Al recibir la invitación de participar en este espacio de opinión, no sabía qué temas me gustaría tratar o sobre qué me gustaría publicar. No obstante, gracias a la libertad que me han dado desde el primer momento, he querido comenzar este camino con una reflexión que hacía hace unos días.
Conversando con amigos y familia llegamos, entre palabras, risas y recuerdos, a tratar un tema sumamente interesante al que no siempre le damos la importancia necesaria: el tiempo. Algo que siempre damos por hecho que tendremos, hasta que ya no lo tenemos. En diferentes etapas de nuestra vida valoramos de diferente manera el tiempo. Cuando estamos en el colegio nos limitamos a pensar en el tiempo como lo que pasa durante los períodos de clases que interrumpían conversaciones con amigos. Quienes lo veían con un lente más a largo plazo pensaban en el tiempo como lo que pasaba entre las vacaciones de fin de año y las de medio año. No es, sino que llegáramos al último día de clases, para que la realidad nos bañara y viéramos el tiempo con otros ojos.
En la universidad el tiempo se vuelve aún más relativo. Dependerá de lo que nos guste las clases que estemos recibiendo o de qué tantas palabras nos quedan por escribir para la próxima entrega. En el trabajo la situación no es muy diferente. Son pocos los momentos en los que nos sentamos a pensar lo importante que es el tiempo. Tristemente, la mayoría de las veces es porque nos quedamos sin tiempo para compartir con alguien y eso nos hace ver las cosas de manera diferente.
Durante la conversación que sacó este tema llegamos a una fábula que muchos hemos escuchado, pero que hemos analizado como deberíamos. Una historia que podrá tener diferentes significados para cada persona, pero, sin duda, tiene el tiempo como un factor fundamental. La fábula del pescador, no la típica de enseñarle a pescar en lugar de darle pescado, sino otra moderna. La historia comienza con un turista que va a un pequeño pueblo y se encuentra con un lugareño pescando. Mientras conversan, el lugareño le cuenta que es pescador, pero que únicamente trabaja tres horas al día, ya que dedica gran parte del día a estar con su familia y amigos. Sorprendido, el turista le pregunta por qué no trabaja más horas y expande su negocio hasta volverlo una multinacional que cotice en bolsa y ser millonario en varios años. A cada idea que el turista le daba el pescador respondía con un para qué. Al final, todo el esfuerzo que el turista le sugería hacer lo llevaría al mismo lugar en el que estaba ahora, pero más viejo.
La reflexión de este cuento es que el tiempo y los objetivos son muy importantes para saber a dónde queremos ir y qué queremos lograr. De nada sirve enfocar todo el tiempo y el esfuerzo del mundo si el lugar al que llegamos es el mismo. Valoremos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo y nuestras energías y tengamos miedo en tomar un poco de cada uno para dar claridad a dónde vamos y qué queremos lograr.
Al recibir la invitación de participar en este espacio de opinión, no sabía qué temas me gustaría tratar o sobre qué me gustaría publicar. No obstante, gracias a la libertad que me han dado desde el primer momento, he querido comenzar este camino con una reflexión que hacía hace unos días.
Conversando con amigos y familia llegamos, entre palabras, risas y recuerdos, a tratar un tema sumamente interesante al que no siempre le damos la importancia necesaria: el tiempo. Algo que siempre damos por hecho que tendremos, hasta que ya no lo tenemos. En diferentes etapas de nuestra vida valoramos de diferente manera el tiempo. Cuando estamos en el colegio nos limitamos a pensar en el tiempo como lo que pasa durante los períodos de clases que interrumpían conversaciones con amigos. Quienes lo veían con un lente más a largo plazo pensaban en el tiempo como lo que pasaba entre las vacaciones de fin de año y las de medio año. No es, sino que llegáramos al último día de clases, para que la realidad nos bañara y viéramos el tiempo con otros ojos.
En la universidad el tiempo se vuelve aún más relativo. Dependerá de lo que nos guste las clases que estemos recibiendo o de qué tantas palabras nos quedan por escribir para la próxima entrega. En el trabajo la situación no es muy diferente. Son pocos los momentos en los que nos sentamos a pensar lo importante que es el tiempo. Tristemente, la mayoría de las veces es porque nos quedamos sin tiempo para compartir con alguien y eso nos hace ver las cosas de manera diferente.
Durante la conversación que sacó este tema llegamos a una fábula que muchos hemos escuchado, pero que hemos analizado como deberíamos. Una historia que podrá tener diferentes significados para cada persona, pero, sin duda, tiene el tiempo como un factor fundamental. La fábula del pescador, no la típica de enseñarle a pescar en lugar de darle pescado, sino otra moderna. La historia comienza con un turista que va a un pequeño pueblo y se encuentra con un lugareño pescando. Mientras conversan, el lugareño le cuenta que es pescador, pero que únicamente trabaja tres horas al día, ya que dedica gran parte del día a estar con su familia y amigos. Sorprendido, el turista le pregunta por qué no trabaja más horas y expande su negocio hasta volverlo una multinacional que cotice en bolsa y ser millonario en varios años. A cada idea que el turista le daba el pescador respondía con un para qué. Al final, todo el esfuerzo que el turista le sugería hacer lo llevaría al mismo lugar en el que estaba ahora, pero más viejo.
La reflexión de este cuento es que el tiempo y los objetivos son muy importantes para saber a dónde queremos ir y qué queremos lograr. De nada sirve enfocar todo el tiempo y el esfuerzo del mundo si el lugar al que llegamos es el mismo. Valoremos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo y nuestras energías y tengamos miedo en tomar un poco de cada uno para dar claridad a dónde vamos y qué queremos lograr.