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Narrativas que transforman

.
Camilo Bello Wilches |
18 de noviembre, 2024

El pasado lunes 18 de noviembre, en el Salón Gran Telares del Hotel Hyatt en la ciudad de Guatemala, asistí a un workshop titulado “Narrativa de impacto para sectores estratégicos”, organizado por República Mujer y liderado por Pedro Herrero, experto en comunicación y asuntos públicos. La experiencia fue una oportunidad para reflexionar sobre los desafíos de la comunicación en un contexto global polarizado y emocionalmente cargado, así como sobre la importancia de construir narrativas que no solo informen, sino que conecten profundamente con las audiencias.

Uno de los conceptos más interesantes que se discutieron durante el evento fue el de los “receptores del sabor moral”. Esta idea, basada en la teoría de los fundamentos morales de Jonathan Haidt, plantea que nuestras decisiones y posturas están ancladas en valores específicos que definen lo que consideramos correcto o incorrecto. En este marco, se analizó cómo los progresistas suelen priorizar la protección de las víctimas de injusticias, los conservadores defienden con fuerza las instituciones como pilar de la moral, y los libertarios elevan la libertad como principio fundamental. Reconocer estas diferencias no es un ejercicio meramente teórico; es una herramienta crucial para entender cómo resonar con distintos públicos al construir mensajes estratégicos y efectivos.

Un aspecto que me llamó particularmente la atención fue la insistencia en que la verdad debe ser el núcleo de toda narrativa. En un mundo donde la comunicación muchas veces se reduce a vender ideas o productos, es fácil caer en la tentación de priorizar la emotividad o recurrir a eufemismos para captar la atención. Sin embargo, esto puede distorsionar lo que realmente queremos expresar. La claridad, como bien lo entendía George Orwell cuando afirmaba que la insinceridad es el gran enemigo del lenguaje claro, se convierte aquí en un acto de responsabilidad ética. Las narrativas no solo deben ser convincentes, sino también honestas, evitando cualquier forma de manipulación que sacrifique la veracidad en nombre de la persuasión.

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Otro elemento que considero crucial es la afirmación de que es posible encontrar puntos de convergencia incluso en un panorama ideológicamente diverso. Independientemente de las posturas políticas, parece haber consenso en torno a ciertos principios fundamentales como la vida, la propiedad y la libertad. La forma en que se articulen estos valores depende del enfoque narrativo de cada postura, pero reconocerlos como un terreno común abre la posibilidad de construir puentes en lugar de profundizar divisiones.

Encontrar un equilibrio entre los valores fundamentales de las distintas posturas, construir mensajes que resuenen con audiencias diversas y priorizar la veracidad son tareas que exigen tanto habilidad técnica como ética.

Este es un mensaje particularmente relevante en Guatemala, un país donde las brechas sociales e ideológicas a menudo parecen insalvables. Apostar por una narrativa que priorice esos valores universales podría ser un paso hacia la cohesión, siempre que se eviten los discursos populistas que desvirtúan el propósito original de la comunicación.

La reflexión también giró en torno a la diferencia entre comunicar y conversar. No basta con emitir mensajes que lleguen al público; es esencial construir un diálogo que invite a la reflexión y a la interacción. Esto implica un rechazo a la superficialidad y a los mensajes puramente mercadológicos, que tienden a apelar a las emociones más que a la razón. En cambio, la comunicación debe ser accesible y fundamentada, sin caer en la tentación de utilizar la emotividad como herramienta principal. Apelar a la lógica y a los argumentos sólidos es un camino más difícil, pero también más sostenible y efectivo en el largo plazo.

La conferencia dejó claro que la narrativa no es solo una herramienta para influir, sino una responsabilidad moral. En un contexto global donde las fake news y los discursos polarizantes son moneda corriente, la capacidad de construir mensajes éticos y veraces se convierte en un acto de resistencia frente a la manipulación. Como ciudadanos y comunicadores, debemos asumir la tarea de defender la verdad como un principio inquebrantable, especialmente en un entorno que premia lo sensacionalista sobre lo verdadero.

La experiencia de este workshop fue un recordatorio de que la comunicación, cuando se ejerce con integridad, tiene el poder de transformar no solo nuestras ideas, sino también la forma en que interactuamos como sociedad. Encontrar un equilibrio entre los valores fundamentales de las distintas posturas, construir mensajes que resuenen con audiencias diversas y priorizar la veracidad son tareas que exigen tanto habilidad técnica como ética. Al final del día, esta conferencia fue una invitación a recuperar el arte de dialogar y construir narrativas que, más allá de persuadir, realmente conecten.

Narrativas que transforman

Camilo Bello Wilches |
18 de noviembre, 2024
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El pasado lunes 18 de noviembre, en el Salón Gran Telares del Hotel Hyatt en la ciudad de Guatemala, asistí a un workshop titulado “Narrativa de impacto para sectores estratégicos”, organizado por República Mujer y liderado por Pedro Herrero, experto en comunicación y asuntos públicos. La experiencia fue una oportunidad para reflexionar sobre los desafíos de la comunicación en un contexto global polarizado y emocionalmente cargado, así como sobre la importancia de construir narrativas que no solo informen, sino que conecten profundamente con las audiencias.

Uno de los conceptos más interesantes que se discutieron durante el evento fue el de los “receptores del sabor moral”. Esta idea, basada en la teoría de los fundamentos morales de Jonathan Haidt, plantea que nuestras decisiones y posturas están ancladas en valores específicos que definen lo que consideramos correcto o incorrecto. En este marco, se analizó cómo los progresistas suelen priorizar la protección de las víctimas de injusticias, los conservadores defienden con fuerza las instituciones como pilar de la moral, y los libertarios elevan la libertad como principio fundamental. Reconocer estas diferencias no es un ejercicio meramente teórico; es una herramienta crucial para entender cómo resonar con distintos públicos al construir mensajes estratégicos y efectivos.

Un aspecto que me llamó particularmente la atención fue la insistencia en que la verdad debe ser el núcleo de toda narrativa. En un mundo donde la comunicación muchas veces se reduce a vender ideas o productos, es fácil caer en la tentación de priorizar la emotividad o recurrir a eufemismos para captar la atención. Sin embargo, esto puede distorsionar lo que realmente queremos expresar. La claridad, como bien lo entendía George Orwell cuando afirmaba que la insinceridad es el gran enemigo del lenguaje claro, se convierte aquí en un acto de responsabilidad ética. Las narrativas no solo deben ser convincentes, sino también honestas, evitando cualquier forma de manipulación que sacrifique la veracidad en nombre de la persuasión.

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Encontrar un equilibrio entre los valores fundamentales de las distintas posturas, construir mensajes que resuenen con audiencias diversas y priorizar la veracidad son tareas que exigen tanto habilidad técnica como ética.

Este es un mensaje particularmente relevante en Guatemala, un país donde las brechas sociales e ideológicas a menudo parecen insalvables. Apostar por una narrativa que priorice esos valores universales podría ser un paso hacia la cohesión, siempre que se eviten los discursos populistas que desvirtúan el propósito original de la comunicación.

La reflexión también giró en torno a la diferencia entre comunicar y conversar. No basta con emitir mensajes que lleguen al público; es esencial construir un diálogo que invite a la reflexión y a la interacción. Esto implica un rechazo a la superficialidad y a los mensajes puramente mercadológicos, que tienden a apelar a las emociones más que a la razón. En cambio, la comunicación debe ser accesible y fundamentada, sin caer en la tentación de utilizar la emotividad como herramienta principal. Apelar a la lógica y a los argumentos sólidos es un camino más difícil, pero también más sostenible y efectivo en el largo plazo.

La conferencia dejó claro que la narrativa no es solo una herramienta para influir, sino una responsabilidad moral. En un contexto global donde las fake news y los discursos polarizantes son moneda corriente, la capacidad de construir mensajes éticos y veraces se convierte en un acto de resistencia frente a la manipulación. Como ciudadanos y comunicadores, debemos asumir la tarea de defender la verdad como un principio inquebrantable, especialmente en un entorno que premia lo sensacionalista sobre lo verdadero.

La experiencia de este workshop fue un recordatorio de que la comunicación, cuando se ejerce con integridad, tiene el poder de transformar no solo nuestras ideas, sino también la forma en que interactuamos como sociedad. Encontrar un equilibrio entre los valores fundamentales de las distintas posturas, construir mensajes que resuenen con audiencias diversas y priorizar la veracidad son tareas que exigen tanto habilidad técnica como ética. Al final del día, esta conferencia fue una invitación a recuperar el arte de dialogar y construir narrativas que, más allá de persuadir, realmente conecten.

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