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Pisos de cemento sinónimo de dignidad y prosperidad

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Melanie Müllers |
24 de septiembre, 2025

En Guatemala millones de personas viven sobre un piso de tierra. El dato, que puede parecer menor frente a las grandes cifras de desempleo, migración o violencia, encierra una de las desigualdades más profundas y silenciosas del país. Caminar sobre tierra dentro de la propia casa significa convivir a diario con el polvo, la humedad, los parásitos y la imposibilidad de mantener un hogar limpio y digno. Significa, en pocas palabras, que la pobreza no solo se mide en ingresos, sino también en las condiciones de la vida cotidiana.

Algunas empresas han lanzado programas para pisos de cemento, considero es algo que merece volverse a poner sobre la mesa para mayor atención pública: la urgencia de sustituir los pisos de tierra por pisos de cemento en los hogares más vulnerables. Estas iniciativas benefician a familias en lugares marcados por la migración y la pobreza. Con relativamente poca inversión, estos programas han demostrado que un cambio aparentemente sencillo puede tener un impacto transformador y medible en la salud, la educación y la dignidad de miles de guatemaltecos.

El cemento tiene una connotación especial en la vida social, no es solo un material de construcción: es símbolo de solidez, durabilidad y estabilidad. Un piso de cemento significa que el hogar deja de ser un lugar precario para convertirse en un espacio que se puede limpiar, ordenar y habitar con mayor seguridad. Estudios en México, donde se impulsó un programa llamado Piso Firme, demostraron que,al reemplazar los pisos de tierra por cemento, se redujeron drásticamente las enfermedades parasitarias, mejoró la nutrición infantil y disminuyó la incidencia de diarrea y anemia. También se observó un aumento en el bienestar emocional de las madres y un mejor desempeño escolar de los niños.

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En Guatemala, donde el 46% de las viviendas aún tienen pisos de tierra, el desafío enorme. No se trata solo de entregar cemento, sino de garantizar calidad en la construcción, capacitación para las familias y sostenibilidad a largo plazo. La filantropía puede ser una chispa poderosa, pero para lograr un impacto masivo se requiere un compromiso del gobierno, el sector privado y las comunidades.

Los pisos de cemento no son una dádiva, son una inversión en capital humano. Un niño que crece en una vivienda con piso de cemento tiene más probabilidades de gozar de buena salud, de faltar menos a la escuela y de aprender mejor. Una madre que puede limpiar su casa con facilidad siente mayor control sobre su entorno y mayor dignidad en su vida diaria. En términos de KPI, cada quetzal invertido en mejorar pisos significa ahorros en el sistema de salud y aumento de pertenencia a su hogar (menos migración).

Además, los pisos de cemento generan empleo en las comunidades. Su instalación requiere mano de obra local, lo cual dinamiza pequeñas economías y fortalece capacidades técnicas. Es un círculo virtuoso: se transforma la vivienda, se protege la salud, se dignifica a la familia y se activa la economía. Guatemala no puede resignarse a que casi la mitad de su población viva sobre tierra dentro de su propio hogar.

En tiempos en que se discuten grandes proyectos de infraestructura, desde carreteras hasta puertos, vale la pena recordar que la infraestructura más importante comienza en casa. Un piso de cemento puede parecer algo pequeño frente a un megaproyecto de infraestructura vial, pero para la familia que lo recibe, representa el inicio de una vida nueva.

Invertir en pisos de cemento no es un lujo ni un detalle menor, es la base de un país que quiera llamarse “digno”. Si queremos hablar de desarrollo humano, de oportunidades y de igualdad, empecemos por el piso que todos pisamos.

Pisos de cemento sinónimo de dignidad y prosperidad

Melanie Müllers |
24 de septiembre, 2025
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En Guatemala millones de personas viven sobre un piso de tierra. El dato, que puede parecer menor frente a las grandes cifras de desempleo, migración o violencia, encierra una de las desigualdades más profundas y silenciosas del país. Caminar sobre tierra dentro de la propia casa significa convivir a diario con el polvo, la humedad, los parásitos y la imposibilidad de mantener un hogar limpio y digno. Significa, en pocas palabras, que la pobreza no solo se mide en ingresos, sino también en las condiciones de la vida cotidiana.

Algunas empresas han lanzado programas para pisos de cemento, considero es algo que merece volverse a poner sobre la mesa para mayor atención pública: la urgencia de sustituir los pisos de tierra por pisos de cemento en los hogares más vulnerables. Estas iniciativas benefician a familias en lugares marcados por la migración y la pobreza. Con relativamente poca inversión, estos programas han demostrado que un cambio aparentemente sencillo puede tener un impacto transformador y medible en la salud, la educación y la dignidad de miles de guatemaltecos.

El cemento tiene una connotación especial en la vida social, no es solo un material de construcción: es símbolo de solidez, durabilidad y estabilidad. Un piso de cemento significa que el hogar deja de ser un lugar precario para convertirse en un espacio que se puede limpiar, ordenar y habitar con mayor seguridad. Estudios en México, donde se impulsó un programa llamado Piso Firme, demostraron que,al reemplazar los pisos de tierra por cemento, se redujeron drásticamente las enfermedades parasitarias, mejoró la nutrición infantil y disminuyó la incidencia de diarrea y anemia. También se observó un aumento en el bienestar emocional de las madres y un mejor desempeño escolar de los niños.

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En Guatemala, donde el 46% de las viviendas aún tienen pisos de tierra, el desafío enorme. No se trata solo de entregar cemento, sino de garantizar calidad en la construcción, capacitación para las familias y sostenibilidad a largo plazo. La filantropía puede ser una chispa poderosa, pero para lograr un impacto masivo se requiere un compromiso del gobierno, el sector privado y las comunidades.

Los pisos de cemento no son una dádiva, son una inversión en capital humano. Un niño que crece en una vivienda con piso de cemento tiene más probabilidades de gozar de buena salud, de faltar menos a la escuela y de aprender mejor. Una madre que puede limpiar su casa con facilidad siente mayor control sobre su entorno y mayor dignidad en su vida diaria. En términos de KPI, cada quetzal invertido en mejorar pisos significa ahorros en el sistema de salud y aumento de pertenencia a su hogar (menos migración).

Además, los pisos de cemento generan empleo en las comunidades. Su instalación requiere mano de obra local, lo cual dinamiza pequeñas economías y fortalece capacidades técnicas. Es un círculo virtuoso: se transforma la vivienda, se protege la salud, se dignifica a la familia y se activa la economía. Guatemala no puede resignarse a que casi la mitad de su población viva sobre tierra dentro de su propio hogar.

En tiempos en que se discuten grandes proyectos de infraestructura, desde carreteras hasta puertos, vale la pena recordar que la infraestructura más importante comienza en casa. Un piso de cemento puede parecer algo pequeño frente a un megaproyecto de infraestructura vial, pero para la familia que lo recibe, representa el inicio de una vida nueva.

Invertir en pisos de cemento no es un lujo ni un detalle menor, es la base de un país que quiera llamarse “digno”. Si queremos hablar de desarrollo humano, de oportunidades y de igualdad, empecemos por el piso que todos pisamos.

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