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Lección del conflicto en medio oriente

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Enrique Búcaro Batres |
20 de junio, 2025

Nuevamente, los conflictos en el medio oriente ponen en vela al mundo. Israel e Irán se enfrentan y, tristemente, entran en un conflicto bélico, un conflicto violento donde muchos inocentes salen severamente afectados. Cada día, las noticias reportan más heridos, más muertos y más personas que se desplazan forzados por la amenaza constante de los misiles y la escalada en la guerra. 

Los canales de comunicación se van cerrando, el debate se va volviendo cada vez más confrontativo e incendiario o sencillamente desaparece. Muchas personas se enfrascan en la discusión que presupone que alguno de los dos bandos debe estar en lo correcto y el otro necesariamente debe ser el malo y estar equivocado. 

Cada grupo tiene sus razones para actuar como lo hace antes de que comience la guerra, pero una vez se desencadena la violencia, las personas batallan por sobrevivir, no por una bandera o un ideal de país. Lo hacen por sobrevivir y allí es donde ambos pueden enfrascarse en un círculo de violencia donde se puede llegar a olvidar por qué se está agrediendo al otro. 

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Esa realidad va haciendo más lejano al otro, menos accesible y más predispuesto. El mundo logró avanzar muchísimo en diplomacia y resolución de conflictos desde la Segunda Guerra Mundial, pero en los últimos años ha retrocedido, se ha polarizado y ha juzgado al vecino sin conocerlo en realidad. 

Vemos que, inclusive en cumbres como la del G7 celebrada hace pocos días, no se ha logrado llegar a acuerdos significativos. Se va perdiendo el consenso en los temas más importantes: paz y cooperación. Esto que se nos está presentando tan crudamente como una realidad entre países como India y Afganistán, Rusia y Ucrania e Israel e Irán, también debe ser advertido a nivel nacional para Guatemala. 

En el futuro cercano debemos renovarnos, es decir, se deberá nombrar a nuevo titulares de: Fiscalía General del Ministerio Público, todos los magistrados titulares y suplentes de la Corte de Constitucionalidad así como del Tribunal Supremo Electoral, entre otros, y deben ser personas que atiendan a las necesidades de las instituciones que presidirán para que dichas instituciones desarrollen propiamente una labor que ayude al país. 

Preocupa que existe poco debate sobre la transformación que sufrirá Guatemala en los próximos años, sobre perfiles que quieren postularse a los puestos o bien que las personas desearían que se postulasen a esos mismos puestos. Preocupa que se dejen los debates para cuando el proceso ya esté en desarrollo y haya poca o nula oportunidad para trabajar en animar a mejores perfiles a postularse. 

Preocupa que no exista comunicación abierta y pública sobre los actores que determinan la dinámica de esos procesos, así como que sean procesos cuyo resultado termina con personas que no quieren ni pueden sesionar y trabajar en conjunto como se ha visto en el actual Tribunal Supremo Electoral, o la anterior Corte Suprema de Justicia. 

No necesitamos que todos los actores y cabezas de las instituciones de Estado sean amigos, pero sí que tengan la madurez para trabajar en conjunto y ello supone poder dialogar, encontrar acuerdos, solucionar controversias y conflictos que puedan surgir entre ellos. Si no, terminaremos con guerras internas, que aunque no de tanto horror como las bélicas que se están dando en el mundo, sus efectos sí pueden llegar a ser casi tan dañinos en nuestro país en el largo plazo.  

Lección del conflicto en medio oriente

Enrique Búcaro Batres |
20 de junio, 2025
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Nuevamente, los conflictos en el medio oriente ponen en vela al mundo. Israel e Irán se enfrentan y, tristemente, entran en un conflicto bélico, un conflicto violento donde muchos inocentes salen severamente afectados. Cada día, las noticias reportan más heridos, más muertos y más personas que se desplazan forzados por la amenaza constante de los misiles y la escalada en la guerra. 

Los canales de comunicación se van cerrando, el debate se va volviendo cada vez más confrontativo e incendiario o sencillamente desaparece. Muchas personas se enfrascan en la discusión que presupone que alguno de los dos bandos debe estar en lo correcto y el otro necesariamente debe ser el malo y estar equivocado. 

Cada grupo tiene sus razones para actuar como lo hace antes de que comience la guerra, pero una vez se desencadena la violencia, las personas batallan por sobrevivir, no por una bandera o un ideal de país. Lo hacen por sobrevivir y allí es donde ambos pueden enfrascarse en un círculo de violencia donde se puede llegar a olvidar por qué se está agrediendo al otro. 

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Vemos que, inclusive en cumbres como la del G7 celebrada hace pocos días, no se ha logrado llegar a acuerdos significativos. Se va perdiendo el consenso en los temas más importantes: paz y cooperación. Esto que se nos está presentando tan crudamente como una realidad entre países como India y Afganistán, Rusia y Ucrania e Israel e Irán, también debe ser advertido a nivel nacional para Guatemala. 

En el futuro cercano debemos renovarnos, es decir, se deberá nombrar a nuevo titulares de: Fiscalía General del Ministerio Público, todos los magistrados titulares y suplentes de la Corte de Constitucionalidad así como del Tribunal Supremo Electoral, entre otros, y deben ser personas que atiendan a las necesidades de las instituciones que presidirán para que dichas instituciones desarrollen propiamente una labor que ayude al país. 

Preocupa que existe poco debate sobre la transformación que sufrirá Guatemala en los próximos años, sobre perfiles que quieren postularse a los puestos o bien que las personas desearían que se postulasen a esos mismos puestos. Preocupa que se dejen los debates para cuando el proceso ya esté en desarrollo y haya poca o nula oportunidad para trabajar en animar a mejores perfiles a postularse. 

Preocupa que no exista comunicación abierta y pública sobre los actores que determinan la dinámica de esos procesos, así como que sean procesos cuyo resultado termina con personas que no quieren ni pueden sesionar y trabajar en conjunto como se ha visto en el actual Tribunal Supremo Electoral, o la anterior Corte Suprema de Justicia. 

No necesitamos que todos los actores y cabezas de las instituciones de Estado sean amigos, pero sí que tengan la madurez para trabajar en conjunto y ello supone poder dialogar, encontrar acuerdos, solucionar controversias y conflictos que puedan surgir entre ellos. Si no, terminaremos con guerras internas, que aunque no de tanto horror como las bélicas que se están dando en el mundo, sus efectos sí pueden llegar a ser casi tan dañinos en nuestro país en el largo plazo.  

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