En la ONU, o en alguno de esos ñaques, hubo tres embajadores importantes reunidos para el convivio navideño. El embajador de los Estados Unidos de Wokica, el de la Républic du Baguette y el del Reino Desunido. El último les preguntó a los otros dos qué deseaban para Navidad y el embajador de los Estados Unidos contestó que «La paz mundial», en tanto que el de la Baguette respondió que «El fin del hambre en el mundo». Acto seguido, los dos que ya habían contestado le preguntaron al representante del Reino Desunido qué había pedido; y este contestó: «Pedí un pudín de persimones».
Este chiste que adapté —y sí, es un chiste— me gusta porque expresa muy bien el significado profundo de la Navidad y de las fiestas de fin de año que trasciende el misticismo. El mensaje es: “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”. Un deseo que se basa en la benevolencia incluso entre completos desconocidos, y hasta entre enemigos. ¿Quién no conoce la historia de la Tregua de Navidad en la que soldados alemanes e ingleses detuvieron una batalla —durante la Primera Guerra Mundial— para celebrar la fiesta? En esa ocasión cantaron villancicos e incluso intercambiaron regalos improvisados.
¿Y qué tiene esto que ver con el pudín de persimones? Con el hecho de que los deseos —para que sean más obtenibles y no creen frustración— deben ser claros, alcanzables y reales. Así, las fiestas de fin de año y la Navidad en particular son oportunidades para encontrarse con amigos y familia; para asistir a eventos tradicionales, cantar canciones propias de la temporada; ver películas viejas y nuevas que aluden al espíritu navideño; y para enviar mensajes de cariño y buenos deseos a quienes valoramos. También para intercambiar regalos.
En casa ya no hay niños; pero en cuanto los haya mantendremos el ambiente festivo con el que crecimos, y gozaremos con sus caritas de asombro. En casa no faltan los tamales, los turrones, el pavo y el “mincemeat pie”. Nos gusta recibir a amigos y familia y nos alegra compartir con quienes sabemos que son menos afortunados.
Verás, la Navidad es la celebración de todo lo bueno: amistad, amor, benevolencia, comercio, familia, felicidad, productividad y racionalidad. Es una gran oportunidad para amar la vida y para agradecerla porque, como me dijo un cuate que acaba de sufrir una pérdida familiar muy triste, la vida es frágil y es un milagro; pero no en el sentido místico, sino porque en el cosmos, la vida es un fenómeno altamente improbable y genera un asombro profundo por su complejidad y belleza.
Desde “Carpe Diem” —a tu familia y a ti— mi familia y yo les deseamos ¡Feliz Navidad! Larga vida y prosperidad.
Navidad y deseos alcanzables
En la ONU, o en alguno de esos ñaques, hubo tres embajadores importantes reunidos para el convivio navideño. El embajador de los Estados Unidos de Wokica, el de la Républic du Baguette y el del Reino Desunido. El último les preguntó a los otros dos qué deseaban para Navidad y el embajador de los Estados Unidos contestó que «La paz mundial», en tanto que el de la Baguette respondió que «El fin del hambre en el mundo». Acto seguido, los dos que ya habían contestado le preguntaron al representante del Reino Desunido qué había pedido; y este contestó: «Pedí un pudín de persimones».
Este chiste que adapté —y sí, es un chiste— me gusta porque expresa muy bien el significado profundo de la Navidad y de las fiestas de fin de año que trasciende el misticismo. El mensaje es: “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”. Un deseo que se basa en la benevolencia incluso entre completos desconocidos, y hasta entre enemigos. ¿Quién no conoce la historia de la Tregua de Navidad en la que soldados alemanes e ingleses detuvieron una batalla —durante la Primera Guerra Mundial— para celebrar la fiesta? En esa ocasión cantaron villancicos e incluso intercambiaron regalos improvisados.
¿Y qué tiene esto que ver con el pudín de persimones? Con el hecho de que los deseos —para que sean más obtenibles y no creen frustración— deben ser claros, alcanzables y reales. Así, las fiestas de fin de año y la Navidad en particular son oportunidades para encontrarse con amigos y familia; para asistir a eventos tradicionales, cantar canciones propias de la temporada; ver películas viejas y nuevas que aluden al espíritu navideño; y para enviar mensajes de cariño y buenos deseos a quienes valoramos. También para intercambiar regalos.
En casa ya no hay niños; pero en cuanto los haya mantendremos el ambiente festivo con el que crecimos, y gozaremos con sus caritas de asombro. En casa no faltan los tamales, los turrones, el pavo y el “mincemeat pie”. Nos gusta recibir a amigos y familia y nos alegra compartir con quienes sabemos que son menos afortunados.
Verás, la Navidad es la celebración de todo lo bueno: amistad, amor, benevolencia, comercio, familia, felicidad, productividad y racionalidad. Es una gran oportunidad para amar la vida y para agradecerla porque, como me dijo un cuate que acaba de sufrir una pérdida familiar muy triste, la vida es frágil y es un milagro; pero no en el sentido místico, sino porque en el cosmos, la vida es un fenómeno altamente improbable y genera un asombro profundo por su complejidad y belleza.
Desde “Carpe Diem” —a tu familia y a ti— mi familia y yo les deseamos ¡Feliz Navidad! Larga vida y prosperidad.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: