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Por qué los gatos odian el agua y otras historias de año nuevo

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Alejandra Osorio |
30 de enero, 2025

Le damos mucha importancia al tiempo. Estamos rodeados de relojes y medimos el camino no por la distancia recorrida, sino por los minutos que nos tomó llegar hasta nuestra meta. Quizá esto se debe a que no tenemos mucho tiempo. Este recurso parece evaporarse cada vez más rápido conforme pasan los años. Probablemente esa es la razón por la que le prestamos tanta atención a los calendarios. Y justamente hoy, el día que escribo estas palabras, comienza uno nuevo, uno que se guía por la luna, uno que dice que este es el año de la serpiente.

La carrera del emperador

El emperador de jade había decretado que cada año sería nombrado en honor a un animal, por lo que convocó a una gran carrera e invitó a todos los seres que habitaban China. A simple vista, parecía sencillo; sin embargo, el último tramo era el más complejo, pues requería que atravesaran un río profundo y violento.

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Los primeros en llegar a la orilla del río fueron el gato y la rata, pero no podían cruzarlo nadando. Por ello, cuando el fuerte buey se acercó caminando, los dos pequeños animales le pidieron ayuda. Después que este aceptara, las dos pequeñas criaturas se subieron a su lomo y el buey comenzó a nadar. No obstante, cuando ya estaban cerca, la rata empujó al gato al agua y, al llegar a la tierra, saltó al suelo y corrió. De esa manera, la rata obtuvo el primer lugar y el buey, el segundo. Pero también causó que, desde ese día, los gatos odien el agua y a las ratas.

El tercer animal en llegar fue el tigre, que con su fuerza pudo cruzar solo con unos cuantos problemas. Y, justo al llegar a la meta, escuchó un golpeteo. Al volver a ver, halló al conejo que saltaba de roca en roca para lograr avanzar. Sin embargo, el último tramo lo hizo sobre un tronco que flotó hasta la orilla. Pero la sorpresa mayor fue ver que después del conejo llegó el dragón. Este, aunque era el más poderoso de todos, se había quedado ayudando a unas personas en el camino.

Hacemos cualquier cosa con tal de llegar rápido a la meta como la rata o nos detenemos a jugar y a disfrutar como el perro o el cerdo. Quizá lo que se necesita es un punto medio. Pero, sea como sea que nos enfrentemos al tiempo, no podemos escapar de él.

El sexto lugar se lo llevó la serpiente, quien se había sujetado a la pata del caballo. Y, antes de que este galopara por la meta, saltó, se arrastró y la arrebató su puesto. Después de estos animales, llegaron la cabra, el mono y el gallo. Ellos, a diferencia de los demás, habían trabajado juntos para construir una barca y navegar con seguridad por el río.

Finalmente, el puesto número once se lo llevó el perro. Este, a pesar de ser uno de los primeros en llegar al río, se había quedado jugando en el agua. Después de él, parecía que nadie más llegaría, por lo que el emperador se dispuso a terminar la carrera; pero en ese instante escuchó al cerdo que venía flotando por el río. Así, al cruzar la meta, explicó que se había quedado dormido después de comer.

La carrera de la vida

Esta historia, más allá de curiosa, es un ejemplo de cómo nos enfrentamos al tiempo: hacemos cualquier cosa con tal de llegar rápido a la meta como la rata o nos detenemos a jugar y a disfrutar como el perro o el cerdo. Quizá lo que se necesita es un punto medio. Pero, sea como sea que nos enfrentemos al tiempo, no podemos escapar de él. Es que, al preguntar si el tiempo avanza, uno de los personajes de Murakami de Baila, baila, baila respondió a la perfección: «por desgracia, sí. No se detiene. El pasado crece, el futuro mengua. Las posibilidades disminuyen, los remordimientos aumentan». Por ello, solo nos resta decidir a qué animal queremos imitar.

Por qué los gatos odian el agua y otras historias de año nuevo

Alejandra Osorio |
30 de enero, 2025
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Le damos mucha importancia al tiempo. Estamos rodeados de relojes y medimos el camino no por la distancia recorrida, sino por los minutos que nos tomó llegar hasta nuestra meta. Quizá esto se debe a que no tenemos mucho tiempo. Este recurso parece evaporarse cada vez más rápido conforme pasan los años. Probablemente esa es la razón por la que le prestamos tanta atención a los calendarios. Y justamente hoy, el día que escribo estas palabras, comienza uno nuevo, uno que se guía por la luna, uno que dice que este es el año de la serpiente.

La carrera del emperador

El emperador de jade había decretado que cada año sería nombrado en honor a un animal, por lo que convocó a una gran carrera e invitó a todos los seres que habitaban China. A simple vista, parecía sencillo; sin embargo, el último tramo era el más complejo, pues requería que atravesaran un río profundo y violento.

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Los primeros en llegar a la orilla del río fueron el gato y la rata, pero no podían cruzarlo nadando. Por ello, cuando el fuerte buey se acercó caminando, los dos pequeños animales le pidieron ayuda. Después que este aceptara, las dos pequeñas criaturas se subieron a su lomo y el buey comenzó a nadar. No obstante, cuando ya estaban cerca, la rata empujó al gato al agua y, al llegar a la tierra, saltó al suelo y corrió. De esa manera, la rata obtuvo el primer lugar y el buey, el segundo. Pero también causó que, desde ese día, los gatos odien el agua y a las ratas.

El tercer animal en llegar fue el tigre, que con su fuerza pudo cruzar solo con unos cuantos problemas. Y, justo al llegar a la meta, escuchó un golpeteo. Al volver a ver, halló al conejo que saltaba de roca en roca para lograr avanzar. Sin embargo, el último tramo lo hizo sobre un tronco que flotó hasta la orilla. Pero la sorpresa mayor fue ver que después del conejo llegó el dragón. Este, aunque era el más poderoso de todos, se había quedado ayudando a unas personas en el camino.

Hacemos cualquier cosa con tal de llegar rápido a la meta como la rata o nos detenemos a jugar y a disfrutar como el perro o el cerdo. Quizá lo que se necesita es un punto medio. Pero, sea como sea que nos enfrentemos al tiempo, no podemos escapar de él.

El sexto lugar se lo llevó la serpiente, quien se había sujetado a la pata del caballo. Y, antes de que este galopara por la meta, saltó, se arrastró y la arrebató su puesto. Después de estos animales, llegaron la cabra, el mono y el gallo. Ellos, a diferencia de los demás, habían trabajado juntos para construir una barca y navegar con seguridad por el río.

Finalmente, el puesto número once se lo llevó el perro. Este, a pesar de ser uno de los primeros en llegar al río, se había quedado jugando en el agua. Después de él, parecía que nadie más llegaría, por lo que el emperador se dispuso a terminar la carrera; pero en ese instante escuchó al cerdo que venía flotando por el río. Así, al cruzar la meta, explicó que se había quedado dormido después de comer.

La carrera de la vida

Esta historia, más allá de curiosa, es un ejemplo de cómo nos enfrentamos al tiempo: hacemos cualquier cosa con tal de llegar rápido a la meta como la rata o nos detenemos a jugar y a disfrutar como el perro o el cerdo. Quizá lo que se necesita es un punto medio. Pero, sea como sea que nos enfrentemos al tiempo, no podemos escapar de él. Es que, al preguntar si el tiempo avanza, uno de los personajes de Murakami de Baila, baila, baila respondió a la perfección: «por desgracia, sí. No se detiene. El pasado crece, el futuro mengua. Las posibilidades disminuyen, los remordimientos aumentan». Por ello, solo nos resta decidir a qué animal queremos imitar.

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