A veces las cosas no son lo que parecen. Sin embargo, años de desaires, problemas del día a día y creencias reafirmadas bajo el martillo del tiempo vienen a empañar los vidrios con los que vemos el mundo. Así, la esencia se esconde cada vez más y requiere de un mayor esfuerzo para desenterrarla. A pesar de ello, siempre hay evidencia, registros y fragmentos que permiten descubrirla. Esto se ve con claridad en la historia del Ghillie Dhu.
Ni un extremo…
En Gairloch, al noroeste de Escocia, vivía Jessie Macrae. Ella, una mañana, consideró que su hogar no era tan vasto para contener su imaginación, así que decidió ir más allá y explorar el bosque. Claro está, por más hermoso que fuera este lugar, el bosque es un sitio lleno de peligros. Y la niña caminó hasta las fauces mismas de la bestia.
Cuando la noche llegó y las lágrimas recorrían las mejillas de la pequeña, una figura desgarbada, de cabellos como plumas de cuervo y con cuerpo vestido de musgo y hojas se acercó. Se acercó con paso tambaleante, como si dudara por un segundo. «Niña, ¿por qué lloras?», le preguntó la criatura.
Jessie Macrae subió su mirada y vio al Ghillie Dhu. Cualquiera podría haber visto al hombre y haberse echado a correr. Cualquiera podría haber visto al hombre y haber ignorado la genuina preocupación en su rostro. Cualquiera podría haber visto al hombre y haber temblando ante su apariencia. Pero, en la inocencia propia de su edad, la niña le dijo que estaba perdida. El Ghillie Dhu acercó su mano para limpiar el rostro de la pequeña. «Yo conozco el camino», le dijo.
Y es cierto. El Ghillie Dhu conoce el camino del cuervo, sabe los pasos del zorro y ha recorrido los senderos del hombre. Por ello, el ser que parecía hecho de musgo condujo a la niña hasta la costa del mar de árboles. De esta forma, Jessie Macrae regresó a casa, pero, así, un tal sir Hector Mackenzie comenzó a dudar.
Al final, en la niña se pueden ver reflejadas las palabras de Charles Dickens: «acostúmbrate a no considerar nada por su aspecto, sino por su evidencia». Y, quizá, nosotros también deberíamos acostumbrarnos a dejar evidencia de nuestra inocencia por medio de acciones.
Las preguntas sobre la criatura que describió la niña plagaban la mente de Mackenzie. Así que organizó un grupo de hombres para cazar al Ghillie Dhu. No obstante, lo que es del reino de la gente buena, es decir, de las hadas, no es para ojos humanos. Así que nunca encontraron a la elusiva y tímida criatura.
Otros niños perdidos recibieron la ayuda del Ghillie Dhu a lo largo de los años. Pero los adultos no le han visto o, en algunos casos, han sido atacados si se acercan demasiado. Esta distinción en trato la hace el hada basándose en la inocencia de las intenciones de los mortales.
Ni el otro…
Ahora bien, el Ghillie Dhu no premia una inocencia llevada al extremo y que se transforma en tontería e ignorancia, sino aquella que permite ejecutar una acción virtuosa, como lo es dar una oportunidad y juzgar por acciones y no apariencia. Así pues, cobran sentido las palabras del político William Godwin: «He de observar aquí que no entiendo por inocencia un equivalente a virtud. La inocencia es una cualidad neutra, equidistante del bien y el mal».
Por lo tanto, si esta es base, las acciones serán las que construyan la verdadera virtud. Macrae y Mackenzie demostraron sus virtudes y sus vicios por medio de la acción que tomaron respecto al Ghillie Dhu. Al final, en la niña se pueden ver reflejadas las palabras de Charles Dickens: «acostúmbrate a no considerar nada por su aspecto, sino por su evidencia». Y, quizá, nosotros también deberíamos acostumbrarnos a dejar evidencia de nuestra inocencia por medio de acciones.
A veces las cosas no son lo que parecen. Sin embargo, años de desaires, problemas del día a día y creencias reafirmadas bajo el martillo del tiempo vienen a empañar los vidrios con los que vemos el mundo. Así, la esencia se esconde cada vez más y requiere de un mayor esfuerzo para desenterrarla. A pesar de ello, siempre hay evidencia, registros y fragmentos que permiten descubrirla. Esto se ve con claridad en la historia del Ghillie Dhu.
Ni un extremo…
En Gairloch, al noroeste de Escocia, vivía Jessie Macrae. Ella, una mañana, consideró que su hogar no era tan vasto para contener su imaginación, así que decidió ir más allá y explorar el bosque. Claro está, por más hermoso que fuera este lugar, el bosque es un sitio lleno de peligros. Y la niña caminó hasta las fauces mismas de la bestia.
Cuando la noche llegó y las lágrimas recorrían las mejillas de la pequeña, una figura desgarbada, de cabellos como plumas de cuervo y con cuerpo vestido de musgo y hojas se acercó. Se acercó con paso tambaleante, como si dudara por un segundo. «Niña, ¿por qué lloras?», le preguntó la criatura.
Jessie Macrae subió su mirada y vio al Ghillie Dhu. Cualquiera podría haber visto al hombre y haberse echado a correr. Cualquiera podría haber visto al hombre y haber ignorado la genuina preocupación en su rostro. Cualquiera podría haber visto al hombre y haber temblando ante su apariencia. Pero, en la inocencia propia de su edad, la niña le dijo que estaba perdida. El Ghillie Dhu acercó su mano para limpiar el rostro de la pequeña. «Yo conozco el camino», le dijo.
Y es cierto. El Ghillie Dhu conoce el camino del cuervo, sabe los pasos del zorro y ha recorrido los senderos del hombre. Por ello, el ser que parecía hecho de musgo condujo a la niña hasta la costa del mar de árboles. De esta forma, Jessie Macrae regresó a casa, pero, así, un tal sir Hector Mackenzie comenzó a dudar.
Al final, en la niña se pueden ver reflejadas las palabras de Charles Dickens: «acostúmbrate a no considerar nada por su aspecto, sino por su evidencia». Y, quizá, nosotros también deberíamos acostumbrarnos a dejar evidencia de nuestra inocencia por medio de acciones.
Las preguntas sobre la criatura que describió la niña plagaban la mente de Mackenzie. Así que organizó un grupo de hombres para cazar al Ghillie Dhu. No obstante, lo que es del reino de la gente buena, es decir, de las hadas, no es para ojos humanos. Así que nunca encontraron a la elusiva y tímida criatura.
Otros niños perdidos recibieron la ayuda del Ghillie Dhu a lo largo de los años. Pero los adultos no le han visto o, en algunos casos, han sido atacados si se acercan demasiado. Esta distinción en trato la hace el hada basándose en la inocencia de las intenciones de los mortales.
Ni el otro…
Ahora bien, el Ghillie Dhu no premia una inocencia llevada al extremo y que se transforma en tontería e ignorancia, sino aquella que permite ejecutar una acción virtuosa, como lo es dar una oportunidad y juzgar por acciones y no apariencia. Así pues, cobran sentido las palabras del político William Godwin: «He de observar aquí que no entiendo por inocencia un equivalente a virtud. La inocencia es una cualidad neutra, equidistante del bien y el mal».
Por lo tanto, si esta es base, las acciones serán las que construyan la verdadera virtud. Macrae y Mackenzie demostraron sus virtudes y sus vicios por medio de la acción que tomaron respecto al Ghillie Dhu. Al final, en la niña se pueden ver reflejadas las palabras de Charles Dickens: «acostúmbrate a no considerar nada por su aspecto, sino por su evidencia». Y, quizá, nosotros también deberíamos acostumbrarnos a dejar evidencia de nuestra inocencia por medio de acciones.