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Pasos e ideas de elefante

Recordemos a Oscar Wilde, a quien se le atribuye decir que el mundo era su ostra, pero que había usado el tenedor equivocado.

.
Alejandra Osorio |
29 de agosto, 2024

Uno, dos, tres… los problemas vienen al revés. Como gotas van llenando el espacio hasta alcanzar nuestras cabezas, transformándose en humo para nublar la vista. Es una constante que complica cada instante, acción y respiración. En este punto de la existencia, solo hay una opción: encontrar la solución. Aunque podemos pasar el tiempo nadando en el caos de inconvenientes, la vida no parecería vida. Así pues, si se desea sobrevivir, hay que encontrar una posible salida. Ahora bien, las soluciones no siempre son sencillas de hallar y, a veces, se requiere de mucho ingenio para siquiera flotar o incluso ganar. Al final de cuentas, Ganesha tuvo que probar lo que con la mente se puede alcanzar.

Con la cabeza fría

Al norte de la India, el señor Shiva y Parvati vivían con sus dos hijos: Ganesha y Karttikeya. A pesar de su divinidad, los hermanos se comportaban como niños: se jugaban bromas, reían a carcajadas, se escondían de sus padres y rodaban por los campos. Así que no es de extrañar que, cuando llegó el sabio Narada con un mango dorado, ambos corretearon para intentar obtener aquella fruta. Su deseo aumentó cuando el viejo les explicó que esa fruta no podría ser compartida, pues solo una persona podría comerla. Esto no era por falta de generosidad, sino porque quien la comiera obtendría el don de la sabiduría y el conocimiento.

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Ni Parvati ni Shiva podían elegir a quién dársela, así que les propusieron un reto. El primero que recorriera el mundo tres veces ganaría el mango. Para ello, no estarían solos; pues a Ganesha lo ayudaría un ratón y a Karttikeya, un pavo real. Gracias a ello, este último comenzó su viaje por los aires. Pero Ganesha no se puso a correr, sino que se sentó al lado del ratón. Pensó tanto que Karttikeya pasó volando después de haber recorrido por primera vez el mundo.

En sus memorias, Stephen King, plantea que los aficionados solo se sientan a esperar la inspiración, mientras que el resto se levanta y se pone a trabajar. Así pues, el dios de cabeza de elefante plantea un balance justo que podríamos imitar: usar la cabeza para pensar, pero también el cuerpo para trabajar.

De pronto, el pequeño Ganesha se puso de pie y comenzó a caminar alrededor de sus padres hasta completar tres vueltas. Ellos solo se vieron extrañados entre sí sin comprender qué estaba haciendo su hijo. Por ello, cuando se detuvo con una sonrisa en su rostro, Shiva no tuvo más remedio que preguntarle qué estaba haciendo. Ganesha, sonriendo aún más, les respondió lo siguiente: «Ustedes son mis padres. Por eso, ¡son mi mundo completo! Así que caminar alrededor de ustedes tres veces es como caminar alrededor del mundo».

Los padres estaban maravillados por el ingenio del más pequeño de la familia. Así que pensaron que, si el mango contenía el conocimiento y la sabiduría, debería ser para la persona que hubiese usado su mente para solucionar el gran problema que tenía enfrente. Entonces, sin pensarlo más, le entregaron la fruta al joven dios, quien lo devoró al instante.

Y las manos a la obra

Karttikeya no se detuvo ni un segundo para pensar, mientras que Ganesha usó varios minutos para analizar y, por ello, encontró una ingeniosa solución ante la carrera que parecía perdida. Así pues, el primer paso al enfrentarse a una tarea titánica es, simplemente, pensar, pensar en esa forma o esa herramienta que se requiere. Recordemos a Oscar Wilde, a quien se le atribuye decir que el mundo era su ostra, pero que había usado el tenedor equivocado. Y, a veces, es justamente esto: el enfoque o la solución que le damos al problema no es adecuado. De igual manera, no se trata solo de sentarse y pensar. Después de todo, Ganesha se levantó a trabajar. En sus memorias, Stephen King, plantea que los aficionados solo se sientan a esperar la inspiración, mientras que el resto se levanta y se pone a trabajar. Así pues, el dios de cabeza de elefante plantea un balance justo que podríamos imitar: usar la cabeza para pensar, pero también el cuerpo para trabajar.

Pasos e ideas de elefante

Recordemos a Oscar Wilde, a quien se le atribuye decir que el mundo era su ostra, pero que había usado el tenedor equivocado.

Alejandra Osorio |
29 de agosto, 2024
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Uno, dos, tres… los problemas vienen al revés. Como gotas van llenando el espacio hasta alcanzar nuestras cabezas, transformándose en humo para nublar la vista. Es una constante que complica cada instante, acción y respiración. En este punto de la existencia, solo hay una opción: encontrar la solución. Aunque podemos pasar el tiempo nadando en el caos de inconvenientes, la vida no parecería vida. Así pues, si se desea sobrevivir, hay que encontrar una posible salida. Ahora bien, las soluciones no siempre son sencillas de hallar y, a veces, se requiere de mucho ingenio para siquiera flotar o incluso ganar. Al final de cuentas, Ganesha tuvo que probar lo que con la mente se puede alcanzar.

Con la cabeza fría

Al norte de la India, el señor Shiva y Parvati vivían con sus dos hijos: Ganesha y Karttikeya. A pesar de su divinidad, los hermanos se comportaban como niños: se jugaban bromas, reían a carcajadas, se escondían de sus padres y rodaban por los campos. Así que no es de extrañar que, cuando llegó el sabio Narada con un mango dorado, ambos corretearon para intentar obtener aquella fruta. Su deseo aumentó cuando el viejo les explicó que esa fruta no podría ser compartida, pues solo una persona podría comerla. Esto no era por falta de generosidad, sino porque quien la comiera obtendría el don de la sabiduría y el conocimiento.

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Ni Parvati ni Shiva podían elegir a quién dársela, así que les propusieron un reto. El primero que recorriera el mundo tres veces ganaría el mango. Para ello, no estarían solos; pues a Ganesha lo ayudaría un ratón y a Karttikeya, un pavo real. Gracias a ello, este último comenzó su viaje por los aires. Pero Ganesha no se puso a correr, sino que se sentó al lado del ratón. Pensó tanto que Karttikeya pasó volando después de haber recorrido por primera vez el mundo.

En sus memorias, Stephen King, plantea que los aficionados solo se sientan a esperar la inspiración, mientras que el resto se levanta y se pone a trabajar. Así pues, el dios de cabeza de elefante plantea un balance justo que podríamos imitar: usar la cabeza para pensar, pero también el cuerpo para trabajar.

De pronto, el pequeño Ganesha se puso de pie y comenzó a caminar alrededor de sus padres hasta completar tres vueltas. Ellos solo se vieron extrañados entre sí sin comprender qué estaba haciendo su hijo. Por ello, cuando se detuvo con una sonrisa en su rostro, Shiva no tuvo más remedio que preguntarle qué estaba haciendo. Ganesha, sonriendo aún más, les respondió lo siguiente: «Ustedes son mis padres. Por eso, ¡son mi mundo completo! Así que caminar alrededor de ustedes tres veces es como caminar alrededor del mundo».

Los padres estaban maravillados por el ingenio del más pequeño de la familia. Así que pensaron que, si el mango contenía el conocimiento y la sabiduría, debería ser para la persona que hubiese usado su mente para solucionar el gran problema que tenía enfrente. Entonces, sin pensarlo más, le entregaron la fruta al joven dios, quien lo devoró al instante.

Y las manos a la obra

Karttikeya no se detuvo ni un segundo para pensar, mientras que Ganesha usó varios minutos para analizar y, por ello, encontró una ingeniosa solución ante la carrera que parecía perdida. Así pues, el primer paso al enfrentarse a una tarea titánica es, simplemente, pensar, pensar en esa forma o esa herramienta que se requiere. Recordemos a Oscar Wilde, a quien se le atribuye decir que el mundo era su ostra, pero que había usado el tenedor equivocado. Y, a veces, es justamente esto: el enfoque o la solución que le damos al problema no es adecuado. De igual manera, no se trata solo de sentarse y pensar. Después de todo, Ganesha se levantó a trabajar. En sus memorias, Stephen King, plantea que los aficionados solo se sientan a esperar la inspiración, mientras que el resto se levanta y se pone a trabajar. Así pues, el dios de cabeza de elefante plantea un balance justo que podríamos imitar: usar la cabeza para pensar, pero también el cuerpo para trabajar.

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