Na Cook quedó paralizado. Ya no sentía nada, ni las cuerdas que se clavaban en sus manos, ni los primeros rayos del sol cegadores, ni el recuerdo de SacK Moo. Los sonidos penetrantes de la terrible orquesta desaparecieron… El sacerdote se inclinó y, con un cuchillo de obsidiana afilado, cuya hoja era tan delgada que parecía no negra, sino violeta transparente, cortó la carne del joven desnudo que ni siquiera se movió, y seguidamente embadurnó la estatua del Espíritu Caracol Ho-Vai con la sangre caliente goteante. El anterior es el párrafo en el que Galina Ershova describe un sacrificio humano. ¿Dónde? En la novela biográfica Fray Diego de Landa, de su autoría.
Te lo comparto porque, a lo largo de ese libro, la doctora Ershova nos lleva no solo por la vida de aquel fraile franciscano que llegó a Yucatán como misionero a mediados del siglo XVI, para luego convertirse en obispo, sino que nos muestra cómo era la vida diaria y la vida política entre los mayas habitantes de aquella península.
El libro se deja leer porque la trama y las historias paralelas atrapan, y porque la autora hace buenas descripciones. A mí se me erizaron los pelos cuando leí completa la escena del sacrificio, y en la novela hay varias descripciones vívidas que ayudan al lector a entender aquel mundo que se desmoronaba y mutaba para los habitantes de Yucatán, y que se iba abriendo dolorosamente para los frailes que venían a salvar sus almas inmortales.
Misticismo aparte, se aprende mucho acerca de la vida en Yucatán a mediados del siglo XVI, y luego sobre la política en España, mientras allá se terminaba de entender las dimensiones de la cruzada en la que se habían metido en el nuevo mundo, plagado de sacrificios humanos horribles.
Pero… no te he contado quién era Diego de Landa. A él se le acusa de haber quemado todos los libros de los mayas porque eran cosas del diablo, y la novela de Ershova —que se basa en textos mayas, documentos y archivos de primera mano— arroja nuevas luces sobre esa imputación ignominiosa. Inculpación que tiene más relación con la leyenda negra que fabricaron los ingleses, franceses y holandeses, que con la verdad.
Por mi trabajo, tengo la dicha de mostrar con frecuencia la obra de Landa, Relación de las cosas de Yucatán. ¿Con qué propósito? Para mostrar que aquel fraile, celoso de su misión, no fue un bárbaro inconsciente, sino que —siendo un intelectual de su tiempo— tenía una curiosidad inmensa por entender qué pensaban los habitantes de Yucatán, por qué y cómo era su visión del mundo. En ese afán nos llegó la clave necesaria para descifrar la escritura de los mayas, clave que le sirvió a Yuri Knorosov para abrir la puerta a los avances de epigrafistas posteriores. ¡Si Landa no hubiera anotado el alfabeto maya, hubiera sido imposible leer lo que quedó en estelas y vasijas! No es aventurado decir que los expertos pueden leer cerca del 75 % de lo que hay escrito, dependiendo del contexto, gracias a Landa, a Knorosov y a otros epigrafistas tempranos. ¡Me muero por saber qué avances y a qué velocidad hay ahora con las inteligencias artificiales!
Galina Ershova —que es directora del Centro de Estudios Mesoamericanos Yuri Knorosov y directora académica de la Universidad Olga y Manuel Ayau Cordón— nos hace un favor a quienes disfrutamos de la historia y de las novelas biográficas, porque la vida de Diego de Landa (con sus luces y sus sombras) es una que merece ser entendida. Y para mí resulta muy agradable leerla en forma de novela informada.
Así, entre sangre, misticismo y letras, la historia de Diego de Landa nos recuerda que incluso en tiempos oscuros, la curiosidad y el conocimiento pueden abrir caminos hacia la verdad, desafiando las sombras de la leyenda y la ignorancia.
Si te interesan estos temas visita luisfi61.com/
Na Cook quedó paralizado. Ya no sentía nada, ni las cuerdas que se clavaban en sus manos, ni los primeros rayos del sol cegadores, ni el recuerdo de SacK Moo. Los sonidos penetrantes de la terrible orquesta desaparecieron… El sacerdote se inclinó y, con un cuchillo de obsidiana afilado, cuya hoja era tan delgada que parecía no negra, sino violeta transparente, cortó la carne del joven desnudo que ni siquiera se movió, y seguidamente embadurnó la estatua del Espíritu Caracol Ho-Vai con la sangre caliente goteante. El anterior es el párrafo en el que Galina Ershova describe un sacrificio humano. ¿Dónde? En la novela biográfica Fray Diego de Landa, de su autoría.
Te lo comparto porque, a lo largo de ese libro, la doctora Ershova nos lleva no solo por la vida de aquel fraile franciscano que llegó a Yucatán como misionero a mediados del siglo XVI, para luego convertirse en obispo, sino que nos muestra cómo era la vida diaria y la vida política entre los mayas habitantes de aquella península.
El libro se deja leer porque la trama y las historias paralelas atrapan, y porque la autora hace buenas descripciones. A mí se me erizaron los pelos cuando leí completa la escena del sacrificio, y en la novela hay varias descripciones vívidas que ayudan al lector a entender aquel mundo que se desmoronaba y mutaba para los habitantes de Yucatán, y que se iba abriendo dolorosamente para los frailes que venían a salvar sus almas inmortales.
Misticismo aparte, se aprende mucho acerca de la vida en Yucatán a mediados del siglo XVI, y luego sobre la política en España, mientras allá se terminaba de entender las dimensiones de la cruzada en la que se habían metido en el nuevo mundo, plagado de sacrificios humanos horribles.
Pero… no te he contado quién era Diego de Landa. A él se le acusa de haber quemado todos los libros de los mayas porque eran cosas del diablo, y la novela de Ershova —que se basa en textos mayas, documentos y archivos de primera mano— arroja nuevas luces sobre esa imputación ignominiosa. Inculpación que tiene más relación con la leyenda negra que fabricaron los ingleses, franceses y holandeses, que con la verdad.
Por mi trabajo, tengo la dicha de mostrar con frecuencia la obra de Landa, Relación de las cosas de Yucatán. ¿Con qué propósito? Para mostrar que aquel fraile, celoso de su misión, no fue un bárbaro inconsciente, sino que —siendo un intelectual de su tiempo— tenía una curiosidad inmensa por entender qué pensaban los habitantes de Yucatán, por qué y cómo era su visión del mundo. En ese afán nos llegó la clave necesaria para descifrar la escritura de los mayas, clave que le sirvió a Yuri Knorosov para abrir la puerta a los avances de epigrafistas posteriores. ¡Si Landa no hubiera anotado el alfabeto maya, hubiera sido imposible leer lo que quedó en estelas y vasijas! No es aventurado decir que los expertos pueden leer cerca del 75 % de lo que hay escrito, dependiendo del contexto, gracias a Landa, a Knorosov y a otros epigrafistas tempranos. ¡Me muero por saber qué avances y a qué velocidad hay ahora con las inteligencias artificiales!
Galina Ershova —que es directora del Centro de Estudios Mesoamericanos Yuri Knorosov y directora académica de la Universidad Olga y Manuel Ayau Cordón— nos hace un favor a quienes disfrutamos de la historia y de las novelas biográficas, porque la vida de Diego de Landa (con sus luces y sus sombras) es una que merece ser entendida. Y para mí resulta muy agradable leerla en forma de novela informada.
Así, entre sangre, misticismo y letras, la historia de Diego de Landa nos recuerda que incluso en tiempos oscuros, la curiosidad y el conocimiento pueden abrir caminos hacia la verdad, desafiando las sombras de la leyenda y la ignorancia.
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