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Mitos sobre Nietzsche

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Warren Orbaugh |
28 de julio, 2025

«Filosóficamente, Nietzsche es un místico y un irracionalista. Su metafísica consiste en un universo algo “byroniano” y místico “malévolo”; su epistemología subordina la razón a la “voluntad”, o el sentimiento, o el instinto, o la sangre, o las virtudes innatas del carácter. Pero como poeta, proyecta a veces (no de manera consistente) un magnífico sentimiento por la grandeza del hombre, expresado en términos emocionales, no intelectuales.»

Así describe Ayn Rand a Nietzsche en la introducción de su novela El Manantial. Esta ejemplifica varios mitos sobre el pensamiento del filósofo de Turingia. Para entender lo que dice Rand, veamos qué considera ella que es un místico y un irracionalista:

«Un místico es un hombre que entregó su mente en su primer encuentro con las mentes de otros… En la encrucijada de la elección entre “yo sé” y "ellos dicen”, eligió la autoridad de otros, eligió someterse en lugar de comprender, creer en lugar de pensar… Desde entonces, temeroso de pensar, queda a merced de sentimientos no identificados. Sus sentimientos se convierten en su única guía, su único resto de identidad personal se aferra a ellos con posesividad feroz —y cualquier pensamiento que tenga se dedica a la lucha por ocultar de sí mismo que la naturaleza de su sentimiento es terror». Discurso de Galt, para el nuevo intelectual.

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¿Y a qué se refiere con irracionalista?

«El vicio básico del hombre, la fuente de todos sus males, es el acto de desenfocar su mente, la suspensión de su conciencia, que no es ceguera, sino la negativa a ver, no es ignorancia, sino la negativa a conocer. La irracionalidad es el rechazo del medio de supervivencia del hombre y, por lo tanto, un compromiso con un curso de destrucción ciega; lo que es anti-mente es anti-vida.» “La ética Objetivista”, La Virtud el Egoísmo.

Y en los Paralelos Ominosos Leonard Peikoff agrega:

«“El irracionalismo” es la doctrina que sostiene que la razón no es un medio válido de conocimiento ni una guía adecuada para la acción.»

Para quien ha leído la obra de Nietzsche es evidente que él es un pensador crítico e independiente, quien menos acepta la autoridad de “los otros”, lo más alejado posible del místico al que considera un decadente que pregona valores anti-vida. Véase cómo la descripción que hace Rand del místico es tan similar a la que hace Nietzsche:

«… La necesidad de fe, la necesidad de alguna incondicionalidad en el sí y en el no, el carlylismo, si se me quiere disculpar esta palabra, es una necesidad propia de la debilidad. El hombre de fe, el “creyente” de toda especie, es, por necesidad, un hombre dependiente, alguien que no puede erigirse a sí mismo en finalidad, que no puede erigir finalidades a partir de sí mismo. El “creyente” no se pertenece a sí mismo, solo puede ser un medio, tiene que ser consumido, tiene necesidad de alguien que lo consuma… Toda especie de fe es en sí una expresión de des-simismación, de extrañamiento de sí mismo… El creyente no es libre de tener conciencia para la cuestión de lo “verdadero” y lo “no verdadero”: ser honesto en ese punto sería inmediatamente su ruina. El condicionamiento patológico de su óptica hace del convencido un fanático —Savonarola, Lutero, Rousseau, Robespierre, San Simón—, el tipo antitético del espíritu fuerte, el cual ha llegado a ser libre. Pero los gestos grandes y afectados de esos espíritus enfermos, de esos epilépticos del concepto, actúan sobre la gran masa. Los fanáticos son pintorescos, la humanidad prefiere ver gestos a oír razones.» Friedrich Nietzsche. El anticristo.

Y la acusación de irracionalista evita identificar que Nietzsche argumenta contra la razón idealista, reguladora y sometedora de la vida, como valor colocado encima de esta. Pero Nietzsche no niega validez al pensamiento, que considera necesario al servicio de la vida. Él considera la unidad entre vida y pensamiento necesaria para la creación de una vida afirmativa de valores más sanos:

«Yo llamo mentira a no querer ver algo que se ve, a no querer ver algo tal como se lo ve: carece de importancia el que la mentira tenga lugar ante testigos o sin testigos. La mentira más habitual es aquella por la que uno se miente a sí mismo; El mentir a otros es relativamente el caso excepcional. Ahora bien, ese no querer ver lo que se ve, ese no querer verlo tal como se lo ve, es casi la condición primera para todos los que son en cualquier sentido, un partido: el hombre de partido se convierte por necesidad en un mentiroso.» Friedrich Nietzsche. El anticristo.

Y:

«Más razón hay en tu cuerpo que en tus pensamientos más sabios. ¿Quién asegurará que el cuerpo no pueda prescindir de la mejor sabiduría? Tu Sí-Mismo se mofa de tu yo y de sus vanidosas piruetas. ¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos del pensar? Llega a preguntarse. No son sino rodeos hacia algún fin, pues yo soy las andadas del yo y el apuntador de su pensar. El Sí-Mismo le inculca al yo: “¡Siente dolor!” Y entonces el yo sufre y medita en torno a lo que hará para no sufrir: precisamente para eso debe actuar su pensamiento. El Sí-Mismo dice otras veces al yo: “¡Regocíjate!” Entonces el yo se alegra y medita en torno a lo que hará para seguir alegrándose. Y también para eso debe actuar el pensamiento.» Friedrich Nietzsche. Así habló Zarathustra.

No solo la acusación de Rand, hasta aquí analizada, carece de sustento, sino que se lee una influencia de Nietzsche en su pensamiento.

Continuará.

Mitos sobre Nietzsche

Warren Orbaugh |
28 de julio, 2025
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«Filosóficamente, Nietzsche es un místico y un irracionalista. Su metafísica consiste en un universo algo “byroniano” y místico “malévolo”; su epistemología subordina la razón a la “voluntad”, o el sentimiento, o el instinto, o la sangre, o las virtudes innatas del carácter. Pero como poeta, proyecta a veces (no de manera consistente) un magnífico sentimiento por la grandeza del hombre, expresado en términos emocionales, no intelectuales.»

Así describe Ayn Rand a Nietzsche en la introducción de su novela El Manantial. Esta ejemplifica varios mitos sobre el pensamiento del filósofo de Turingia. Para entender lo que dice Rand, veamos qué considera ella que es un místico y un irracionalista:

«Un místico es un hombre que entregó su mente en su primer encuentro con las mentes de otros… En la encrucijada de la elección entre “yo sé” y "ellos dicen”, eligió la autoridad de otros, eligió someterse en lugar de comprender, creer en lugar de pensar… Desde entonces, temeroso de pensar, queda a merced de sentimientos no identificados. Sus sentimientos se convierten en su única guía, su único resto de identidad personal se aferra a ellos con posesividad feroz —y cualquier pensamiento que tenga se dedica a la lucha por ocultar de sí mismo que la naturaleza de su sentimiento es terror». Discurso de Galt, para el nuevo intelectual.

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¿Y a qué se refiere con irracionalista?

«El vicio básico del hombre, la fuente de todos sus males, es el acto de desenfocar su mente, la suspensión de su conciencia, que no es ceguera, sino la negativa a ver, no es ignorancia, sino la negativa a conocer. La irracionalidad es el rechazo del medio de supervivencia del hombre y, por lo tanto, un compromiso con un curso de destrucción ciega; lo que es anti-mente es anti-vida.» “La ética Objetivista”, La Virtud el Egoísmo.

Y en los Paralelos Ominosos Leonard Peikoff agrega:

«“El irracionalismo” es la doctrina que sostiene que la razón no es un medio válido de conocimiento ni una guía adecuada para la acción.»

Para quien ha leído la obra de Nietzsche es evidente que él es un pensador crítico e independiente, quien menos acepta la autoridad de “los otros”, lo más alejado posible del místico al que considera un decadente que pregona valores anti-vida. Véase cómo la descripción que hace Rand del místico es tan similar a la que hace Nietzsche:

«… La necesidad de fe, la necesidad de alguna incondicionalidad en el sí y en el no, el carlylismo, si se me quiere disculpar esta palabra, es una necesidad propia de la debilidad. El hombre de fe, el “creyente” de toda especie, es, por necesidad, un hombre dependiente, alguien que no puede erigirse a sí mismo en finalidad, que no puede erigir finalidades a partir de sí mismo. El “creyente” no se pertenece a sí mismo, solo puede ser un medio, tiene que ser consumido, tiene necesidad de alguien que lo consuma… Toda especie de fe es en sí una expresión de des-simismación, de extrañamiento de sí mismo… El creyente no es libre de tener conciencia para la cuestión de lo “verdadero” y lo “no verdadero”: ser honesto en ese punto sería inmediatamente su ruina. El condicionamiento patológico de su óptica hace del convencido un fanático —Savonarola, Lutero, Rousseau, Robespierre, San Simón—, el tipo antitético del espíritu fuerte, el cual ha llegado a ser libre. Pero los gestos grandes y afectados de esos espíritus enfermos, de esos epilépticos del concepto, actúan sobre la gran masa. Los fanáticos son pintorescos, la humanidad prefiere ver gestos a oír razones.» Friedrich Nietzsche. El anticristo.

Y la acusación de irracionalista evita identificar que Nietzsche argumenta contra la razón idealista, reguladora y sometedora de la vida, como valor colocado encima de esta. Pero Nietzsche no niega validez al pensamiento, que considera necesario al servicio de la vida. Él considera la unidad entre vida y pensamiento necesaria para la creación de una vida afirmativa de valores más sanos:

«Yo llamo mentira a no querer ver algo que se ve, a no querer ver algo tal como se lo ve: carece de importancia el que la mentira tenga lugar ante testigos o sin testigos. La mentira más habitual es aquella por la que uno se miente a sí mismo; El mentir a otros es relativamente el caso excepcional. Ahora bien, ese no querer ver lo que se ve, ese no querer verlo tal como se lo ve, es casi la condición primera para todos los que son en cualquier sentido, un partido: el hombre de partido se convierte por necesidad en un mentiroso.» Friedrich Nietzsche. El anticristo.

Y:

«Más razón hay en tu cuerpo que en tus pensamientos más sabios. ¿Quién asegurará que el cuerpo no pueda prescindir de la mejor sabiduría? Tu Sí-Mismo se mofa de tu yo y de sus vanidosas piruetas. ¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos del pensar? Llega a preguntarse. No son sino rodeos hacia algún fin, pues yo soy las andadas del yo y el apuntador de su pensar. El Sí-Mismo le inculca al yo: “¡Siente dolor!” Y entonces el yo sufre y medita en torno a lo que hará para no sufrir: precisamente para eso debe actuar su pensamiento. El Sí-Mismo dice otras veces al yo: “¡Regocíjate!” Entonces el yo se alegra y medita en torno a lo que hará para seguir alegrándose. Y también para eso debe actuar el pensamiento.» Friedrich Nietzsche. Así habló Zarathustra.

No solo la acusación de Rand, hasta aquí analizada, carece de sustento, sino que se lee una influencia de Nietzsche en su pensamiento.

Continuará.

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