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Muchos no quieren, otros no pueden, ¿quién se anima?

El Presidente de Guatemala, Bernardo Arevalo, habla durante una ceremonia que marca sus 100 días en el cargo frente al edificio del Ministerio de Gobernación en la Ciudad de Guatemala el 23 de abril de 2024. (Foto por JOHAN ORDONEZ / AFP)
Jorge Benavides |
21 de mayo, 2024

Esta columna la inspiró un amigo y colega que en redes sociales escribió “Somos un gobierno de asesores, conocimiento profundo, pero poca experiencia operando la máquina. Lección más importante: patojos, métanse ya a la cosa pública, hay que aprender cómo funciona”.

Eventos recientes confirman una hipótesis que he sostenido desde el inicio de esta administración, y es que se necesitan muchas nuevas buenas personas para cubrir los puestos clave que tienen bajo su responsabilidad la toma de decisiones, la ejecución del presupuesto, la rendición de cuentas, y el rediseño institucional de un Estado que poco a poco ha ido viendo cómo se escurren entre los dedos las oportunidades de cumplir con lo que la ley les obliga en cuanto a provisión de bienes y servicios públicos. Se necesitan muchos, pero no se tienen. Existen buenos candidatos, pero no quieren. Y Hay quienes quieren, pero no les podrían pagar lo que valen.

El aparato público, dependiendo de la fuente, oscila entre 480 mil y 560 mil funcionarios, sin tomar en cuenta empleados municipales y otros trabajadores de entidades autónomas y descentralizadas. A ojo de buen cubero, fácilmente llegaremos a 850 mil personas que deben aprender sobre administración pública a lo largo de sus carreras, no siendo suficiente el exiguo conocimiento que puedan adquirir en algún centro de formación a nivel medio y superior.

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¿Qué pasa con cada cambio de Gobierno? Lastimosamente, muchos tenemos la idea preconcebida que si los resultados de una administración no fueron acordes a lo “esperado”, es necesario cambiar, remover, destituir, y despedir funcionarios… lo más pronto posible. No obstante, bajo esta forma de ver las cosas, cada cuatro años se pierde algo del poco talento con el que se cuenta, y se desecha la inversión de mucho tiempo del Estado en formar personas con conocimiento, habilidades y experiencia en procesos, regulaciones, normativa, gestión, e implementación de proyectos y programas.

Solamente si se dedica atención a este tema se podrá recuperar la institucionalidad pública y llevarla a condiciones similares a las de los países que con admiración encomiamos. Y sólo a través de un compromiso claro con la renovación de la función pública se podrá evitar que sigan siendo titulares de prensa las destituciones y despidos, sin siquiera contar con uno o más candidatos capaces de sustituir a los salientes.

Espero que mi afirmación no induzca a considerar inamovibles de sus puestos a muchos funcionarios que no han cumplido con su función, pero para ello debe haber claros mecanismos de reclutamiento, contratación, promoción, sanción y remoción. Como lo aprendí durante años trabajando con algunos gobiernos en Asia, el servicio civil es la piedra angular para que el Estado funcione, y se necesita de muchos años para llegar a dominar todos los vericuetos que la legislación demanda y aprender a responder a lo que la población exige.

Si yo pudiera pedirle algo al actual Gobierno no sería mayores presupuestos o nuevos programas; ni siquiera es llevar a últimas instancias la consigna de cero tolerancia a la corrupción. Mi petición se centraría en darle fortaleza al servicio civil, creando sistemas que permitan hacer un seguimiento a detalle de la carrera del funcionario público, reconocer adecuadamente el valor que genera a la sociedad y compensarlo de acuerdo con estándares de calidad. Y, con esto, ser capaces de atraer el mejor talento del país a un área profesional que pareciera hemos desprestigiado y aborrecido durante décadas.

Solamente si se dedica atención a este tema se podrá recuperar la institucionalidad pública y llevarla a condiciones similares a las de los países que con admiración encomiamos. Y sólo a través de un compromiso claro con la renovación de la función pública se podrá evitar que sigan siendo titulares de prensa las destituciones y despidos, sin siquiera contar con uno o más candidatos capaces de sustituir a los salientes, candidatos que puedan demostrar que cumplen los requisitos para desempeñar la función acorde a los retos que presenta un país como Guatemala.

Muchos no quieren, otros no pueden, ¿quién se anima?

Jorge Benavides |
21 de mayo, 2024
El Presidente de Guatemala, Bernardo Arevalo, habla durante una ceremonia que marca sus 100 días en el cargo frente al edificio del Ministerio de Gobernación en la Ciudad de Guatemala el 23 de abril de 2024. (Foto por JOHAN ORDONEZ / AFP)

Esta columna la inspiró un amigo y colega que en redes sociales escribió “Somos un gobierno de asesores, conocimiento profundo, pero poca experiencia operando la máquina. Lección más importante: patojos, métanse ya a la cosa pública, hay que aprender cómo funciona”.

Eventos recientes confirman una hipótesis que he sostenido desde el inicio de esta administración, y es que se necesitan muchas nuevas buenas personas para cubrir los puestos clave que tienen bajo su responsabilidad la toma de decisiones, la ejecución del presupuesto, la rendición de cuentas, y el rediseño institucional de un Estado que poco a poco ha ido viendo cómo se escurren entre los dedos las oportunidades de cumplir con lo que la ley les obliga en cuanto a provisión de bienes y servicios públicos. Se necesitan muchos, pero no se tienen. Existen buenos candidatos, pero no quieren. Y Hay quienes quieren, pero no les podrían pagar lo que valen.

El aparato público, dependiendo de la fuente, oscila entre 480 mil y 560 mil funcionarios, sin tomar en cuenta empleados municipales y otros trabajadores de entidades autónomas y descentralizadas. A ojo de buen cubero, fácilmente llegaremos a 850 mil personas que deben aprender sobre administración pública a lo largo de sus carreras, no siendo suficiente el exiguo conocimiento que puedan adquirir en algún centro de formación a nivel medio y superior.

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¿Qué pasa con cada cambio de Gobierno? Lastimosamente, muchos tenemos la idea preconcebida que si los resultados de una administración no fueron acordes a lo “esperado”, es necesario cambiar, remover, destituir, y despedir funcionarios… lo más pronto posible. No obstante, bajo esta forma de ver las cosas, cada cuatro años se pierde algo del poco talento con el que se cuenta, y se desecha la inversión de mucho tiempo del Estado en formar personas con conocimiento, habilidades y experiencia en procesos, regulaciones, normativa, gestión, e implementación de proyectos y programas.

Solamente si se dedica atención a este tema se podrá recuperar la institucionalidad pública y llevarla a condiciones similares a las de los países que con admiración encomiamos. Y sólo a través de un compromiso claro con la renovación de la función pública se podrá evitar que sigan siendo titulares de prensa las destituciones y despidos, sin siquiera contar con uno o más candidatos capaces de sustituir a los salientes.

Espero que mi afirmación no induzca a considerar inamovibles de sus puestos a muchos funcionarios que no han cumplido con su función, pero para ello debe haber claros mecanismos de reclutamiento, contratación, promoción, sanción y remoción. Como lo aprendí durante años trabajando con algunos gobiernos en Asia, el servicio civil es la piedra angular para que el Estado funcione, y se necesita de muchos años para llegar a dominar todos los vericuetos que la legislación demanda y aprender a responder a lo que la población exige.

Si yo pudiera pedirle algo al actual Gobierno no sería mayores presupuestos o nuevos programas; ni siquiera es llevar a últimas instancias la consigna de cero tolerancia a la corrupción. Mi petición se centraría en darle fortaleza al servicio civil, creando sistemas que permitan hacer un seguimiento a detalle de la carrera del funcionario público, reconocer adecuadamente el valor que genera a la sociedad y compensarlo de acuerdo con estándares de calidad. Y, con esto, ser capaces de atraer el mejor talento del país a un área profesional que pareciera hemos desprestigiado y aborrecido durante décadas.

Solamente si se dedica atención a este tema se podrá recuperar la institucionalidad pública y llevarla a condiciones similares a las de los países que con admiración encomiamos. Y sólo a través de un compromiso claro con la renovación de la función pública se podrá evitar que sigan siendo titulares de prensa las destituciones y despidos, sin siquiera contar con uno o más candidatos capaces de sustituir a los salientes, candidatos que puedan demostrar que cumplen los requisitos para desempeñar la función acorde a los retos que presenta un país como Guatemala.

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