En 1966, el escritor argentino, Julio Cortázar, escribía uno de sus famosos cuentos La autopista del sur. En el marco de lo que se conoce como el movimiento literario del realismo mágico, el autor narraba una historia que se desarrolla en un embotellamiento en la autopista entre Fontainbleau y París. En este texto, mediante el recurso del tiempo y la mezcla entre la realidad y lo fantástico, Cortázar envuelve al lector en una historia que parece durar horas, días y meses. No obstante, casi 60 años después, lo que en su momento parecía una distopía, se ha convertido en el pan de todos los días de los guatemaltecos.
Esta situación que roza lo fantástico se evidenció el viernes 7 de febrero, cuando la Ciudad de Guatemala, a raíz de un evento electoral del Colegio de Abogados y Notarios, quedó paralizada. Las largas horas en el tráfico, las kilométricas colas en todas las calles y avenidas de la ciudad y la paralización de actividades evidencian cómo un evento aislado tiene la capacidad de inmovilizar una metrópoli completa. En pocas palabras, la Ciudad de Guatemala ha sobrepasado su capacidad.
Sin ruta clara
De acuerdo con las proyecciones, actualmente, al ciudadano promedio le toma, al menos, 2 horas para llegar a su destino final en horas pico. Esto se debe a que el parque vehicular sigue al alza y las vías de tránsito no aumentan su tamaño a la misma velocidad (si es que crecen). Además, a esta “falta de espacio” se le debe sumar la concentración de la actividad económica en la zona central, lo cual se transforma en un torrencial de carros que ingresan cada día a la ciudad, 800 000, de acuerdo con los datos de la Municipalidad. ¿La consecuencia? El embotellamiento y el incremento exponencial de horas que gastamos en el tráfico.
Aunque es cierto que la situación del tráfico parece cada vez más sacada de una historia de fantasía, es necesario que se entienda como la realidad y, como tal, se empiecen a plantear soluciones que cuenten con la coordinación de los diferentes sectores del país.
Ante la falta de soluciones viables por parte de las autoridades competentes, los guatemaltecos son quienes deben de adecuar su rutina para llegar a sus trabajos, casas y actividades a tiempo. Es decir, toda la vida se debe planear en torno al tiempo que nos toma llegar de punto A a punto B, lo cual, no solo entorpece la actividad productiva, sino que también tiene un efecto directo en la calidad de vida. Por cada minuto que pasamos en el tráfico, es un minuto menos que podríamos pasar con nuestras familias, amigos y colegas.
Ahora bien, es evidente que la solución no se alcanzará de la noche a la mañana. Aunque parece fácil responsabilizar a las autoridades de turno, la realidad es que ninguna entidad local o nacional tiene la capacidad suficiente para solucionar el problema del tráfico en el corto plazo, debido al alto nivel de inversión, planificación y ejecución que requiere. Es más, la situación es más compleja si se toma en cuenta el nivel de coordinación que se necesita y el cortoplacismo que caracteriza a la visión de la administración pública.
Por lo tanto, aunque es cierto que la situación del tráfico parece cada vez más sacada de una historia de fantasía, es necesario que se entienda como la realidad y, como tal, se empiecen a plantear soluciones que cuenten con la coordinación de los diferentes sectores del país. De lo contrario, aunque las autoridades cambien, el problema persistirá.
Movilidad metropolitana: entre la utopía y la realidad
En 1966, el escritor argentino, Julio Cortázar, escribía uno de sus famosos cuentos La autopista del sur. En el marco de lo que se conoce como el movimiento literario del realismo mágico, el autor narraba una historia que se desarrolla en un embotellamiento en la autopista entre Fontainbleau y París. En este texto, mediante el recurso del tiempo y la mezcla entre la realidad y lo fantástico, Cortázar envuelve al lector en una historia que parece durar horas, días y meses. No obstante, casi 60 años después, lo que en su momento parecía una distopía, se ha convertido en el pan de todos los días de los guatemaltecos.
Esta situación que roza lo fantástico se evidenció el viernes 7 de febrero, cuando la Ciudad de Guatemala, a raíz de un evento electoral del Colegio de Abogados y Notarios, quedó paralizada. Las largas horas en el tráfico, las kilométricas colas en todas las calles y avenidas de la ciudad y la paralización de actividades evidencian cómo un evento aislado tiene la capacidad de inmovilizar una metrópoli completa. En pocas palabras, la Ciudad de Guatemala ha sobrepasado su capacidad.
Sin ruta clara
De acuerdo con las proyecciones, actualmente, al ciudadano promedio le toma, al menos, 2 horas para llegar a su destino final en horas pico. Esto se debe a que el parque vehicular sigue al alza y las vías de tránsito no aumentan su tamaño a la misma velocidad (si es que crecen). Además, a esta “falta de espacio” se le debe sumar la concentración de la actividad económica en la zona central, lo cual se transforma en un torrencial de carros que ingresan cada día a la ciudad, 800 000, de acuerdo con los datos de la Municipalidad. ¿La consecuencia? El embotellamiento y el incremento exponencial de horas que gastamos en el tráfico.
Aunque es cierto que la situación del tráfico parece cada vez más sacada de una historia de fantasía, es necesario que se entienda como la realidad y, como tal, se empiecen a plantear soluciones que cuenten con la coordinación de los diferentes sectores del país.
Ante la falta de soluciones viables por parte de las autoridades competentes, los guatemaltecos son quienes deben de adecuar su rutina para llegar a sus trabajos, casas y actividades a tiempo. Es decir, toda la vida se debe planear en torno al tiempo que nos toma llegar de punto A a punto B, lo cual, no solo entorpece la actividad productiva, sino que también tiene un efecto directo en la calidad de vida. Por cada minuto que pasamos en el tráfico, es un minuto menos que podríamos pasar con nuestras familias, amigos y colegas.
Ahora bien, es evidente que la solución no se alcanzará de la noche a la mañana. Aunque parece fácil responsabilizar a las autoridades de turno, la realidad es que ninguna entidad local o nacional tiene la capacidad suficiente para solucionar el problema del tráfico en el corto plazo, debido al alto nivel de inversión, planificación y ejecución que requiere. Es más, la situación es más compleja si se toma en cuenta el nivel de coordinación que se necesita y el cortoplacismo que caracteriza a la visión de la administración pública.
Por lo tanto, aunque es cierto que la situación del tráfico parece cada vez más sacada de una historia de fantasía, es necesario que se entienda como la realidad y, como tal, se empiecen a plantear soluciones que cuenten con la coordinación de los diferentes sectores del país. De lo contrario, aunque las autoridades cambien, el problema persistirá.