No cabe duda de que hemos tenido una transición tras otra de presidente y de partidos políticos a lo largo de nuestra época democrática. Se suponía que esta forma de gobierno traería prosperidad y desarrollo, pues “el pueblo” tendría la razón y el control al elegir a quien mejor le pareciera, entre los candidatos postulantes.
También se supone que, en una democracia, es el pueblo quien tiene el control a través de emitir el voto para elegir a quien, a criterio de la población, es la mejor opción. Lo que nunca se consideró fue la calidad de los postulantes. No hay reglas para esto, excepto una edad mínima y alguna otra irrelevancia.
Así las cosas, hemos tenido un personaje tras otro, uno “menos peor que otro”, dirigiendo nuestro destino. Una consecuencia de esto es la falta de involucramiento de la población en general, que realmente imponga la voluntad de los electores. Razones para esto son muchas; el resultado está a la vista.
Ahora tenemos, por imposición y no elección, a un personaje que carece de las calidades y cualidades mínimas para ostentar tan alto cargo. Ha resultado ser un presidente con minúscula pues no llena el cargo que le fue asignado.
¿Cómo podríamos convertir esa minúscula en mayúscula? Propuestas hay, inviables por el sistema de gobierno que tenemos. Desaforar al presidente representaría un movimiento engorroso y lleno de alacranes, pues siempre están los que se están beneficiando ampliamente de este desorden y, como consecuencia, ahora tienen mucho poder. No sería de extrañar que sean quienes mantienen “bajo cero” la calificación del gobernante.
Aún falta mucho para que finalice este período presidencial. Sin embargo, los que nos levantamos todos los días a trabajar y contribuir al mejoramiento de nuestra forma de vida en libertad (limitada) y, por supuesto, de nuestras familias, somos quienes “mantenemos el cuello arriba del agua”, a pesar de tanto robo, desorden y aprovechamiento de las oportunidades para corromper y robar. Por sobre todo, hay aprovechamiento de la debilidad presidencial.
Guatemala es extremadamente presidencialista. Dependemos del estado de ánimo del presidente y de su infaltable círculo. Quienes trabajamos, sea en la formalidad o la informalidad, sostenemos a nuestra Guate. ¿Cuánto mejor podríamos estar si el presidente asumiera su rol y se rodeara de los muchos cerebros brillantes que hay en nuestro país? Estoy segura de que volveríamos a escribir “presidente”, con mayúsculas, con esperanza y con visión de un GRAN país.
No cabe duda de que hemos tenido una transición tras otra de presidente y de partidos políticos a lo largo de nuestra época democrática. Se suponía que esta forma de gobierno traería prosperidad y desarrollo, pues “el pueblo” tendría la razón y el control al elegir a quien mejor le pareciera, entre los candidatos postulantes.
También se supone que, en una democracia, es el pueblo quien tiene el control a través de emitir el voto para elegir a quien, a criterio de la población, es la mejor opción. Lo que nunca se consideró fue la calidad de los postulantes. No hay reglas para esto, excepto una edad mínima y alguna otra irrelevancia.
Así las cosas, hemos tenido un personaje tras otro, uno “menos peor que otro”, dirigiendo nuestro destino. Una consecuencia de esto es la falta de involucramiento de la población en general, que realmente imponga la voluntad de los electores. Razones para esto son muchas; el resultado está a la vista.
Ahora tenemos, por imposición y no elección, a un personaje que carece de las calidades y cualidades mínimas para ostentar tan alto cargo. Ha resultado ser un presidente con minúscula pues no llena el cargo que le fue asignado.
¿Cómo podríamos convertir esa minúscula en mayúscula? Propuestas hay, inviables por el sistema de gobierno que tenemos. Desaforar al presidente representaría un movimiento engorroso y lleno de alacranes, pues siempre están los que se están beneficiando ampliamente de este desorden y, como consecuencia, ahora tienen mucho poder. No sería de extrañar que sean quienes mantienen “bajo cero” la calificación del gobernante.
Aún falta mucho para que finalice este período presidencial. Sin embargo, los que nos levantamos todos los días a trabajar y contribuir al mejoramiento de nuestra forma de vida en libertad (limitada) y, por supuesto, de nuestras familias, somos quienes “mantenemos el cuello arriba del agua”, a pesar de tanto robo, desorden y aprovechamiento de las oportunidades para corromper y robar. Por sobre todo, hay aprovechamiento de la debilidad presidencial.
Guatemala es extremadamente presidencialista. Dependemos del estado de ánimo del presidente y de su infaltable círculo. Quienes trabajamos, sea en la formalidad o la informalidad, sostenemos a nuestra Guate. ¿Cuánto mejor podríamos estar si el presidente asumiera su rol y se rodeara de los muchos cerebros brillantes que hay en nuestro país? Estoy segura de que volveríamos a escribir “presidente”, con mayúsculas, con esperanza y con visión de un GRAN país.