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Perderle el miedo al fin del mundo

.
Alejandra Osorio |
05 de diciembre, 2024

Se acabó el mundo, ¿y? ¿Acaso el final fue tan catastrófico como lo había imaginado tu mente? ¿O quizá tu cerebro había elaborado una epopeya que le quedó grande al espacio dejado por el final? Sea como fuera, lo importante es que ha sucedido y no hay vuelta atrás. Es en ese punto de no retorno que nos vemos forzados a seguir adelante y, gracias a la distancia temporal, ese apocalipsis se ve más pequeño, más sencillo, más navegable. Ahora bien, esto no niega el miedo inicial, la ansiedad que se aferra a la garganta ni la tortura autoinducida al predecir los posibles escenarios a los que nos enfrentaremos. A veces los eventos que vemos como catastróficos son solo malos momentos, pero, en otras ocasiones, como en el Ragnarök, realmente es el fin del mundo.

Destino de los dioses

Los dioses causaron su propio fin. Quisieron evitar tanto la destrucción que estaba destinada a suceder que no se dieron cuenta que colocaron las piedras para fabricar el camino a este evento. Las señales estaban ahí. Primero, tres inviernos sucesivos dominaron al verano y causaron que el hambre y el frío reinaran. Segundo, los lobos Hati y Sköll finalmente alcanzaron su meta y devoraron al Sol y la Luna, trayendo tinieblas al mundo. Tercero, los suelos temblaron, liberando al lobo Fenrir, mientras que su hermano, la serpiente Jörmundgander, salió de las aguas, causando que las olas destruyeran todo a su paso.

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La guerra era lo único que ocupaba espacio en la mente de todos. Los gigantes marcharon a la batalla, mientras que los dioses se preparaban para hacerles frente. En ese momento, en las historias fantásticas, leeríamos cómo estos titanes inmortales les hicieron frente a sus enemigos y lograron vencerlos. Sin embargo, esta historia no es así; esta es la historia del fin del mundo. 

Kierkegaard, en uno de sus diarios, escribió que la vida debe ser comprendida hacia atrás; pero que, a pesar de ello, no se debe olvidar que la vida solo puede vivirse hacia delante. Se acabó el mundo, ¿y? Quizá es solo el comienzo de uno nuevo.

Odín, el padre de todos los dioses, fue devorado por el lobo Fenrir, quien luego murió a manos de Viðarr. Incluso el gran Thor, a pesar de asesinar a Jörmundgander con su martillo, dio solo nueve pasos antes de morir por el veneno de la serpiente. Así, los dioses y sus enemigos fueron cayendo hasta que el jotun Surt quemó el universo con el fuego de su espada. El mundo acabó y hubo silencio.

No obstante, el Ragnarök no termina ahí. Después que las llamas sean calmadas por el agua y el tiempo sane las heridas de la tierra, surgirá de nuevo el suelo fértil. Las plantas crecerán en donde nunca lo habían hecho, y una nueva luz llegará a los cielos. De las profundidades del inframundo, regresarán a la vida Balder y Höðr, quienes tomarán el lugar de Odín en el Valhalla. Así, los hijos y los dioses sobrevivientes retomarán sus roles, mientras que los humanos que se resguardaron en el bosque de Hodmímir se aventurarán a recorrer la nueva tierra. Entonces, comenzará la nueva era.

Destino de los hombres

Los finales abruptos siempre dejan una huella en el espíritu. Sin importar cuánto intentemos calmarnos, es normal tambalear ante este tipo de eventos. Sin embargo, no debemos olvidar que la vida está hecha de finales, así que no podemos ir por ahí tratando de evitarles. Justamente Joseph Campbell, un académico dedicado a los mitos, en una entrevista, planteó que nosotros debemos estar dispuestos a dejar ir la vida que planeamos para poder llegar a tener la vida que nos espera. Los finales, por tanto, son parte necesaria para conseguir ese nuevo inicio de nuestraexistencia. En esa línea, Kierkegaard, en uno de sus diarios, escribió que la vida debe ser comprendida hacia atrás; pero que, a pesar de ello, no se debe olvidar que la vida solo puede vivirse hacia delante. Se acabó el mundo, ¿y? Quizá es solo el comienzo de uno nuevo.

Perderle el miedo al fin del mundo

Alejandra Osorio |
05 de diciembre, 2024
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Se acabó el mundo, ¿y? ¿Acaso el final fue tan catastrófico como lo había imaginado tu mente? ¿O quizá tu cerebro había elaborado una epopeya que le quedó grande al espacio dejado por el final? Sea como fuera, lo importante es que ha sucedido y no hay vuelta atrás. Es en ese punto de no retorno que nos vemos forzados a seguir adelante y, gracias a la distancia temporal, ese apocalipsis se ve más pequeño, más sencillo, más navegable. Ahora bien, esto no niega el miedo inicial, la ansiedad que se aferra a la garganta ni la tortura autoinducida al predecir los posibles escenarios a los que nos enfrentaremos. A veces los eventos que vemos como catastróficos son solo malos momentos, pero, en otras ocasiones, como en el Ragnarök, realmente es el fin del mundo.

Destino de los dioses

Los dioses causaron su propio fin. Quisieron evitar tanto la destrucción que estaba destinada a suceder que no se dieron cuenta que colocaron las piedras para fabricar el camino a este evento. Las señales estaban ahí. Primero, tres inviernos sucesivos dominaron al verano y causaron que el hambre y el frío reinaran. Segundo, los lobos Hati y Sköll finalmente alcanzaron su meta y devoraron al Sol y la Luna, trayendo tinieblas al mundo. Tercero, los suelos temblaron, liberando al lobo Fenrir, mientras que su hermano, la serpiente Jörmundgander, salió de las aguas, causando que las olas destruyeran todo a su paso.

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La guerra era lo único que ocupaba espacio en la mente de todos. Los gigantes marcharon a la batalla, mientras que los dioses se preparaban para hacerles frente. En ese momento, en las historias fantásticas, leeríamos cómo estos titanes inmortales les hicieron frente a sus enemigos y lograron vencerlos. Sin embargo, esta historia no es así; esta es la historia del fin del mundo. 

Kierkegaard, en uno de sus diarios, escribió que la vida debe ser comprendida hacia atrás; pero que, a pesar de ello, no se debe olvidar que la vida solo puede vivirse hacia delante. Se acabó el mundo, ¿y? Quizá es solo el comienzo de uno nuevo.

Odín, el padre de todos los dioses, fue devorado por el lobo Fenrir, quien luego murió a manos de Viðarr. Incluso el gran Thor, a pesar de asesinar a Jörmundgander con su martillo, dio solo nueve pasos antes de morir por el veneno de la serpiente. Así, los dioses y sus enemigos fueron cayendo hasta que el jotun Surt quemó el universo con el fuego de su espada. El mundo acabó y hubo silencio.

No obstante, el Ragnarök no termina ahí. Después que las llamas sean calmadas por el agua y el tiempo sane las heridas de la tierra, surgirá de nuevo el suelo fértil. Las plantas crecerán en donde nunca lo habían hecho, y una nueva luz llegará a los cielos. De las profundidades del inframundo, regresarán a la vida Balder y Höðr, quienes tomarán el lugar de Odín en el Valhalla. Así, los hijos y los dioses sobrevivientes retomarán sus roles, mientras que los humanos que se resguardaron en el bosque de Hodmímir se aventurarán a recorrer la nueva tierra. Entonces, comenzará la nueva era.

Destino de los hombres

Los finales abruptos siempre dejan una huella en el espíritu. Sin importar cuánto intentemos calmarnos, es normal tambalear ante este tipo de eventos. Sin embargo, no debemos olvidar que la vida está hecha de finales, así que no podemos ir por ahí tratando de evitarles. Justamente Joseph Campbell, un académico dedicado a los mitos, en una entrevista, planteó que nosotros debemos estar dispuestos a dejar ir la vida que planeamos para poder llegar a tener la vida que nos espera. Los finales, por tanto, son parte necesaria para conseguir ese nuevo inicio de nuestraexistencia. En esa línea, Kierkegaard, en uno de sus diarios, escribió que la vida debe ser comprendida hacia atrás; pero que, a pesar de ello, no se debe olvidar que la vida solo puede vivirse hacia delante. Se acabó el mundo, ¿y? Quizá es solo el comienzo de uno nuevo.

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