos los problemas regulatorios, los problemas del salario mínimo, los problemas de productividad, los problemas de inversión y los problemas de la competencia asiática, difícilmente podremos entender la informalidad en Guatemala. Claro, la respuesta será: es que el sistema de decisiones políticas está influido por esa misma acumulación de capital. Eso es para otra columna, pero puedo adelantar mi respuesta: ese no es el problema.

¿Qué causa la informalidad?

El reto para el crecimiento económico es facilitar el crecimiento de las empresas grandes, más que el crecimiento de las empresas pequeñas —oh, algo tan contrario al planteamiento de Plaza Pública y Oxfam—.

Lisardo Bolaños |
09 de octubre, 2024
Mercado central de Guatemala

Crear empleos formales en Guatemala ha resultado difícil. Desde 1992, el CIEN empezó a investigar el fenómeno. Y luego, a partir del 2005, junto con Hugo Maul y Jaime Díaz, entre otros que se unirían durante la siguiente década. Menciono brevemente algunos aspectos que se identificaron como relevantes para comprender el fenómeno de la formalidad y la informalidad:

  • Resulta complicado cumplir con la regulación comercial. Doy un ejemplo, hace 30 o 40 años, cumplir con el requisito del aporte de capital por Q. 5 mil para una sociedad anónima, resulta imposible para la mayoría de la población, pues habrían tenido que ahorrar su ingreso completo por 16 meses. Y aquí no he hablado de lo difícil que podía resultar cumplir con las licencias para construir una fábrica, lo difícil que fueron los trámites de exportación, lo complicado de muchos trámites de importación, el pago de impuestos, las licencias ambientales y los trámites con el Ministerio de Agricultura o el Ministerio de Salud.
     
  • Resulta difícil cumplir con el salario mínimo, especialmente para las MIPYMES. La primera evidencia de esto es cuando, de 1979 a 1981, se incrementa el salario mínimo en un 186 %, lo que llevó a que se cayese el empleo formal en un 22 %. Segundo, la comparación internacional y los retos de productividad de las empresas y trabajadores en el país llevan a que el salario mínimo sea particularmente difícil de cumplir, particularmente para las MIPYMES, como se argumenta aquí.
     
  • Resulta difícil cumplir con los bajos niveles de productividad/inversión. Si la empresa promedio de Guatemala fuera de 40 trabajadores desarrollando software para la exportación, los aspectos anteriores serían relativamente fáciles de superar. Pero, la realidad es que la empresa promedio es un autoempleado o una empresa de 5 trabajadores o menos y con un nivel educativo entre primaria y secundaria. La empresa es comercial, ya sea en la venta de comida o en la venta de productos al menudeo y con niveles de inversión inicial muy bajos. En cuanto a la inversión, conviene señalar que, con un promedio de inversión de 15 % del PIB en los últimos 20 años, difícilmente vamos a crecer, cuando debiéramos tener, por lo menos una inversión el 28 % para empezar a ver resultados importantes en crecimiento y en empleo.

    Allí, un elemento importante ha sido la reducción de la inversión pública, de la cual no nos hemos recuperado 15 años después. A eso se agrega lo inoperante que resultó ser la normativa para Alianzas Público-Privadas y que requiere una reforma urgente. A ello se agrega también que no tenemos las políticas económicas adecuadas para generar productividad, investigación y desarrollo o atraer inversión extranjera. Sobre lo último, es suficiente con notar la diferencia en los incentivos fiscales entre Guatemala y El Salvador; y, para los opositores, esos incentivos más bondadosos no han impedido incrementar su recaudación tributaria por arriba de la guatemalteca.
     
  • Resulta difícil cumplir con los requisitos cuando los mismos no están mediados para el nivel promedio educativo de la población ni se hacen las adaptaciones lingüísticas requeridas.
     
  • Guatemala ha tenido problemas importantes de competitividad los últimos cuarenta años, lo cual incrementa los costos de operación y nos hace poco atractivos. En el tema eléctrico, hace veinte años, la queja era por los altos costos eléctricos. Hoy, es por la calidad y el acceso a energía eléctrica en el interior del país (allí donde hay mucho potencial para abrir fábricas). En el tema de carreteras, pues llevamos 24 años con retos importantes en su calidad y que se vinculan con un sistema caduco de contrataciones, de contabilidad y de incentivos políticos, que demandan un cambio legal importante. En el tema de puertos y aeropuertos, la eficiencia y capacidad está siendo cada vez más un problema.

Si uno pone atención a lo que realmente hizo que los países se desarrollaran en el último siglo y crearan grandes cantidades de empleo de calidad, la respuesta pareciera ser que, en lugar de ponerse en la actitud de pelea con la concentración de capital, lo que hay que hacer es fomentarla.

A diferencia de estos aspectos mencionados, hoy, se está enfatizando que es la falta de competencia es lo que causa el problema de la informalidad, al menos según una publicación reciente de Plaza Pública que se inspira, sin una revisión crítica, en una publicación de Oxfam.

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Resulta un poco difícil creer en dicha perspectiva si uno levanta los ojos más allá de la narrativa nacional.

¿Cómo puede uno interpretar el desarrollo económico de Japón sin la importancia de los keiretsus, que son, no solo un emblema de la concentración del capital japonés sino también el mecanismo principal mediante el cual se trasladaba la política industrial y los apoyos del gobierno japonés?

¿Cómo puede uno interpretar el desarrollo económico de Corea del Sur sin la importancia de los chaebols, que son, no solo un emblema de la concentración del capital coreano sino también el mecanismo principal mediante el cual se trasladaba la política industrial y los apoyos del gobierno coreano?

Esto me lleva a que, si uno se toma en serio la literatura heterodoxa de desarrollo económico, o si uno pone atención a lo que realmente hizo que los países se desarrollaran en el último siglo y crearan grandes cantidades de empleo de calidad, la respuesta pareciera ser que, en lugar de ponerse en la actitud de pelea con la concentración de capital, lo que hay que hacer es fomentarla.

¿A qué nos lleva esto? A considerar que en Guatemala tenemos un missing large. Nos hacen falta más empresas grandes, pensando en la literatura académica, que enfatiza que, el reto para el crecimiento económico es facilitar el crecimiento de las empresas grandes, más que el crecimiento de las empresas pequeñas —oh, algo tan contrario al planteamiento de Plaza Pública y Oxfam—.

Si no reconocemos los problemas regulatorios, los problemas del salario mínimo, los problemas de productividad, los problemas de inversión y los problemas de la competencia asiática, difícilmente podremos entender la informalidad en Guatemala. Claro, la respuesta será: es que el sistema de decisiones políticas está influido por esa misma acumulación de capital. Eso es para otra columna, pero puedo adelantar mi respuesta: ese no es el problema.

Y, honestamente, en Guatemala hemos hecho lo contrario a fomentarla, a pesar de lo que sugiere el artículo de Plaza Pública. Desde finales de los 80s, Guatemala promovió una política de apertura comercial unilateral agresiva. Eso, ni Japón ni Corea del Sur lo hicieron. Y eso causó que algunas empresas también sufrieran, pues los empleos se empezaron a perder frente a lo barato de la importación con bajos aranceles. Para quien lo cuestione, le conviene darse una visita a México o Turquía, donde la apertura comercial de estos países ha permitido mantener, a pesar de sus grandes crisis macroeconómicas, a muchas de sus grandes empresas. A ello se suma la visión académica y política que culpa a las empresas grandes de la situación del país.

Pero, más importante aún, es que no hemos entendido ni discutido el gran efecto de destrucción de empleo formal de Norte y Centro América: la industrialización de China, gracias a su entrada a la Organización Mundial de Comercio y sus políticas económicas agresivas.

En los últimos veinte años, Estados Unidos sufrió una importante destrucción de empleo, especialmente en ocupaciones particularmente expuestas a la competencia china (Acemoglu et al. 2016; Pierce y Schott 2016). México sufrió un problema similar. Estudios recientes han demostrado que la competencia china generó importante destrucción de empleo y en las áreas donde más se perdió empleo fueron las áreas más afectadas por violencia debido al narcotráfico (Dell et al. 2019).

Guatemala no puede ser inmune a los desafíos que afrontan sus vecinos. Somos un país demasiado pequeño y demasiado abierto al comercio internacional como para podernos aislar de estos fenómenos. Guatemala exporta grandes cantidades de productos a Estados Unidos y lo ha hecho en productos que compiten con China, como vestuario y textiles, sector que tuvo el potencial de generar cientos de miles de empleos más a los que ha creado a la fecha.

Estos elementos son lo que me hacen escéptico de lo planteado por Plaza Pública y Oxfam. Si no reconocemos los problemas regulatorios, los problemas del salario mínimo, los problemas de productividad, los problemas de inversión y los problemas de la competencia asiática, difícilmente podremos entender la informalidad en Guatemala. Claro, la respuesta será: es que el sistema de decisiones políticas está influido por esa misma acumulación de capital. Eso es para otra columna, pero puedo adelantar mi respuesta: ese no es el problema.

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