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Los mártires a los altares, los héroes mueren de pie

Porque Edmundo González no es ni mártir ni héroe, me permití titular este artículo los mártires a los altares, los héroes mueren de pie y don Edmundo al sepulcro político. 

Foto por Fernando Calvo / La Moncloa / AFP
Julio Ligorría Carballido |
12 de septiembre, 2024

Desde hace muchos años, quienes me conocen saben de mi total solidaridad con la causa de la libertad y la democracia en Venezuela, entendiendo desde un inicio, eso si, que lo acontecido en ese hermano país, durante la década de los años 90 del siglo pasado, que dio inicio con el fallido golpe de Estado a Carlos Andrés Pérez en 1992, fue producto de la ausencia de visión de fondo por parte de los sectores políticos, académicos y empresariales que entraron en negación respecto de una abrumadora realidad social, que terminó por generar las condiciones para el surgimiento de un régimen populista que se instaló en 1999 bajo la presidencia del Coronel Hugo Chávez. Régimen que rápidamente migró a una dictadura que le entregó la conducción estratégica del país a la cúpula de la nomenclatura cubana, hasta nuestros días.

Hoy, con la salida de Venezuela del presidente electo Edmudo Gonzáles, el que piense que se intenta repetir el ciclo ya vivido por Juan Guaido está muy equivocado, porque esta vez no habrá giras y visitas presidenciales. Lo que solicitó, léase bien, solicitó Edmundo González Urrutia al gobierno socialista español, no solo fue un asilo político, sino su  sepultura. Eso es así, pues de conformidad con la normativa del convenio internacional de asilo, del cual son signatarios Venezuela y España, este obliga al asilado a guardar silencio y a no hacer oposición política desde el territorio, en este caso español, hacia su país de origen.


Con esta movida en el tablero del ajedrez político venezolano, la oposición justifica la acción recurriendo a la terminología “ajedresística” cuando afirman que se trata de proteger al “rey”, para que la reina pueda vencer y producir un “jaque mate” al régimen tiránico.  Falso de toda falsedad.

Hoy observo, escucho y leo a colegas y líderes que admiro, sus palabras de compasión y hasta cariño para don Edmundo González, recibiendolo en Madrid con manifestaciones dignas de la recepción a un héroe victorioso, sin querer aceptar que la acción de su exilio representa el primer paso en la ruta hacia la derrota en la lucha por la libertad y la democracia en Venezuela. Más aún, cuando se sabe que la tiranía no dejó salir a la hija mayor de Gonzalez y a sus nietos, para convertirla en la rehén perfecta del régimen, con el fin de  asegurar aún más la neutralización del presidente electo.

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La lógica tras la presión madurista es que, sin el protagonista de la causa, se desactiva la misma. En otras palabras, como reza el refrán popular, “muerto el perro se acabó la rabia”.  Esa es la dura verdad- Edmundo González, como diplomático, debió saber que el asilo político lo sacaba de la contienda para siempre.

 

Personalmente, pienso que se han equivocado a fondo. Que justificarse diciendo que don Edmundo estaba acosado, amenazado y buscado para encerrarlo en las ergástulas del SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) es una pésima justificación a su exilio. 

Me explico. Si lo vemos desde el punto de vista exclusivamente humano, sí, claro que sí. Pobre hombre y qué bueno que está a salvo, pero desde el punto de vista político-estratégico, ¿acaso no esperaban esto de un régimen como el venezolano?; ¿acaso creyeron que les entregarían el poder en un evento electoral controlado por el régimen?; ¿acaso nunca pensaron que escoger a una figura presidencial de 75 años incluía acordar con él, que su incorporación implicaba llegar hasta el final, sin importar las consecuencias? 

Cabe preguntarse con qué propósito Edmundo González Urrutia aceptó la candidatura presidencial a los 75 años. Claro está que fue un comodín y no un líder, porque un líder se queda hasta el final y más cuando se tienen 75 años donde lo que queda es estar dispuesto a llegar al máximo sacrificio en beneficio de su nación. Claro está que don Edmundo o pecó de ingenuo o jugó a oportunismo, si por casualidad llegaba a entrar en Miraflores entonces su disposición a gozar de las mieles del poder era total, pero si la cosa se ponía difícil entonces habría que buscar el “puente de plata” para huir y victimizarse; y así ha sucedido. 

La lógica tras la presión madurista es que, sin el protagonista de la causa, se desactiva la misma. En otras palabras, como reza el refrán popular, “muerto el perro se acabó la rabia”.  Esa es la dura verdad- Edmundo González, como diplomático, debió saber que el asilo político lo sacaba de la contienda para siempre.

Porque Edmundo González no es ni mártir ni héroe, me permití titular este artículo los mártires a los altares, los héroes mueren de pie y don Edmundo al sepulcro político. 

Los mártires a los altares, los héroes mueren de pie

Porque Edmundo González no es ni mártir ni héroe, me permití titular este artículo los mártires a los altares, los héroes mueren de pie y don Edmundo al sepulcro político. 

Julio Ligorría Carballido |
12 de septiembre, 2024
Foto por Fernando Calvo / La Moncloa / AFP

Desde hace muchos años, quienes me conocen saben de mi total solidaridad con la causa de la libertad y la democracia en Venezuela, entendiendo desde un inicio, eso si, que lo acontecido en ese hermano país, durante la década de los años 90 del siglo pasado, que dio inicio con el fallido golpe de Estado a Carlos Andrés Pérez en 1992, fue producto de la ausencia de visión de fondo por parte de los sectores políticos, académicos y empresariales que entraron en negación respecto de una abrumadora realidad social, que terminó por generar las condiciones para el surgimiento de un régimen populista que se instaló en 1999 bajo la presidencia del Coronel Hugo Chávez. Régimen que rápidamente migró a una dictadura que le entregó la conducción estratégica del país a la cúpula de la nomenclatura cubana, hasta nuestros días.

Hoy, con la salida de Venezuela del presidente electo Edmudo Gonzáles, el que piense que se intenta repetir el ciclo ya vivido por Juan Guaido está muy equivocado, porque esta vez no habrá giras y visitas presidenciales. Lo que solicitó, léase bien, solicitó Edmundo González Urrutia al gobierno socialista español, no solo fue un asilo político, sino su  sepultura. Eso es así, pues de conformidad con la normativa del convenio internacional de asilo, del cual son signatarios Venezuela y España, este obliga al asilado a guardar silencio y a no hacer oposición política desde el territorio, en este caso español, hacia su país de origen.


Con esta movida en el tablero del ajedrez político venezolano, la oposición justifica la acción recurriendo a la terminología “ajedresística” cuando afirman que se trata de proteger al “rey”, para que la reina pueda vencer y producir un “jaque mate” al régimen tiránico.  Falso de toda falsedad.

Hoy observo, escucho y leo a colegas y líderes que admiro, sus palabras de compasión y hasta cariño para don Edmundo González, recibiendolo en Madrid con manifestaciones dignas de la recepción a un héroe victorioso, sin querer aceptar que la acción de su exilio representa el primer paso en la ruta hacia la derrota en la lucha por la libertad y la democracia en Venezuela. Más aún, cuando se sabe que la tiranía no dejó salir a la hija mayor de Gonzalez y a sus nietos, para convertirla en la rehén perfecta del régimen, con el fin de  asegurar aún más la neutralización del presidente electo.

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La lógica tras la presión madurista es que, sin el protagonista de la causa, se desactiva la misma. En otras palabras, como reza el refrán popular, “muerto el perro se acabó la rabia”.  Esa es la dura verdad- Edmundo González, como diplomático, debió saber que el asilo político lo sacaba de la contienda para siempre.

 

Personalmente, pienso que se han equivocado a fondo. Que justificarse diciendo que don Edmundo estaba acosado, amenazado y buscado para encerrarlo en las ergástulas del SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) es una pésima justificación a su exilio. 

Me explico. Si lo vemos desde el punto de vista exclusivamente humano, sí, claro que sí. Pobre hombre y qué bueno que está a salvo, pero desde el punto de vista político-estratégico, ¿acaso no esperaban esto de un régimen como el venezolano?; ¿acaso creyeron que les entregarían el poder en un evento electoral controlado por el régimen?; ¿acaso nunca pensaron que escoger a una figura presidencial de 75 años incluía acordar con él, que su incorporación implicaba llegar hasta el final, sin importar las consecuencias? 

Cabe preguntarse con qué propósito Edmundo González Urrutia aceptó la candidatura presidencial a los 75 años. Claro está que fue un comodín y no un líder, porque un líder se queda hasta el final y más cuando se tienen 75 años donde lo que queda es estar dispuesto a llegar al máximo sacrificio en beneficio de su nación. Claro está que don Edmundo o pecó de ingenuo o jugó a oportunismo, si por casualidad llegaba a entrar en Miraflores entonces su disposición a gozar de las mieles del poder era total, pero si la cosa se ponía difícil entonces habría que buscar el “puente de plata” para huir y victimizarse; y así ha sucedido. 

La lógica tras la presión madurista es que, sin el protagonista de la causa, se desactiva la misma. En otras palabras, como reza el refrán popular, “muerto el perro se acabó la rabia”.  Esa es la dura verdad- Edmundo González, como diplomático, debió saber que el asilo político lo sacaba de la contienda para siempre.

Porque Edmundo González no es ni mártir ni héroe, me permití titular este artículo los mártires a los altares, los héroes mueren de pie y don Edmundo al sepulcro político. 

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