Íñigo Errejón, quien en las cámaras era el máximo defensor de las posiciones feministas acuerpado por las agrupaciones políticas Más Madrid y Sumar, de cara adentro actuaba como un “depredador” más.
Este caso revela unas cuantas lecciones sobre lo que significa la responsabilidad individual en la política y las consecuencias de encabezar un movimiento liderado por la superioridad moral. Adicionalmente, la situación esparticularmente sospechosa, dado que, lo que inició como una denuncia en redes por parte de una periodista, ante la negativa de los medios de comunicación de publicar la noticia, rápidamente se ha convertido en uno de los escándalos que pasará a la historia como una de las muestras más grandes de hipocresía política. Esto se debe a que, el político no solo ha intentado justificar sus acciones bajo el argumento de la “presión de ejercer la política en primera línea en el sistema patriarcal y neoliberal”, sino que su partido también ha buscado encubrirlo. Por lo tanto, este caso es una muestra de lo que significa llegar a una posición de poder y actuar como si fuera intocable.
Esto no va de bandos. El sistema puede ser tan “patriarcal”, “neoliberal”, “opresor” o “equitativo” como se quiera, pero en la realidad, es el individuo el que toma las decisiones y como tal, es quien debe asumir las consecuencias de sus actos. Evidentemente, es más fácil apuntar dedos y jugar al papel del acusador cuando se está en el pedestal de la superioridad moral. Así pues, ante los hechos, no hay narrativa que limpie el daño, no solo a la persona o el partido político al que representa, sino también a la causa que decía defender.
La misma vara para todos
Partidos como Más Madrid y Sumar, de donde Errejón era cofundador, han encontrado un espacio en la política española bajo la bandera del radicalismo y la actitud inquisidora contra cualquier consideración que fuera contraria a su manual de cancelación social. Nunca han tenido un problema con que, a la primera de cambio, se acuse sin una denuncia formal o pruebas que justifiquen los hechos. Por ello, ahora que el partido y el proprio Errejón solicitan una investigación formal y una justicia objetiva, evidencian el extremo al que se puede llevar las contradicciones cuando es a uno mismo al que le salpican las acusaciones.
Más allá de la situación particular de Errejón y la política española, esta situación debe ser una lección para entender que, detrás de las etiquetas, las narrativas y los discursos, es el individuo quien actúa y, como tal, se le deben atribuir la responsabilidad que le corresponde.
Ahora que ya ha trascendido información sobre el conocimiento que tenían los dirigentes de la agrupación política sobre las acusaciones, va a ser muy difícil que se escapen de que se les aplique su misma vara para medir la severidad del encubrimiento. No obstante, esta muerte política, que tendrá efectos sobre toda la izquierda española, ya estaba anunciada, dada la falta de sustancia en las consignas y la incoherencia entre el discurso público y la actuación privada, característico del movimiento populista que Errejón representa. Sin embargo, toda esa tormenta política que se ha intentado apaciguar con una explicación y tres disculpas, refleja cuán dañino puede llegar a ser “entronar” a una persona que, como ser humano, es falible.
Como lección, no por pertenecer a un determinado grupo o por defender una determinada causa el hombre será diferente y, como tal, no puede gozar de algún tipo de superioridad. De lo contrario, se estaría cegado ante los hechos y se caería en una falacia de asociación. Este es el caso de los medios de comunicación que, al negarse a publicar la noticia, más que comunicadores actuaron como cómplices y encubridores. Es decir, los medios, al asociar a Errejón a una “causa noble” se negaron a creer las acusaciones y desprestigiaron el trabajo periodístico de Cristina Fallarás, que, de manera independiente, llevó adelante el caso. Nuevamente, la consecuencia de no medir a todos los individuos con la misma vara moral.
Es evidente que este es un caso de grandes magnitudes que no deja de Sumar contradicciones. No obstante, más allá de la situación particular de Errejón y la política española, esta situación debe ser una lección para entender que, detrás de las etiquetas, las narrativas y los discursos, es el individuo quien actúa y, como tal, se le deben atribuir la responsabilidad que le corresponde.
No es el patriarcado, es la hipocresía (al extremo)
Íñigo Errejón, quien en las cámaras era el máximo defensor de las posiciones feministas acuerpado por las agrupaciones políticas Más Madrid y Sumar, de cara adentro actuaba como un “depredador” más.
Este caso revela unas cuantas lecciones sobre lo que significa la responsabilidad individual en la política y las consecuencias de encabezar un movimiento liderado por la superioridad moral. Adicionalmente, la situación esparticularmente sospechosa, dado que, lo que inició como una denuncia en redes por parte de una periodista, ante la negativa de los medios de comunicación de publicar la noticia, rápidamente se ha convertido en uno de los escándalos que pasará a la historia como una de las muestras más grandes de hipocresía política. Esto se debe a que, el político no solo ha intentado justificar sus acciones bajo el argumento de la “presión de ejercer la política en primera línea en el sistema patriarcal y neoliberal”, sino que su partido también ha buscado encubrirlo. Por lo tanto, este caso es una muestra de lo que significa llegar a una posición de poder y actuar como si fuera intocable.
Esto no va de bandos. El sistema puede ser tan “patriarcal”, “neoliberal”, “opresor” o “equitativo” como se quiera, pero en la realidad, es el individuo el que toma las decisiones y como tal, es quien debe asumir las consecuencias de sus actos. Evidentemente, es más fácil apuntar dedos y jugar al papel del acusador cuando se está en el pedestal de la superioridad moral. Así pues, ante los hechos, no hay narrativa que limpie el daño, no solo a la persona o el partido político al que representa, sino también a la causa que decía defender.
La misma vara para todos
Partidos como Más Madrid y Sumar, de donde Errejón era cofundador, han encontrado un espacio en la política española bajo la bandera del radicalismo y la actitud inquisidora contra cualquier consideración que fuera contraria a su manual de cancelación social. Nunca han tenido un problema con que, a la primera de cambio, se acuse sin una denuncia formal o pruebas que justifiquen los hechos. Por ello, ahora que el partido y el proprio Errejón solicitan una investigación formal y una justicia objetiva, evidencian el extremo al que se puede llevar las contradicciones cuando es a uno mismo al que le salpican las acusaciones.
Más allá de la situación particular de Errejón y la política española, esta situación debe ser una lección para entender que, detrás de las etiquetas, las narrativas y los discursos, es el individuo quien actúa y, como tal, se le deben atribuir la responsabilidad que le corresponde.
Ahora que ya ha trascendido información sobre el conocimiento que tenían los dirigentes de la agrupación política sobre las acusaciones, va a ser muy difícil que se escapen de que se les aplique su misma vara para medir la severidad del encubrimiento. No obstante, esta muerte política, que tendrá efectos sobre toda la izquierda española, ya estaba anunciada, dada la falta de sustancia en las consignas y la incoherencia entre el discurso público y la actuación privada, característico del movimiento populista que Errejón representa. Sin embargo, toda esa tormenta política que se ha intentado apaciguar con una explicación y tres disculpas, refleja cuán dañino puede llegar a ser “entronar” a una persona que, como ser humano, es falible.
Como lección, no por pertenecer a un determinado grupo o por defender una determinada causa el hombre será diferente y, como tal, no puede gozar de algún tipo de superioridad. De lo contrario, se estaría cegado ante los hechos y se caería en una falacia de asociación. Este es el caso de los medios de comunicación que, al negarse a publicar la noticia, más que comunicadores actuaron como cómplices y encubridores. Es decir, los medios, al asociar a Errejón a una “causa noble” se negaron a creer las acusaciones y desprestigiaron el trabajo periodístico de Cristina Fallarás, que, de manera independiente, llevó adelante el caso. Nuevamente, la consecuencia de no medir a todos los individuos con la misma vara moral.
Es evidente que este es un caso de grandes magnitudes que no deja de Sumar contradicciones. No obstante, más allá de la situación particular de Errejón y la política española, esta situación debe ser una lección para entender que, detrás de las etiquetas, las narrativas y los discursos, es el individuo quien actúa y, como tal, se le deben atribuir la responsabilidad que le corresponde.