Durante la campaña política, no solo la última, sino todas las anteriores (de pronto hay alguna pequeña excepción por allí), los ofrecimientos son extraordinariamente engañosos. Para quienes tuvimos la oportunidad de estudiar, de no padecer desnutrición ni abandono de padre, madre o ambos, tenemos el suficiente conocimiento para no creer en tanta mentira.
Pero, para la abrumadora mayoría de los guatemaltecos, esa no es la realidad. Según los datos de https://elobservadorgt.org, al 29 de junio de 2024, se reportaron más de 16000 niños con desnutrición aguda. Según UNICEF, el 46.5 % de los niños sufre desnutrición crónica.
Todos sabemos que las consecuencias de la desnutrición en cuanto al desarrollo de inteligencia, capacidad de análisis, etc., son enormes. Así las cosas, cuando los niños llegan a la edad adulta y les toca ir a votar, creerán en aquellos que ofrecen todo lo que les ha hecho falta en su vida. Me pregunto si esa es la estrategia: mantener la pobreza y la desnutrición que conlleva, para que crean en lo que los próximos políticos les ofrecerán. Se eterniza esta práctica inhumana y cruel, y Guatemala continúa en el subdesarrollo.
Así las cosas, la historia se repite. Ahora tenemos a un dirigente (es difícil llamarlo presidente), que graba mensajes pretendiendo que le creamos en sus promesas vacías.
Esta última acción, la de imponer el seguro obligatorio, generó violencia, descontento, más pobreza a los que viven de sus ventas diarias y de sus cultivos que no pudieron atener ese día, y las innumerables historias que habrá de familias enteras atrapadas por horas entre un carro o una camioneta.
¿Quién les devuelve ese tiempo perdido? ¿Quién asumirá las millonarias pérdidas? ¿Quién será el responsable de semejante idea? Seguramente no fue el presidente. No creo que tenga la capacidad de crear algo así, pero sí tiene la debilidad para no acatar “sugerencias”.
Sé que estoy siendo sumamente dura contra el presidente. Desconocemos quiénes son los que están detrás de tantas decisiones nefastas y destructivas, unas más que otras. Me disculpo con el presidente si él no ha sido de quien han surgido estas decisiones. Sin embargo, él tiene todo el poder para decir qué se hace y qué no.
Lo lamento mucho, mi Guate, no te mereces tanto atropello. No podemos ni queremos romper el orden constitucional, pero el presidente sí puede romper las ataduras que lo obligan a tomar esas decisiones. En el gobierno de Estados Unidos siempre se ha hablado del “deep state”, ese estado profundo que es el que mueve toda la maquinaria a lo largo y ancho del gobierno. Me parece que en nuestra Guate también lo tenemos.
Nuestro país es sumamente presidencialista. Todo recae allí. Señor presidente, usted tiene el poder. Solo le tomará una orden ejecutiva para romper esas malas influencias y volver al orden la prosperidad y la convivencia pacífica. Para mañana, será demasiado tarde y usted será el responsable de la debacle.
Durante la campaña política, no solo la última, sino todas las anteriores (de pronto hay alguna pequeña excepción por allí), los ofrecimientos son extraordinariamente engañosos. Para quienes tuvimos la oportunidad de estudiar, de no padecer desnutrición ni abandono de padre, madre o ambos, tenemos el suficiente conocimiento para no creer en tanta mentira.
Pero, para la abrumadora mayoría de los guatemaltecos, esa no es la realidad. Según los datos de https://elobservadorgt.org, al 29 de junio de 2024, se reportaron más de 16000 niños con desnutrición aguda. Según UNICEF, el 46.5 % de los niños sufre desnutrición crónica.
Todos sabemos que las consecuencias de la desnutrición en cuanto al desarrollo de inteligencia, capacidad de análisis, etc., son enormes. Así las cosas, cuando los niños llegan a la edad adulta y les toca ir a votar, creerán en aquellos que ofrecen todo lo que les ha hecho falta en su vida. Me pregunto si esa es la estrategia: mantener la pobreza y la desnutrición que conlleva, para que crean en lo que los próximos políticos les ofrecerán. Se eterniza esta práctica inhumana y cruel, y Guatemala continúa en el subdesarrollo.
Así las cosas, la historia se repite. Ahora tenemos a un dirigente (es difícil llamarlo presidente), que graba mensajes pretendiendo que le creamos en sus promesas vacías.
Esta última acción, la de imponer el seguro obligatorio, generó violencia, descontento, más pobreza a los que viven de sus ventas diarias y de sus cultivos que no pudieron atener ese día, y las innumerables historias que habrá de familias enteras atrapadas por horas entre un carro o una camioneta.
¿Quién les devuelve ese tiempo perdido? ¿Quién asumirá las millonarias pérdidas? ¿Quién será el responsable de semejante idea? Seguramente no fue el presidente. No creo que tenga la capacidad de crear algo así, pero sí tiene la debilidad para no acatar “sugerencias”.
Sé que estoy siendo sumamente dura contra el presidente. Desconocemos quiénes son los que están detrás de tantas decisiones nefastas y destructivas, unas más que otras. Me disculpo con el presidente si él no ha sido de quien han surgido estas decisiones. Sin embargo, él tiene todo el poder para decir qué se hace y qué no.
Lo lamento mucho, mi Guate, no te mereces tanto atropello. No podemos ni queremos romper el orden constitucional, pero el presidente sí puede romper las ataduras que lo obligan a tomar esas decisiones. En el gobierno de Estados Unidos siempre se ha hablado del “deep state”, ese estado profundo que es el que mueve toda la maquinaria a lo largo y ancho del gobierno. Me parece que en nuestra Guate también lo tenemos.
Nuestro país es sumamente presidencialista. Todo recae allí. Señor presidente, usted tiene el poder. Solo le tomará una orden ejecutiva para romper esas malas influencias y volver al orden la prosperidad y la convivencia pacífica. Para mañana, será demasiado tarde y usted será el responsable de la debacle.